El ciclo llevaba por nombre "La alternativa cultural al Frente Popular", y la sesión celebrada este lunes 'Una toma de conciencia', por lo que el contenido de las intervenciones de los ponentes era previsible. "Buscamos una réplica al proceso de fractura en el que se halla inmersa España", explicó este lunes Manuel Marín, director adjunto del diario ABC y presentador del acto. "Estamos viviendo un alejamiento de la moderación política", "una frivolización de la libertad", prosiguió, antes de concluir con que, en definitiva, "el espacio para la proliferación de ideas se ha estrechado" en nuestro país. Ante esas perspectivas, "se hace necesaria una toma de conciencia del reto al que se enfrenta nuestra sociedad", para poder después buscar la mejor respuesta.
La intención de los presentes era, por tanto, diagnosticar eficazmente el "mal que acecha a la nación", para poder después encontrar el remedio más eficaz, siempre defendiendo "el legado humanista cristiano que indudablemente alimenta nuestra cultura, y del que venimos". Con esas premisas, la sesión reunió exclusivamente a un núcleo de representantes de la derecha política española —entre ellos al presidente del Partido Popular, Pablo Casado—, pero a ninguno de la izquierda moderada con la que, en definitiva, se busca esa recuperación del consenso político.
De los tres ponentes, por importancia y repercusión, el más destacado fue Jaime Mayor Oreja, que habló claramente de "la necesidad de tomar conciencia del proyecto político y cultural que se ha asentado en España, lo menos desde hace quince años, pero sobre todo de la urgencia de encontrarle una alternativa". Su tesis principal es que "hoy vivimos la culminación de un proceso", iniciado por el expresidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero, "que ahora ha traído este espíritu de ruptura frente al espíritu de reforma". Criticó con contundencia "el acuerdo marco entre Zapatero y ETA, que fue un mero intercambio de paz por poder", y que también "fue la iniciación de un frente que, incluyendo al independentismo catalán, tiene como único enemigo a batir al centro-derecha".
Mayor Oreja explicó que, según su punto de vista, lo que vivimos estos días es "el resumen de la historia misma del PSOE, que ya protagonizó un viraje parecido durante la Segunda República: del socialismo a la revolución", y reiteró su convicción de que todo comenzó "hace quince años, con el ocultamiento del acuerdo marco con ETA y la invención de Bildu, que no es más que una pseudometamorfosis mentirosa de ETA". Eso, subrayó él, fue el primer paso de "un proceso" en el que "se ha destruido una alternativa constitucional tanto en el País Vasco como en Cataluña. Casi no existimos ahí. Y en el que hemos vivido cómo el nacionalismo catalán ha dado un golpe de Estado. Además, en el País Vasco, Bildu tiene más de mil concejales; si esa es la derrota del terrorismo que quisieron vendernos, bendita la suerte de los derrotados", dijo. Con respecto a la situación política más reciente, explicó que "hoy también se oculta el frente que se acaba de consolidar en el gobierno", y contestó de paso unas declaraciones en las que, en alusión a él, el expresidente Zapatero había dicho que "la grandeza de la democracia es soportar a los que deliran". "Así los españoles soportamos 8 años de su gobierno", sentenció.
"La suma de una multitud de mentiras enlazadas nos ha conducido a una mentira histórica", continuó, y dejó en el aire una sentencia catastrofista: "Nos acercamos a un desenlace letal". "Nos va a gobernar un proceso, más que un gobierno; un frente asentado en la ruptura. Y la alternativa que tiene que emerger no es a un partido, o a una coalición de partidos, sino a tres conceptos que debemos tener claros: nos enfrentamos a un proceso, a un Frente Popular y a una mentira histórica".
Una "alternativa" con alusiones
La alternativa tan mencionada por Mayor Oreja podría resumirse con un: "Todo, menos la resignación". "No podemos resignarnos ante esta decadencia. Hace falta un resurgimiento". Su propuesta de resistencia iba dirigida, supuestamente, a la actuación particular y libre de los individuos, sin grandes movilizaciones políticas, pero en sus continuas alusiones al presidente del Partido Popular, Pablo Casado, pudo entreverse un mensaje distinto: "No queremos presionar a aquellos que deben consolidar políticamente esa alternativa", dijo en repetidas ocasiones, dirigiéndose a Casado, "sólo queremos ofrecer una serie de criterios"; más concretamente, que "el auténtico debate se produce hoy entre la dictadura del relativismo contra la sociedad cristiana".
