Antonella Marty: "El progreso es la gran consecuencia del ejercicio de la libertad"
La politóloga argentina ha reunido a varias firmas prestigiosas en un manual destinado a explicar lo que es el liberalismo.
Antonella Marty (Rosario, 1992) es consciente de la intrincada red de malentendidos que han llevado a la palabra liberalismo a ser tergiversada en medio mundo. Ella se define liberal, o libertaria, como suele utilizarse el término en América del sur. Su currículum, por otro lado, la describe como politóloga, licenciada en Relaciones internacionales, directora asociada del Center for Latin America de Atlas Network en Estados Unidos y directora del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Fundación Libertad en Argentina. Ahora es también la coordinadora de un libro, El manual liberal (Deusto), en el que ha reunido a varias firmas de relumbrón para que diserten acerca de ese concepto tan desconocido por el común de los mortales: ¿Qué es el liberalismo? Autores como Deirdre McCloskey, Tom G. Palmer, Carlos Alberto Montaner, Eamonn Butler o Mario y Álvaro Vargas Llosa responden.
Entre las muchas cuestiones tratadas en el libro, podría decirse que la nuclear hace referencia a esa "amenaza" global al liberalismo y a las democracias occidentales en las que se asienta: el populismo. Sin embargo, por su propia naturaleza vaporosa, carente de un esqueleto ideológico nítido con el que identificarlo, y por su elasticidad esencial, que lo hace poder amoldarse a múltiples programas ideados desde cualquier lado del espectro político, tampoco es fácil definir exactamente en qué consiste ese fenómeno. En su texto, El renacimiento del populismo, Álvaro Vargas Llosa logra acotarlo en sus características principales:
La amenaza del populismo
"El populista es un ser providencial, situado por encima de las leyes y los programas, que se debe al ‘pueblo’ antes que a una filosofía o doctrina, y por tanto deja muchos espacios libres para la improvisación. Esta sería su primera gran característica: el voluntarismo del caudillo", explica. Y añade: "El populista busca redimir al ‘pueblo’ de una injusticia que tiene en la ‘oligarquía’ su expresión máxima. Esa oligarquía la forman los latifundistas, los banqueros y los nuevos industriales, pero también sus brazos político, militar o eclesiástico". "La impugnación contra la oligarquía es inseparable de su siamés, la denuncia del ‘imperialismo’. (...). Con esto, asumen lo que Carlos Rangel llamó el ‘tercermundismo’, que consiste en la proyección, al escenario de las relaciones internacionales, de la lucha de clases entre ricos y pobres".
"Pero atención: el populismo, si bien hunde el hocico en el abrevadero marxista, se cuida de no zambullirse en él. Y esta es otra característica nítida: el populismo no cree en la captura de todos los medios de producción, sino, al estilo de las ‘teleocracias’ de las que hablaba Bertrand de Jouvenel, en teledirigirlos desde el poder para trazarles fines distintos de aquellos que sus dueños, bajo el imperio de los consumidores y clientes, se fijarían a sí mismos. No aspira a adueñarse de todas las empresas, sólo de las ‘estratégicas’". "La ‘tercera vía’ del populista es el nombre sutil que adopta otra característica crucial: la idolatría del Estado".
"La combinación de ‘antiimperialismo’ y ‘estatismo’ produce, a lo largo del siglo XX, el nacionalismo económico. El único rasgo populista que vino acompañado de un cierto ejercicio teórico fue el proteccionismo, columna vertebral del nacionalismo económico". Y añade páginas después: "El colapso del Estado populista, que a finales de los ochenta abre las puertas en casi toda América Latina a las reformas de libre mercado, fue hijo del nacionalismo económico instalado en la región más de medio siglo antes". Por último: "Una característica final de los populistas, menos mensurable en estadísticas, (...), es el autoritarismo. O, más exactamente, el debilitamiento de las instituciones y del principio de la separación de poderes en beneficio del voluntarismo del presidente". "Con frecuencia, el referéndum o la consulta popular —o el discurso de plazuela— actúan de sucedáneo del Estado de derecho, avasallando minorías".
¿Qué es el liberalismo?
