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La abstención, los sobres vacíos y las 'gamberradas': votos perdidos para el cambio

No cabe la neutralidad: los votos que no se destinen específicamente a apoyar el cambio en Andalucía son votos perdidos.

No cabe la neutralidad: los votos que no se destinen específicamente a apoyar el cambio en Andalucía son votos perdidos.
Una persona votando. | EFE

En 2004 casi millón y medio de andaluces se abstuvieron y alrededor de 90.000 optaron por los votos en blanco o nulos. Juntos sumaron 1.520.000 sufragios perdidos. En 2008, la abstención subió a 1.702.8162, con un leve descenso de votos blancos y nulos, que se quedaron en unos 75.000, pero sumados los votos perdidos se contaron casi 1.800.000.

La tendencia abstencionista se acentuó en 2012, el año de la supuesta victoria del PP de Javier Arenas que finalmente no fue tal. Entre abstenciones y votos en blanco o nulos se perdieron más de 2.400.000 votos. Un poco menos de abstención, pero casi el doble de votos en blanco y nulos hizo que, en las últimas elecciones andaluzas de 2015, la cantidad de votos perdidos para el cambio fuese casi la misma, 2.360.0000.

En estas elecciones, los votos perdidos para el cambio pueden ser muchos, casi el doble de los votos que obtenga el partido más votado o casi la misma cantidad de votos que la lograda por los dos principales partidos. En 2015, el PSOE andaluz obtuvo 1.400.000 votos y uniendo a sus votos los 1.064.000 del PP, apenas superaron los 2.360.000 votos perdidos entre abstencionistas, votantes en blanco y votos nulos.

Tanto la abstención como el voto en blanco indican que la democracia como sistema político o esta forma de democracia en concreto no interesa a quienes ejercen su derecho ciudadano de ese particular modo. Aunque creen no elegir con tales actitudes, en realidad sí lo hacen puesto que sus votos no suman ni para el cambio ni para la continuidad del PSOE. El claro beneficiario, globalmente considerado, siempre, en una u otra forma, es el partido que está en el poder y, a veces, los partidos mayoritarios.

Tensión entre bloques

En esta convocatoria electoral, la tensión entre ambos bloques, el del cambio y el del régimen apoyado en el futuro por Podemos+IU es de tal nivel que hasta quienes hasta ahora defendían el voto en blanco, desde atalayas prestigiosas de periodismo crítico, se han inclinado por apoyar el voto del cambio. En la principal de ellas, puede leerse que: "Que cada cual vote lo que su conciencia le dicte, pero que ningún demócrata o persona de bien con dignidad, rebeldía y coraje vote el pasado. La única certeza que cabe ante las urnas abiertas es que el socialismo reinante es tan mediocre, vulgar e injusto que cualquier cambio será positivo y esperanzador". Esto es, voto por el cambio.

Sin embargo, inesperadamente, la voz del granadino Spiriman, el médico Jesús Candel, en su estilo, habitualmente descortés, ha sorprendido a todos con su llamamiento al voto nulo. Él y los spirimen, la guardia pretoriana de su plataforma Asociación por la Defensa de la Sanidad, presentes asimismo en la revista digital El demócrata liberal, solicitan el voto en blanco aunque esconden su llamamiento bajo el truco de una opción personal.

Resulta curiosa esta toma de posición en pleno proceso electoral de uno de los enemigos declarados de Susana Díaz, con la que mutuamente ha intercambiado querellas incluso en el Tribunal Supremo. Y es curiosa y sorprendente –habrá quien la considere además sospechosa–, por dos razones.

La primera porque siendo como es su Asociación una organización de carácter sectorial y limitada a la defensa de la sanidad, su decisión de pedir el voto nulo afecta a todos los ámbitos de la vida política, económica y social andaluza, desde los impuestos de sucesiones y su presunta bajada, hasta la reforma de la educación pasando por la lucha contra la corrupción y así sucesivamente, aspectos sobre los que tal Asociación no tiene ni idea clara ni proyecto alguno. A todas luces, parece un exceso político con poco que ver con la Sanidad.

¿Todos son corruptos?

El argumento de que todos los partidos son corruptos como razón del voto nulo es una generalización que oculta una intención expresa y preferente por la acción callejera, el rosario de manifestaciones, sobre todo en Granada, que han criticado el actual modelo de la sanidad pública andaluza con notable éxito, pero limitado a ese sector de la vida autonómica. Lo que no se sabe es cómo desde la calle, simplemente y sin más aditamentos, puede cambiarse algo en el marco constitucional de 1978.

En la historia de España la actitud de desprecio por las urnas "burguesas" entonces y "corruptas" ahora, fue siempre vencida por la utilidad política básica. Los principios de la CNT-FAI, paladín de la abstención en cualquier tipo de elección parlamentaria, fueron traicionados por sus propios partidarios en las elecciones de febrero de 1936. No pudieron resistir la presión de quienes pedían el voto útil para que el Frente Popular eliminara a las derechas del mapa español con el resultado de todos conocido.

La segunda razón es que con este llamamiento se apoya inequívocamente, no el voto gamberro, que también podría ser porque hay gente pa tó, sino el que los miles de votos nulos que logre reunir Spiriman y sus fieles, no engrosen las filas del voto del cambio, esto es, del voto al PP, a Ciudadanos y a Vox. Dicho de otra forma, la proporción del voto susanista e izquierdista en general será mayor y, en consecuencia, se favorecerá que la sanidad enferma de la que adolece Andalucía y todos los demás males que padece esta tierra sigan como están, o peor, cuatro años más.

Entre los argumentos por el voto nulo destaca uno bien llamativo por lo falaz. Se arguye que el voto nulo no computa a los efectos del cálculo de los escaños (Ley D’Hont), y por tanto no beneficia ni perjudica a los partidos que se hayan presentado a las elecciones. Pero la realidad es que el voto nulo sí influye en el resultado electoral porque no se suma a los votos que desean el cambio pudiendo impedirlo si las diferencias no son extremas. Por todo ello, se termina favoreciendo a quien ha sido durante años el objeto de las obsesiones, campañas y ataques del propio Spiriman, la mismísima Susana Díaz.

Además, la teatralización pureta de que todos los partidos son perversos conduce a la melancolía de la complicidad con el partido dominante en Andalucía. Que no gusten algunos o muchos comportamientos de los actuales partidos o no se simpatice con las leyes electorales o no guste demasiado el actual modelo democrático, no anula la evidencia de que hay males mayores y males menores.

En estos momentos, el mal mayor es la persistencia del dominio socialista sobre Andalucía, tras casi 40 años de gobiernos hegemónicos en municipios, diputaciones y Junta de Andalucía con un resultado funesto: atraso general, corrupción más que extensa y ocupación partidista y sectaria de instituciones sin contar con el Derecho en demasiadas ocasiones. No saber distinguir entre el mal mayor y un bien menor, que sería la victoria de los partidos que impulsarían un cambio, evidencia una ceguera histórica o un fulanismo personalista de corto recorrido.

Si algunos de estos votos nulos fueran decisivos para la continuidad de Susana Díaz al frente de la Junta y hubieran servido para frustrar el cambio, Spiriman tendrá que dar explicaciones y asumir su responsabilidad.

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