Centró a partir de entonces su discurso en "la defensa de la dimensión moral que algunos quieren destruir", y analizó que "lo que pretenden es sustituir el orden de los valores cristianos por el desorden". A ese respecto, dijo que "tan equivocado sería recuperar un estado confesional —que nadie ha reclamado—, como despreciar una religiosidad de la que está impregnada nuestra historia". Por todas esas razones, consideró que la deseada alternativa "debe tener una fuerte dimensión cultural, tanto en el plano de las ideas como en el plano político". Durante su intervención dirigió también unas palabras de agradecimiento al presidente de Vox, Santiago Abascal, que no asistió por "problemas de salud", pero no hizo amagos de acercamiento a ningún representante de la izquierda.
Del 31 al 78
Los otros dos ponentes expusieron, a grandes rasgos, las mismas ideas, con ligeras diferenciaciones en sus enfoques. Alfonso Bullón de Mendoza, presidente de la Asociación Católica de Propagandistas, se centró en la "falsificación consciente, y a veces amparada por poderes políticos, del relato histórico". "Por un lado llevada a cabo por los nacionalismos periféricos y por otro centrada en una condena del franquismo como forma de lavar la cara del estalinismo que profesaron muchos durante la Segunda República". A su parecer, existen "dos manipulaciones históricas muy lesivas: unos quieren desmembrar España y otros rescatar el cainismo". Acto seguido pasó a ensalzar el espíritu de la Transición que hizo posible el resurgimiento de la democracia y de la convivencia pacífica en el país. "Olvidan los defensores de la Segunda República el fracaso de ésta a la hora de garantizar la convivencia de los españoles", dijo, "algo que sí que consiguió la Constitución del 78". Pero matizó que "en favor de la del 31 hay que decir que tenía mejor registrado el asunto territorial".
Sus palabras se centraron entonces en los años más recientes de nuestra historia política. "Tenemos una historia mucho mejor que contar que aquella Segunda República: el espíritu del 78. Pero ahora alguno que no la conoce se atreve a ponerla en entredicho", dijo. Por eso, consideró necesario "defender lo que nos une" y "elaborar una reacción cultural contra el autoritarismo".
Por su parte, Íñigo Gómez-Pineda Goizueta, presidente de la Fundación Villacisneros, habló con vehemencia de "esta hora crucial para nuestra nación, en la que debemos encontrar una respuesta necesaria ante un gobierno que sólo aspira a la destrucción de España y a la disminución de nuestras libertades". Evaluó los efectos nocivos de "la primacía del sentimentalismo sobre la razón" y explicó que, "aquello que algunos se han dado en llamar democracias sentimentales es realmente peligroso. No hay más que ver el caso de Cataluña". Pasó entonces a analizar el problema de la "educación dominada" a través de la que "están fanatizando a los jóvenes" en algunas Comunidades Autónomas, y concluyó que "a estas alturas es evidente que la cesión de las competencias en educación fue un grave error".
"Los sucesivos gobiernos, y aquí nadie se salva", prosiguió, "han ido abandonando paulatinamente a algunas comunidades, cediéndole todo el poder a los nacionalistas". Y, por eso, expresó que "todos somos responsables del deterioro de nuestra nación". Como respuesta, subrayó el deber de todos los individuos de convertirse en "agentes activos para sacar a España de la postergación". Analizó que "aunque es reconocido que en el consenso está la virtud, a veces hay que saber decir 'no'". Criticó que "las élites económicas también han fallado", ya que "ningún interés empresarial debería estar por encima del bienestar de la patria". Y concluyó con que "la sociedad civil debe ser parte de la solución: no amedrentándose, alzando la voz ante los que intentan silenciarla, y combatiendo la corrección política con la que algunos censuran a los que piensan distinto, sin acobardarse".