En una conversación con este medio, Marty responde a varias preguntas para presentar escuetamente los pilares del pensamiento liberal. Para ello, comienza hablando también de sus amenazas, entre las que destaca, sobre todo, la tergiversación de términos que ha llevado a la gente a no poder conocer exactamente en qué consiste. "Hoy vemos a los mayores enemigos de la libertad hablando en nombre de ella", explica. "El populismo es una vía de llegar al poder, utilizando muchas veces los mecanismos democráticos para deshacer después la democracia y las libertades desde dentro". "Convierte a los caudillos que aparecen en una especie de semidioses que se creen con la potestad de decidir sobre nuestras vidas, siguiendo la moral que ellos pretenden imponer".
Sin embargo, el populismo no es necesariamente de izquierdas, y ese es uno de los puntos centrales que le gustaría destacar del manual que acaba de publicar. "Mario Vargas Llosa, en su artículo titulado Liberalismo: el enemigo fundamental del fanatismo, señala claramente al nacionalismo como otra de las principales amenazas a la libertad hoy día; y también a eso que podríamos denominar como el ‘nacionalpopulismo’, identificado con esas derechas que vemos resurgir por todo el mundo, desde Trump a Bolsonaro, pasando por los diversos movimientos chilenos o los ejemplos europeos: Le Pen, Salvini, Abascal, el FPO austríaco y tantos otros".
"Lo que intenta hacer este libro es mostrar los peligros de los populismos de izquierdas, pero también los de derechas. Y cómo esos populismos de izquierdas no se combaten con populismos de derechas. Ambos son nefastos para la libertad y tóxicos para un buen desenvolvimiento del individualismo", comenta. Siguiendo esa línea, a través de sus contrarios define al liberalismo como "una defensa completa y cabal de la libertad. Un liberal es una persona que no divide la libertad en pedacitos".
Ni izquierdas ni derechas
Preguntada acerca del fenómeno según el cual, desde ciertos sectores de la izquierda, suele confundirse el liberalismo con el conservadurismo, Marty hace hincapié en la tergiversación de los términos. "Mario Vargas Llosa siempre dice que una de las grandes victorias del socialismo es que la palabra liberal se haya vuelto una mala palabra". Según ella, a día de hoy suele utilizarse el concepto ‘neoliberalismo’ para hablar de forma peyorativa del liberalismo, "cuando, en realidad, ese neoliberalismo al que hacen referencia es más neomercantilismo que otra cosa. Keynesianismo". Los que se instalan en ese marco se centran, según ella, en las "privatizaciones corruptas que se hicieron, en las concesiones a amigos y en ese capitalismo de amigos que nada tiene que ver con el laissez faire que defiende el liberalismo".
"Parafraseando a Alberto Benegas Lynch", acota, "el liberalismo es el respeto irrestricto por los proyectos de vida de los demás. No querer imponerles una moral. Dejar que los seres humanos vivan su propia vida, que trabajen, que se puedan valer por sí mismos". Pero reconoce sus límites: "Como dice Deirdre McCloskey, yo soy libre de mover mis manos hasta donde llega tu nariz. De eso se trata". Como, según explica, "la historia es una historia de altercados entre el poder y la libertad", una forma segura de reconocer las diferencias entre la doctrina liberal y "cierto tipo de conservadores", es que estos "no esconden que para ellos existen dictaduras menos malas que otras. Es algo en lo que también cae la izquierda. Pero esa es una idea que jamás puede aceptar un liberal. No hay dictaduras aceptables". "Así uno ve hoy a gente celebrando a Franco en España, o a Pinochet en Chile. Muchas veces, para el conservador, ser anticomunista ya es ser un defensor de la libertad, pero eso no es así".
¿Qué es la igualdad?
La gran cuestión, sin embargo, estriba en esa conflictiva relación que suele encontrarse entre las diferentes definiciones de libertad y de igualdad. "Para el liberalismo hay una sola igualdad, que es la igualdad ante la ley. El resto son todos intentos colectivistas que tratan de materializar algo imposible. Cada vez que se han probado las teorías colectivistas, que en el fondo lo que persiguen es eliminar cualquier atisbo de individualidad, se ha podido ver lo nefastas que son". "En realidad", añade, "nadie quiere lo que propone el marxismo: nadie quiere ser igual a nadie". En última instancia, sostiene, las derivas estatales que persiguen cierto tipo de igualdad material lo que terminan consiguiendo "es la aniquilación total de los incentivos y del interés personal de cada individuo. Esas teorías van en contra de la propia naturaleza humana y tratan de imponer una manera de vida".
