El presidente de la Generalidad, Quim Torra, ni siquiera ha puesto una excusa para no asistir a la tradicional misa por la festividad de la Virgen de la Merced, patrona de Barcelona. Las relaciones con el arzobispado no son frías sino directamente hostiles. Torra no perdona que el arzobispo Juan José Omella no se haya manifestado más claramente en favor del proceso y de los golpistas presos y que tratara de mediar para que Carles Puigdemont no proclamara la república catalana.
También se le tiene en cuenta que no se haya personado en la prisión de Lledoners para rendir pleitesía a los encarcelados. De ahí que el boicot del gobierno catalán. Pero a diferencia de lo que ha hecho Torra, la consejera de Presidencia, Meritxell Budó, que debía asistir en representación de Torra, ha puesto como excusa para faltar el funeral por el padre del preso Jordi Turull, fallecido hace dos días.
Quien tampoco ha asistido a la misa es la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, si bien la primera edil de la capital catalana siempre ha hecho gala de su ateísmo y se ha limitado en todos estos años a saludar a las autoridades civiles y militares asistentes a la misa al término del oficio religioso en las puertas de la basílica de la Merced.
La misa se ha celebrado con riguroso cumplimiento de las medidas de seguridad establecidas por el coronavirus.