La Generalidad busca nuevo inquilino y aunque todavía es pronto para las quinielas en las siglas de Puigdemont —Quim Torra dilatará al máximo la convocatoria electoral—, su nombre siempre acaba sonando para volver a ocupar el mismo puesto del que lo apartó la CUP hace exactamente 4 años. Hasta ahora, sus intenciones no eran más que un deseo a largo plazo, pero en esta ocasión, el regreso del expresidente catalán, Artur Mas, puede convertirse en realidad en cuestión de semanas.
El 23 de febrero concluyen los dos años de inhabilitación a los que lo condenó el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña por la convocatoria y organización de la consulta ilegal del 9-N de 2014 y una vez libre de cargas económicas, Mas lleva meses moviendo hilos para escalar posiciones y que en Waterloo le designen como candidato. "Cada vez más gente me pide que asuma más responsabilidades que vuelva a la primera línea de la política", llegó a decir en una entrevista en septiembre en Rac1.
Ha sido convocado en varias ocasiones por Carles Puigdemont para tratar de poner orden en las difuntas siglas del PDeCAT pero al fugado no le acaba de convencer su perfil posibilista, próximo a fomentar el diálogo con el Gobierno de Pedro Sánchez, contrario a la vía unilateral y que no ha dudado en mostrar oposición a Torra cuando lo ha visto conveniente. La última ocasión, en una entrevista en El Periódico de Cataluña donde afirmaba que él habría salido "antes a condenar la violencia" durante los disturbios de los CDR por la sentencia del procés.
Hace unos meses dejaba claras sus intenciones: "Dije que daba un paso al lado, no un paso atrás", aunque hasta ahora ha venido jugando al despiste proponiendo nombres para el futuro del partido como el del entrenador del Manchester City, Pep Guardiola: Tengo un candidato en la cabeza, alguien que no tiene tanta tradición política", dijo en el mes de septiembre en TVE. Pero lo cierto es que nunca ha perdido la esperanza de volver y vengar a quienes se posicionaron junto a la CUP para hacerle caer.
De "la papelera de la historia" al Palau Robert
4 años han pasado desde que el diputado de la CUP, Benet Salellas —ahora abogado de Jordi Cuixart— le enviase "a la papelera de la historia". Pero Mas supo "reciclarse" y desde el día siguiente en el que entregó su acta de diputado y dejó sus funciones al frente del Ejecutivo autonómico, instaló su despacho de expresidente en el Palau Robert, un palacete propiedad de la Generalidad en pleno Paseo de Gracia de Barcelona desde donde ejerce como "consejero" de confianza de destacados dirigentes separatistas y prepara conferencias.
Fue su sucesor en el cargo, Carles Puigdemont, quien decidió instalar ahí su oficina de expresidente con tres personas a su cargo, presupuesto propio, un chófer y seguridad. Estos privilegios se deben al Estatuto de Presidente que en 2003 aprobó el por aquel entonces jefe del Ejecutivo autonómico, Jordi Pujol. Artur Mas también goza un jugosa jubilación como expresidente, unos 110.000 euros brutos anuales –el 80% de su sueldo como presidente– pero cuyos ingresos se verán reducidos a partir de 2021 hasta los 82.500 euros, cuando cumpla los 65 años. Entretanto, habrá unos meses en los que no percibirá ningún ingreso ya que al estar durante 5 años en la Generalidad solo le corresponde este sueldo durante dos años y medio.
En busca de trabajo: ni Grifols ni el Barça
El salto a la empresa privada ha sido tarea imposible para el hijo político de Jordi Pujol a quien ni siquiera sus amigos, le han querido abrir las puertas. El portazo más sonoro fue el de la farmacéutica catalana Grifols, multinacional que hasta hace 4 años dirigía su íntimo amigo: Víctor Grífols, uno de los que más presionaron públicamente a Mas para que siguiera adelante con la consulta ilegal de 2014. "Cuando se tiene claro el objetivo, no hay que espantarse de las críticas. No se arrugue", le dijo en un acto público meses antes del 9-N.
Pero cuando Mas intentó negociar un puesto de confianza con un despacho en Quebec (Canadá), el gigante farmacéutico y hospitalario decidió rechazar su incorporación porque coincidió con la etapa de relevo de dirección en la empresa familiar. Ya no era su íntimo amigo quien presidía la multinacional sino su hijo, Víctor Grífols Deu y su hermano, Ramón Grífols, que ante el temor de que la empresa pudiese sufrir boicot por su vinculación con Artur Mas y el proceso separatista, optaron por cerrarle la puerta. Desde entonces, al expresidente catalán también se le ha relacionado con el FB Barcelona donde podría haber intentado conseguir un cargo en la directiva, aunque sin éxito.
Las próximas semanas serán por tanto claves en el partido del fugado Puigdemont, que antes de escoger candidato o incluso decidir si él mismo lo intenta, tiene que determinar bajo qué nombre presentase. Con el PDeCAT en vía de descomposición, la Crida que no acaba de arrancar y JxCAT dividida en cuanto a la relación con sus todavía socios de ERC, a Quim Torra no le queda otra que retrasar lo máximo posible la fecha de las próximas elecciones a la espera de resolver estos conflictos internos. Después se activará la carrera sucesoria, y ahí entrará Artur Mas, el responsable de provocar la deriva separatista en 2012 que, 8 años después, busca culminar sus planes.