Mariano Rajoy intentó mandar un mensaje de firmeza y rapidez en la lucha contra la corrupción. Antes incluso de que lo formalizara el Comité de Derechos y Garantías, Fernando Martínez-Maillo anunció la suspensión cautelar de Eduardo Zaplana, quien fuera presidente de la Comunidad Valenciana. Esto es, su expulsión del partido. Otro mazazo para el PP, en plena votación de los Presupuestos Generales del Estado. "No hay semana tranquila", constató resignado un diputado. "No es un buen momento. Si dijera lo contrario mentiría y a mí no me gusta mentir", reconoció Isabel Bonig en esRadio.
La detención de Zaplana provocó la inmediata depresión del partido del que ya no es afiliado. El PP vive desde hace semanas de sobresalto en sobresalto. Confirmada la noticia, en Génova llegaron a la conclusión de que había que actuar de inmediato, sin contemplaciones. En Valencia coincidieron, y se apresuraron a informar de que se le abría un expediente informativo y se emplazaba a su suspensión. "Saldrán del partido todos los cargos que sean detenidos", afirmaron, como también Joaquín Miguel Barceló. Tras hablar con Rajoy, el coordinador general confirmó la la decisión "drástica y difícil" en los pasillos del Congreso.
"El PP está comprometido en la lucha contra la corrupción" y "nadie es detenido por casualidad", destacó el número tres del PP, que se alejó todo lo que pudo de Zaplana. Adujo que lleva 10 años apartado de la primera línea de la política, que ya no ostentaba ningún cargo en la estructura nacional o regional de la formación. "Le veíamos en actos sociales", explicó un miembro de la dirección valenciana. "¿Quién es Zaplana?", ironizó un parlamentario del PP, para a renglón seguido añadir que "al final solo va a quedar Rajoy".
Los cargos de la formación consultados por este diario reconocieron que "así es imposible" tomar impulso político. Zaplana no es "un cualquiera". En la Cámara Baja, dirigió "con mano de hierro" el grupo parlamentario con Rajoy ya al frente del PP. Fue ministro de José María Aznar -"es una pena", deslizaron desde FAES- y el todopoderoso presidente de la Comunidad Valenciana. "Su influencia en el PP valenciano ha perdurado a lo largo de los años", apuntaron las fuentes populares. Este martes, sus amigos guardaron silencio. Ni un mensaje de apoyo.
Desde Génova, se intentó vincular al exministro con Albert Rivera distribuyendo una fotografía de ambos en el Club Siglo XXI. Y, a micrófono cerrado, algunos sugirieron que "todo el mundo sabía los tejemanejes" del protagonista, que siempre negó toda irregularidad. "Que actúe la justicia", zanjó María Dolores de Cospedal. A Rafael Hernando le preguntaron si se siente decepcionado con Zaplana. "Yo no tengo sentimientos de ese tipo", contestó.
En el PP valenciano la jornada fue aciaga. "¿Otro?", se preguntó Bonig, tras conocer la noticia. En el programa de Dieter Brandau, Bonig reconoció el drama que supone para los suyos y no escondió su "desasosiego" e "inquietud" ante lo hecho por altos cargos que "no estuvieron a la altura". Con Zaplana, 3 de los 4 presidentes valencianos del PP ya han sido investigados o condenados por presunta corrupción. La actual líder regional se comprometió a intentar que "los militantes no sientan vergüenza" en el futuro.
El problema, según un miembro de la dirección nacional, es que "vendrá más". "Estamos resignados", insistieron las fuentes consultadas. En Génova ya están a la espera de la sentencia del caso Gürtel, que podría saberse esta misma semana. "Eso de ser partícipe a título lucrativo parece que es un delito, pero ser condenado por algo que no conocía no puede merecer el mismo reproche que ser condenado por algo que sí conocía y en lo que había participado o encubierto", contestó recientemente Rajoy en una entrevista en Antena3, tratando de minimizar su impacto. "No hay semana tranquila, siempre hay algo que devuelve la corrupción a la primera plana", resumió un parlamentario, apesadumbrado. "Una fiesta", según un interlocutor directo del presidente.
Rajoy, que llegó a última hora de la tarde al Congreso para votar las cuentas públicas, guardó silencio sobre Zaplana. Incluso llegó a utilizar un acceso diferente al habitual para esquivar a los periodistas y, durante casi media hora, improvisó una reunión con su núcleo duro en los pasillos de la Cámara. A la salida, pasadas las diez de la noche, tampoco quiso atender a los informadores.