El aspirante de ERC a presidente de la Generalidad, Pere Aragonès, se había marcado como objetivo ser investido alrededor de la festividad de San Jorge, el 23 de abril. Le parecía un tiempo más que prudencial, incluso excesivo, para que las delegaciones de su partido y del de Puigdemont llegaran a un acuerdo con reparto de consejerías y cargos incluidos, pero ya ha desistido del propósito.
Las delegaciones de Junts per Catalunya (JxCat) y ERC se intercambian mensajes a través de los medios afines, se culpan mutuamente del retraso y las carpetas encalladas y difunden la teoría de que a pesar de las dificultades, de los recelos, las traiciones y las trampas, habrá acuerdo. Pere Aragonès ha quedado al margen de los contactos. En JxCat le consideran un títere de Junqueras, el mandadero del preso. En ERC dicen que preservan su papel institucional y que por eso lo han dejado de lado.
El vicepresidente en funciones y a la vez en funciones de presidente ya ha marcado otra fecha para que le hagan por fin presidente, un par de días antes o después del 9 de mayo, domingo en el que en teoría se acaba el estado de alarma. En ERC consideran que el aplazamiento del congreso de JxCat obedece a ese calendario. El partido de Puigdemont tenía previsto celebrar su cónclave el 24 de abril y lo ha retrasado hasta los días 7 y 8 de mayo, circunstancia que los republicanos consideran un indicio.
En JxCat aducen que es ERC quien desconvoca las reuniones, que se niega a revisar su acuerdo con la CUP, pacto del que los neoconvergentes dicen que no les concierne, que ERC no mueve ficha en el expediente sobre el papel director del proceso del Consell per la República, que menosprecia a Puigdemont y que pretende que JxCat se pliegue a sus condiciones sin oponer ninguna resistencia, sin matices y sin ni siquiera negociar.
En ERC alegan que es JxCat quien no muestra capacidad de diálogo, que está claro que pretenden agotar el calendario (la fecha límite para la investidura es el 26 de mayo), que son inflexibles en sus condiciones, que pretenden que Puigdemont tutele a Aragonès y que el presidente de la Generalidad rinda pleitesía al fugado y que también quieren el control de las finanzas de la Generalidad.
En lo que están de acuerdo ambos partidos es en intentar aprovechar el acelerón en las vacunas, si es que se produce, y en utilizar los fondos europeos que le pueden corresponder a Cataluña para avanzar en sus planes secesionistas. JxCat presionaba con pasar a la oposición y hay voces en el partido y sus satélites, como Reagrupament, que apuestan por esa opción, pero la dirección se inclina por no perder los 250 altos cargos que les corresponderían en el reparto, muchos de ellos "cienmileuristas", y por tratar de sacar partido de los fondos para la recuperación desde dentro del Govern.
Se impone la tesis de que el acuerdo llegará sobre la campana, como ya ocurrió con las investiduras de Puigdemont y de Quim Torra. Lo único claro es que este miércoles se cumplirán dos meses desde la celebración de las elecciones y los dos partidos no han avanzado absolutamente nada en ninguna de las carpetas que tiene abiertas: Consell per la República y papel de Puigdemont; representación del independentismo en Madrid; y "hoja de ruta" y composición del Govern. La política catalana se ha quedado varada en el 14 de febrero.