De los 869.000 afiliados largos que dicen los jerarcas del PP nacional que tiene el partido, casi 170.000 son andaluces. Esto es, casi el 20 por ciento. Sin embargo, en el Congreso las fuerzas no se corresponden directamente con el nivel de afiliación. De los 2.612 compromisarios que deberán ser elegidos para el próximo congreso, sólo 475 serán andaluces y representan sólo el 18 por ciento. Poco más de uno de cada seis. De todos modos, un peso considerable.
En una organización tan vertical y tan poco democrática en su interior como el PP, donde el dedo de los jefes nacionales, regionales y locales no ha tenido en cuenta los votos de las personas hasta hace bien poco, fue posible que Mariano Rajoy nombrara a dedo a Juan Manuel Moreno, el candidato sugerido por Soraya Sáenz de Santamaría con el apoyo necesario de Javier Arenas; frente al candidato de María Dolores Cospedal y del entonces presidente del PP andaluz, Juan Ignacio Zoido, José Luis Sanz, actual alcalde de la localidad sevillana de Tomares.
Aquella decisión no tuvo más remedio que ser acatada, pero no fue aceptada por muchos. Ahora ni siquiera está ya Rajoy, el autor del dedazo, lo que complicará el futuro de Moreno.
Naturalmente, Moreno tiene un peso importante dentro de la organización porque es el presidente de un partido jerarquizado, pero no tiene la autoridad ni moral ni política necesaria para imponerse de forma contundente en las ocho provincias andaluzas que, por cierto, presentan un panorama bastante dividido internamente.
Las principales opciones son Soraya Sáenz de Santamaría y María Dolores Cospedal, si bien Pablo Casado podría tener su oportunidad según la limpieza con que se desarrolle la campaña, según el apoyo que le preste su "amigo" Moreno y según el juego de las alianzas.
Nadie duda de que el actual presidente del PP andaluz influirá de forma insistente para que se imponga Santamaría, pero no controla de modo esencial la militancia de base en ninguna provincia.
Tan es así que fuentes solventes de sus críticos han denunciado que se ha pasado a los trabajadores de las sedes del partido y del Parlamento andaluz una hoja de apoyo-aval a Soraya Sáenz, que ha debido ser firmada sí o sí. Eso explicaría que esta candidata no haya querido presentar el número de sus avales.
Sevilla, la provincia más importante, está desgarrada entre los partidarios de unos y otros tras un congreso propio que fue denunciado por los perdedores ligados a Juan Ignacio Zoido ante las maniobras del sector arenista. Es más, las acusaciones mutuas no han cesado.
Acusaciones tenebrosas
Una, más que curiosa, e incluso tenebrosa, la lanzó el actual candidato a la alcaldía de Sevilla, Beltrán Pérez, en el sentido de sentirse espiado por los ministerios de Defensa e Interior. Naturalmente, no mencionó ni a Soraya Saénz de Santamaría ni al CNI. Los críticos guardan silencio, pero no están quietos.
Las contradicciones son abundantes porque, por poner un ejemplo, la secretaria general de la provincia, Virginia Pérez, es afín a Santamaría pero no es una fervorosa morenista, ya que éste la dejó en evidencia durante la crisis sevillana.
En Huelva, poco se conoce de lo que las bases piensan, pero es evidente que la presencia de la exministra onubense Fátima Báñez, que antes de ministra fue la mujer de confianza de Teófila Martínez, exalcaldesa de Cádiz, crítica con las formas de Arenas pero fiel al aparato del partido, ya ha hecho posible que su presidente, Manuel Andrés González, haya expresado su preferencia "personal" por Santamaría aunque dejando un florero de elogios para Cospedal, por si acaso.
En Córdoba, su presidente Adolfo Molina, consciente de que el peso pesado del PP cordobés es Juan Antonio Nieto, hasta hace días mano derecha de Juan Ignacio Zoido en el Ministerio del Interior, sólo ha querido dar una imagen profesional ante un proceso electoral en el que se elegirá directamente al presidente/a del PP y a los compromisarios. En cualquier caso, y teóricamente, Córdoba es una provincia propicia a la candidatura de Cospedal.
En Jaén, la división interna fue tan evidente que la animadversión de su expresidente, José Enrique Fernández de Moya hacia Juan Manuel Moreno, provocó la celebración de un escandaloso congreso provincial donde ganó el propio de Moya, luego mano derecha de Cristóbal Montoro en el Ministerio de Hacienda. Tanto Montoro como él mismo parecen decantados a favor de Soraya Sáenz, pero no son muy amigos de Juanma Moreno.