"Por eso", concluye, "para el liberalismo sólo existe la igualdad ante la ley. Todos debemos ser iguales ante la ley, sin importar tu sexo, tu religión, tu orientación sexual, tus creencias políticas o cualquier otra cosa que te diferencie del resto. Esa tiene que ser la gran base. Después también hay que entender esta concepción que dice que tus libertades y derechos no terminan donde empiezan los sentimientos de los demás. Eso es lo que hace florecer la convivencia pacífica. En estos últimos trescientos años el mundo ha cambiado para bien. Hemos logrado sociedades en las que nadie busca imponer su voluntad a otro y en las que impera el respeto mutuo. La vida liberal consiste en contratos voluntarios y pacíficos, sin necesidad de un Gobierno que te diga con quién sí, con quién no, de qué manera sí o de qué manera no".
Sin embargo, ningún Estado en el mundo aplica puramente estos parámetros para definirse liberal, y muchos de ellos lo son pese a concebir la intervención estatal a la hora de garantizar la igualdad de oportunidades. Preguntada sobre esto, Marty responde que "la igualdad material es un invento del marxismo, algo imposible e inexistente. Y la igualdad de oportunidades también. Se trata de un cuento de hadas imposible. Lo que sí hace el liberalismo es generar mayores oportunidades para las personas. Un sistema liberal consigue que se generen cada vez más oportunidades para que cada individuo pueda desarrollarse como desee. Que cada uno pueda vivir su vida sin necesidad de un Gobierno que le diga cómo vivirla".
Límites y funciones del Estado
Después, añade: "Muchas veces caemos en uno de los grandes males que denominó la pensadora ruso-norteamericana Ayn Rand: el altruismo. No hay que confundir el altruismo con la buena fe o con el respeto de los derechos de las personas. Pero cuando nosotros creemos que es el Estado el que tiene que encargarse de la beneficencia, quitándoles a unos para darles a otros, caemos en una de las mayores injusticias que existen. A veces no entendemos la importancia de que sean los propios individuos los que tengan buena fe y ayuden al prójimo. Yo apuesto mucho más por que los individuos se organicen en asociaciones para ayudarse entre ellos. Porque una vez entras en el camino de redistribuciones estatales es muy difícil volver atrás. La primera consecuencia de la redistribución es que elimina el incentivo a crear. Con el tiempo acaba no habiendo más nada que redistribuir y colapsa el sistema. Eso es lo que ha pasado siempre en el socialismo, en el comunismo, en el marxismo y en las demás teorías colectivistas". No entra a considerar explícitamente el papel que ha jugado en Europa la socialdemocracia. Se centra, más bien, en los ejemplos extremos del colectivismo, y apuesta, "más que por la igualdad, por el concepto de movilidad social. Los individuos, en sociedades mucho más libres, globalizadas y capitalistas, tienen la posibilidad de adquirir mejor calidad de vida y llevar sus proyectos personales y profesionales a donde deseen".
Preguntada acerca de cuál sería el papel concreto del Estado, entonces, responde: "Hay un libro de Ludwig von Mises, Gobierno omnipotente, en el que indaga acerca del rol que debería ocupar el Estado. En él, von Mises explica incluso detalle por detalle cuáles han sido los experimentos colectivistas que se han dado a lo largo de la historia y el daño que han hecho. El punto aquí es que el liberalismo no te dice que se tiene que suprimir el Estado. Te dice que tiene que existir un Estado mínimo que se limite a garantizar que se respete la propiedad privada y la libertad de la gente. Cuando le damos mayores facultades al Estado y comenzamos a endiosarlo, otorgándole poderes sobre la vida del día a día de las personas, entramos en un camino del que es muy difícil volver. Ten en cuenta la dificultad que entraña el tratar de hacer entrar en razón a una maquinaria que tiene el monopolio de la fuerza. Las personas que pongas a cargo del Estado tienen que ser personas que sepas que van a respetar la institucionalidad, la división de poderes y los demás requisitos necesarios para que las democracias liberales funcionen correctamente". Por eso, señala que "no hablamos de anarquismo", y se separa de las propuestas más extremas del anarcocapitalismo. "Tiene que existir un marco institucional". Simplemente, advierte que "otorgarle más poderes al Estado de los convenientes es un peligro".
