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El caudillismo de Puigdemont frena de momento la fusión de JxCat y el PDeCAT

El prófugo replica a Artur Mas que él no ha provocado la ruptura del espacio posconvergente pero lamina a los desafectos en su partido.

El prófugo replica a Artur Mas que él no ha provocado la ruptura del espacio posconvergente pero lamina a los desafectos en su partido.
El expresidente de la Generalidad, Carles Puigdemont. | David Zorrakino (Europa Press)

Cruce de declaraciones de guante blanco entre Artur Mas y Carles Puigdemont. La procesión va por dentro y las críticas, entre líneas. Mas aseguró este lunes que no piensa protagonizar ninguna polémica en público con su sucesor porque no lo nombró para acabar peleándose con él para solaz de sus enemigos internos y externos.

Puigdemont replicó desde Bruselas con suma suavidad a las veladas críticas de su patrocinador. El prófugo no se siente responsable de la ruptura del espacio posconvergente y considera que la fundación de Junts per Catalunya (JxCat) como partido era un paso natural y acordado en el seno del PDeCAT para provocar una confluencia de fuerzas con la Crida per la República, facción liderada por el preso Jordi Sànchez, e independientes.

El problema, según Puigdemont, es que la dirección del PDeCAT no ha cumplido el pacto de transitar hacia la nueva formación, que ha concurrido ya como marca electoral en cinco comicios. La dirección del PDeCAT, encabezada por David Bonvehí, tiene otra versión, una versión que apunta al caudillismo de Puigdemont como lastre e impedimento para la fusión. Según la dirección de la formación heredera de Convergència, Puigdemont pretende que el PDeCAT desaparezca en el seno de JxCat, que las siglas pasen a mejor vida y que no quede ni rastro que vincule a JxCat con el corrupto partido que fundara Pujol en 1974.

El nuevo Puigdemont

Tras su designación a dedo por Mas como sucesor al frente de la presidencia de la Generalidad y después de los episodios del golpe de Estado y la huida, Puigdemont ya no es el mismo tipo que se acomodaba a las decisiones conjuntas del "bunker" —nombre que utiliza él mismo en sus memorias— que dirigía el proceso separatista. Ha roto ataduras y ya no rinde cuentas con nadie más que con él mismo. No quiere someter sus decisiones al filtro de comités ejecutivos.

En el PDeCAT exigen cuotas de representación tanto en la dirección de la nueva formación como en las listas electorales, algo por lo que Puigdemont no pasa. No obstante, en JxCat dan por sentado que el PDeCAT acabará disolviéndose en la nueva formación y que Bonvehí y los suyos terminarán en el Partido Nacionalista Catalán (PNC) de Marta Pascal. En cuanto a Mas, ya dijo que su futuro no pasa por la lucha partidista sino por la representación institucional, por lo que no es relevante su militancia en un partido o en otro.

Puigdemont ha impuesto su criterio, ha sacado el rodillo y maneja el activo de ser el gran valor electoral del separatismo posconvergente, mientras que en el PDeCAT solo pueden contar con Àngels Chachón, exconsejera de Empresa y Conocimiento, un valor en alza en el nacionalismo "moderado" pero que sin la plataforma de la consejería queda muy mermada.

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