Como consecuencia del enfrentamiento abierto Juanma-José Enrique se inició una hégira popular hacia Ciudadanos en no pocos municipios. Demasiada ambigüedad para predecir qué podría ocurrir cuando los votantes depositen su papeleta en las urnas con cierta libertad cuando menos.
En Málaga, patria chica de Juan Manuel Moreno que controla en su nombre su delfín Elías Bendodo, que manda en el PP y en la Diputación Provincial, parece sencilla la deducción de que será Soraya Saénz la que obtenga un respaldo mayoritario, pero no hay que olvidar que la oposición interna a Juan Manuel Moreno no es baladí y que la independencia real del alcalde de la capital, Francisco de la Torre, no demasiado amigo de Arenas ni de Moreno, puede originar sorpresas. El PP de Marbella ya se ha manifestado en favor de Soraya, pero habrá que ver.
En Granada, el PP está dividido como consecuencia de la enemistad, ya visceral, entre el antiguo líder, Pepe Torres, exalcalde, ahora imputado en un proceso judicial y el actual presidente provincial del partido, Sebastián Pérez. Si por este fuera, probablemente la provincia de decantaría por quien fuese realmente favorito/a pero hay mucho voto suelto influido por la dirección histórica del PP granadino.
En Cádiz y Almería, la presencia de dos presidentes arenistas de toda la vida, Antonio Sanz, ex delegado del gobierno en Andalucía, y Gabriel Amat, alcalde de Roquetas, presidente de la Diputación y factótum atávico del PP en la zona, parece haber menos dudas de la preponderancia sorayista.
¿Puede controlarse la elección de candidatos?
En los avales sí ha podido haber alguna presión de los dirigentes del PP en favor de sus candidatos preferidos a todos los niveles. El caso de los avales forzados por Soraya Sáenz en las sedes del PP andaluz lo atestigua. Pero la libertad de elección puede tener como consecuencia una sorpresa de la que seria beneficiaria María Dolores Cospedal que, según dicen a Libertad Digital fuentes andaluzas, cuenta ya con el apoyo del PP gallego que dirige Alberto Núñez Feijoó.
En realidad, estamos ante una doble elección poco controlable. La directa, de los afiliados con las cuotas pagadas y oficialmente reconocidos, primero, y la de los compromisarios elegidos en las provincias que acudirán al congreso donde se elegirá definitivamente la nueva presidencia después.
Entre ambos procesos podría haber discrepancias porque el modelo así lo permite. Por ejemplo, en las pasadas elecciones provinciales directas de Jaén, ya celebradas con este modelo, salió elegido mayoritariamente un candidato que luego perdió el congreso porque su oponente tuvo más compromisarios, que son los finalmente decisivos.
Las ocho provincias andaluzas tienen que votar por las diferentes candidaturas en votación secreta y personal de los afiliados reconocidos, flanco que podría ser penetrado por los poderes locales añadiendo o quitando afiliados con diferentes métodos. Y, además, estos mismos electores de las ocho provincias, en el mismo acto electoral, tienen que elegir a los compromisarios que participarán en el congreso de 21 y 22 de julio.
Tomemos por ejemplo la provincia de Córdoba, a la que corresponden 46 compromisarios de los 475 que tiene Andalucía. 6 de ellos son miembros natos porque forman parte de la Junta Directiva Nacional. 37 de ellos serán elegidos por los municipios cordobeses según el número de sus afiliados. Los 3 que faltan son elegidos por Nuevas Generaciones del PP. Ya se ha decidido qué pueblos pueden elegir compromisarios y su número, algo que se definirá el próximo 5 de julios en las urnas habituales.
Puede ser más fácil influir en los seis miembros natos y tratar de captar el voto de los compromisarios de Nuevas Generaciones, pero no parece sencillo intervenir en el proceso de votación de los municipios, donde la inclinación de los líderes locales puede determinar el sentido de muchos votos y/o cambiarse cuando vayan conociéndose las relaciones de fuerza establecidas.
En el caso de la elección directa de los candidatos que se presentan a nivel nacional, el umbral de la influencia es mucho más infranqueable para cualquiera de los candidatos si bien esta no será la votación decisiva, que dependerá realmente de la votación de los compromisarios en el congreso nacional de julio.
En todas las sedes afectadas habrá dos urnas. En una se votará a los diferentes candidatos y en la otra, a los compromisarios al Congreso. Si un candidato supera el 50 por ciento de los votos y logra una diferencia de 15 puntos respecto al segundo, no habría segunda vuelta. De no conseguirse tales cifras, habrá segunda vuelta hasta que se imponga un solo candidato. En la segunda urna, se votarán los compromisarios.