Capitalismo y libre mercado
Otra de las grandes críticas que suele suscitar la doctrina liberal es su idealización del capitalismo. A día de hoy, desde diferentes ámbitos, tiende a utilizarse la noción del capitalismo extremo como generador de desigualdad para desacreditar a quienes abogan por el libre mercado global. "Cuando se habla de los monopolios de las grandes empresas", responde ella, "habría que preguntarse si otras personas e iniciativas emergentes tienen prohibido competir con ellas. Si hablamos de que existe algún tipo de intromisión gubernamental que limita la libre competencia de alguna forma, entonces sí que hablamos de monopolios. Pero si no, quizás, simplemente castigamos al mercado y a la ley de la oferta y la demanda". En esa línea, asegura que "los verdaderos monopolios sólo surgen gracias a los gobiernos. Son las preferencias que te dan los gobiernos de turno, los tratos de favor, los que generan esas taras en el sistema de competencias. El liberalismo está en contra de estos ‘empresaurios’ que buscan privilegios a costa de los demás". "Es precisamente cuando la gente no tiene la posibilidad del mercado, de elegir libremente qué le compensa y qué no, cuando comienzan a hacerse fuertes los monopolios. Basta con ir a Venezuela para darse cuenta de cómo funciona un sistema criminal que decide por ti y que controla absolutamente todo el mecanismo regulador de los precios".
Derechos o privilegios
La doctrina liberal, como ya había anunciado antes, se centra básicamente en la necesidad de garantizar la libertad de la gente para desarrollarse como mejor desee. Pero existen limitaciones encaminadas a garantizar la convivencia pacífica: los derechos humanos. El liberalismo, según explica Marty, "reconoce principalmente tres derechos fundamentales: a la vida, a la libertad y a la propiedad privada". "Esto sigue el marco de lo que establecieron los padres fundadores de Estados Unidos, herederos todos ellos de una tradición previa fraguada en Europa desde los levellers ingleses. En el fondo es la tradición de esa teoría que fue surgiendo como necesidad de ponerle límites al poder". En ese sentido, "el Gobierno liberal surge principalmente como un mecanismo ideado para velar por unos derechos que el individuo reconoce como previos", y por los que se trataron de emancipar los principales movimientos predemocráticos, cabría añadir.
Preguntada acerca de la naturaleza de dichos derechos, de la posibilidad de que no sean más que un invento útil que facilita la convivencia y de las reivindicaciones de otros distintos por parte de diferentes ideologías, continúa: "Lo que pasa hoy es que se cree que cualquier cosa es un derecho humano. Pero no. Un derecho es algo que es tuyo y sólo te incumbe a ti, no a nada externo. Lo demás son privilegios". "Los movimientos populistas suelen utilizar los supuestos derechos humanos para afianzar discursos que quieren utilizar los recursos de cierta gente en pro de otra y aniquilar nuevamente los incentivos de generación de riqueza". Así, según ella, "acaban creando sociedades dependientes, e individuos dependientes de sus gobiernos. En Sudamérica tenemos cientos de estos ejemplos".
¿Qué es el progreso?
En otro marco, se hace inevitable preguntar qué es el progreso. "El progreso es la gran consecuencia del ejercicio de la libertad", responde. "Es la consecuencia de las buenas ideas, que han entendido la importancia de ponerle límites al poder, que han entendido la necesidad de sumarse a la globalización, que han entendido que es mucho más beneficioso para los individuos comerciar antes que guerrear. Eso es el progreso: la gran consecuencia del enorme enriquecimiento que ha traído el ejercicio de la libertad y del comercio en el marco del mercado libre". Se trata, sin embargo, de "otra idea que se ha apropiado la izquierda". "Pero la izquierda es el antiprogreso, en realidad", dice después. "Las sociedades que han puesto en práctica los modelos de izquierdas han acabado estancadas, tanto en lo económico como en lo social, y han llevado a la gente a vivir como se vivía en la era previa a la revolución industrial: sin medicinas, sin electricidad, sin gas, sin agua potable… El socialismo es involución". "Muchos hablan en nombre del progreso y de la libertad pero en realidad mienten. No es lo que proponen ni lo que buscan con las medidas que defienden".
