Los separatistas y antisistema apedrean a los vecinos que les plantan cara en Barcelona
Cuarta noche de violencia y destrozos en Cataluña ante el apoyo a los manifestantes de los partidos separatistas y los comunes de Colau e Iglesias.
Barricadas, destrozos, saqueos y ataques a los vecinos. No es la primera vez que los manifestantes amenazan a quienes les plantan cara por los destrozos, pero este viernes por la noche los separatistas antisistema han llegado al extremo de apedrear a los vecinos que les censuraban los destrozos tanto de bienes públicos como privados.
Cataluña vive una situación de absoluto desgobierno. El apoyo de los partidos separatistas y de los comunes —la versión catalana de Podemos— a los partidarios del delincuente Pablo Hasél han dejado a la policía autonómica y a los vecinos solos y a merced de las vanguardias de los Comités de Defensa de la República y de los elementos más peligrosos de la extrema izquierda y el anarquismo.
La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, está desaparecida. Se dedica a retuitear mensajes de apoyo al rapero y se niega a condenar la violencia. JxCat, en cuyas manos está la consejería de Interior, arremete contra la actuación de los Mossos. ERC mira para otro lado y el Govern, en funciones, no emite señal alguna de autoridad. El vicepresidente en funciones de presidente, Pere Aragonès, se limita a pedir calma mientras negocia con la CUP y con JxCat la formación del próximo gobierno.
Cataluña es terreno abonado para la violencia. Gerona, Vilafranca del Penedés y Barcelona fueron los "frentes" de la cuarta noche de la guerra de Hasél, un sujeto que sigue recopilando apoyos entre la política y los medios de comunicación catalanes, que abogan por un cambio de modelo policial. Que una joven de 18 años perdiera un ojo en la primera noche de incidentes a causa del impacto de un proyectil de foam (la munición que utilizan los Mossos y que teóricamente es menos lesiva que las pelotas de goma) es la excusa para arremeter contra el cuerpo autonómico. Ningún político separatista o podemita ha mostrado su solidaridad con los agentes heridos, algunos de ellos de gravedad.
Políticos y periodistas, en apoyo de los violentos
En ese contexto tóxico, los violentos han encontrado un filón. Políticos y algunos periodistas les llaman "antifascistas que luchan por la libertad de expresión" —veta abierta por el portavoz de Podemos, Pablo Echenique—mientras destrozan la entrada de El Periódico de Catalunya.
Anoche, que unos vecinos desde los balcones les reprocharan los destrozos dio paso a una lluvia de pedradas. Un paso más en la deriva. A pesar de ello, los medios afectos al separatismo insisten en la "violencia policial" mientras retransmiten las andanzas de los manifestantes. Se aferran al mantra de que quemar contenedores no es violencia.
Vía libre para los destrozos
Toda la dureza y contundencia de las autoridades exhibida a la hora de imponer toques de queda y restricciones por la pandemia se viene abajo en la respuesta ante las manifestaciones. Las admoniciones y avisos a los ciudadanos sobre las distancias de seguridad, los perímetros, confinamientos y las limitaciones del derecho de reunión decaen ante las manifestaciones en apoyo de un tipo que propone disparar en la nuca a policías y políticos o violar mujeres y que incluso loa a Hitler para criticar la política israelí sobre Palestina.
El centro de Barcelona, las Ramblas, la Vía Layetana y el paseo de Colón, entre otras zonas de la capital catalana, fueron anoche el escenario de los principales disturbios. Los violentos no aflojan ante el cansancio de los Mossos, que doblan turnos ante la escasez de efectivos para contener una violencia desparramada por las principales localidades de la región. La Guardia Urbana de Barcelona, dirigida por el teniente de alcalde socialista Albert Batlle, salió anoche para ayudar a los Mossos. Pero no son suficientes y ni la consejería de Interior pide ayuda al ministerio de Fernando Grande-Marlaska ni el Gobierno se presta a intervenir en Cataluña.
Los violentos se han hecho dueños de las calles. Actúan a placer, desafían, acorralan y apalean a los policías con señales de tráfico. Les lanzan toda clase de objetos contundentes. Amenazan, atacan, incendian, destruyen, arrasan y saquean bienes públicos y privados sin contemplaciones. En la "guerra de Hasél" van ganando por goleada mientras los detenidos cada noche son puestos en libertad a las pocas horas.
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