Puigdemont está "decepcionado" con la Unión Europea. Sus principales líderes le han defraudado. Sinceramente, esperaba más de Europa tras el referéndum ilegal y la proclamación de independencia unilateral. El prófugo ha expresado sus sentimientos en una entrevista en la radio pública belga, RTBF. En tono quejumbroso, el expresidente de la Generalidad ha admitido que es "evidente" que las instituciones europeas han dado la espalda a lo que Puigdemont llama "la causa catalana".
El líder separatista con residencia en Waterloo no es muy optimista en relación con el papel que la UE en el futuro y lamenta su silencio respecto a los "derechos fundamentales". Puigdemont insiste en que España no es un Estado democrático y en pedir la mediación de Donald Tusk, presidente del Consejo Europeo, que en su opinión es el único mandatario que al hablar de la crisis en Cataluña lo ha hecho con "respeto".
También censura que Europa no amonestara a España por la supuesta brutalidad policial durante el 1-O y mantiene que el expediente catalán no es un asunto interno sino un "problema europeo". Además está molesto porque en Bélgica se cuestione su actividad política. Se le ha llegado a decir en un plató de televisión que debería haber hecho como Junqueras y asumir sus responsabilidades ante la Justicia después de haber proclamado la independencia.
Proyectos encallados
Tampoco acaban de cuajar sus planes de partido con la Crida Nacional per la República ni con el "Consejo de la República" que había de dotar de contenido al presidente de la Generalidad republicana en el "exilio". Gobierno y Govern negocian abiertamente sobre miles de millones, se multiplican las voces socialistas que presionan a los jueces por los golpistas en prisión provisional y Puigdemont pierde pie y protagonismo.
Tras la euforia por sus victorias judiciales ha pasado a mostrarse cada vez más sombrío. Coincide con Sánchez y Borrell en que costará un par de décadas resolver la crisis y se muestra dispuesto a pasar muchos años en el exilio. Incluso asegura estar preparado para la cárcel en España, dice en el libro La crisis de Cataluña, una oportunidad para Europa.
Para lo que no estaba preparado, al parecer, era para el silencio de Europa. Está como cuando el consejero Comín dejó a la vista los mensajes de móvil en los que Puigdemont se mostraba hundido y derrotado. "Esto se ha terminado, los nuestros nos han sacrificado", escribía a finales de enero.
Ante quienes critican su extravagante periplo europeo tras la fuga, Puigdemont les dice que si estuviera en la cárcel no podría difundir la causa catalana. No ha hablado con Junqueras desde que se despidiera de los miembros de su gobierno con un "mañana, todos en los despachos". El último palo es que el PDeCAT ya no se va a diluir así como así en la Crida Nacional per la República. Hace unas semanas las siglas eran tóxicas. Ahora es Puigdemont quien está descolocado y triste por la vieja e insensible Europa y el PDeCAT prefiere alejarse de él para ver si consigue reingresar en el partido liberal europeo.