Mariano Rajoy intentó disipar las dudas sobre su política antiterrorista. "ETA puede anunciar su desaparición, pero no desaparecen sus crímenes ni la acción de la justicia para perseguirlos y castigarlos", anunció poco antes del último comunicado de la banda. No todos en el partido creen en su rectitud. "Esto está pactado desde el primer momento", alertó Jaime Mayor Oreja, hoy muy alejado de la dirección nacional, en esRadio. "Nuestro votante no nos perdonaría" que hubiera contrapartidas, en palabras de un barón autonómico.
Oficialmente, el Gobierno negó cualquier tipo de concesión ahora o en el futuro. "La única política de futuro en materia antiterrorista, como siempre, es aplicar la ley, que para eso está. Y que nadie se llame a engaño", subrayó el jefe del Ejecutivo, y se hizo la foto con guardias civiles en Logroño. Juan Ignacio Zoido, el titular de Interior, lleva días pronunciándose en términos parecidos. Si bien, Íñigo Urkullu, que tiene interlocución directa con el presidente, declaró en El País: "Rajoy es sensible a un cambio en la política penitenciaria".
Según Moncloa, esa posibilidad no estuvo encima de la mesa durante la negociación de los Presupuestos Generales del Estado. Pero el runrún está ahí. Entre las víctimas del terrorismo y también en las filas populares. De hecho, algunas fuentes en el Gobierno no descartan gestos en el futuro y con mucha cautela. Tampoco algunos cargos del PP vasco, pero no a corto plazo. Borja Sémper lo sugirió públicamente, aunque fue rápidamente desautorizado por Génova. "Ni acercamiento de presos ni cesión de la Seguridad Social", afirmó con rotundidad Pablo Casado en fechas próximas.
Este jueves, una vez más, el discurso público del Ejecutivo no cambió. Rajoy se adelantó al mensaje de los etarras para dejar clara su postura. "No habrá impunidad", se comprometió. Y se dirigió a las fuerzas de seguridad: "Ustedes defienden la legalidad y la democracia". También agradeció su labor a jueces y fiscales, que "han acorralado" a ETA hasta obligarla a reconocer su fracaso. Mientras, Alfonso Alonso, el líder de los populares vascos, volvió a ponerse el lazo azul. Y cargó contra el PNV, cosa que no hizo su jefe de filas. "Que apaguen esa vela que ponen al diablo", dijo.
"Si empieza un goteo de presos etarras camino a cárceles del País Vasco nos podemos dar por acabados. Nuestro votante no nos lo perdonaría", reaccionó un líder territorial, preguntado por un posible acercamiento. "Si queremos seguir dando votos a Ciudadanos, que cambien la política antiterrorista", se sumó un alto cargo del PP de Madrid. Desde Génova insistieron en que no habrá concesiones y ensalzaron el papel de las víctimas, algunas de las cuales hoy también recelan de los planes de Rajoy.