Esa izquierda, sin embargo, suele autodefinirse como progresista haciendo referencia a cuestiones sociales y culturales y primando la igualdad por encima de la libertad. "La izquierda tiene un componente camaleónico", dice Marty. "Siempre logra camuflarse y vender algo que no es. ¿Por qué hoy en día el comunismo no es juzgado socialmente como debería serlo una ideología que se cobró más de 150 millones de vidas? Por eso. Hoy en día tenemos a gente que sigue saliendo a la calle con la camiseta del Che Guevara, que es un asesino. Lo que pasa es que la izquierda se dice defensora de las mujeres, de las minorías, de la libertad, cuando en realidad ha sido la principal represora de todo eso a lo largo de la historia".
Feminismo liberal
Muestra su desconcierto, sobre todo, ante el hecho de que sean los grupos de izquierda los que se adueñen de la bandera feminista. "Si existe un mejor amigo de la mujer, ese es el capitalismo", dice. "Fue el sistema que aportó las condiciones que hicieron posible que pudiera emanciparse de quienes la tenían capturada. El feminismo real significó básicamente igualdad ante la ley. Plantarse frente al Estado. Mary Wollstonecraft, en su Vindicación de los derechos de la mujer, hace una crítica muy importante en su momento a Rousseau y a esa idea que había defendido de la mujer como sumisa y cuidadora del hombre. Las primeras feministas se colocaron frente al Estado sin pedir cuotas, privilegios ni tratos de favor, sino básicamente independencia. Lo único que querían era independizarse tanto del Estado como de los padres, de los esposos, o de cualquier figura que pretendiese colocarse por encima de ellas. Defendían su propia individualidad".
En ese sentido, considera que el feminismo inicial estaba mucho más cerca de la postura liberal que de cualquier otra: "Deirdre McCloskey dice que el liberalismo es adultismo. Consiste en ser adulto. Que no nos traten como a niños. No necesitamos a un gobierno que nos diga cómo comportarnos, qué hacer y qué no hacer. Tenemos que entender que somos adultos". Por otro lado, también reconoce que no le gusta el concepto de la batalla cultural. "Hablar en esos términos significa aceptar un marco que dibuja las culturas como entes que pelean entre ellos y que tratan de imponerse sobre los demás. Pero eso es no entender lo que es la cultura. La cultura es un orden espontáneo. Es algo que surge de las decisiones que toman los distintos individuos a lo largo de la historia. Lo mismo pasa con el lenguaje o con el mercado. Son sistemas que se autorregulan".
Antiimperialismo
Además, el antiimperialismo, entendido como anticapitalismo, le parece una contradicción. "En realidad, el libre comercio no puede estar más en contra de ese imperialismo belicista y explotador que busca extender su influencia más allá de sus fronteras", dice. "Y la izquierda tampoco está exenta de él, además", añade. "No hay más que ver lo que representa Cuba en América Latina e incluso en España, con ese intento constante por extender sus tentáculos por todo el espectro hispanohablante. A través de la Venezuela Castrochavista, sin ir más lejos, han tratado de introducirse en España financiando a Podemos, por ejemplo".
Termina hablando de la idea que entiende la riqueza mundial como si se tratase de una suma cero en la que, para que unos sean prósperos, otros tienen que ser pobres. Marty considera que todavía no se ha entendido "lo que es la riqueza". "Ludwig von Mises ya se encargó de contradecir a Montaigne en su concepción de que para que a uno le vaya bien a otro le tiene que ir mal. Son cosas que no tienen nada que ver. En un proceso de libre mercado las dos partes que interactúan salen beneficiadas. Se trata del proceso más democrático que existe, porque cada centavo que tienes es un voto con el que apoyas o rechazas un servicio concreto".
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