Los debates electorales suelen ser un espectáculo deprimente porque permiten comprobar a los votantes el nivel de los candidatos a los que van a entregar su confianza. Si la decisión se adoptara únicamente en función del desarrollo de estos debates ganaría las elecciones el voto en blanco. Afortunadamente en democracia no se vota a favor del mejor partido, sino en contra del más nocivo para los intereses de cada uno y esto último sí es algo que se puede discernir adecuadamente viendo a unos y otros lanzarse diatribas en un espacio de televisión.
Pero lo que ponen de manifiesto estas elecciones catalanas, además del nivel bochornoso de la mayoría de sus protagonistas, es la concertación de voluntades, a uno y otro lado de su amplísimo espectro político, para perpetuar precisamente aquello que ha convertido a Cataluña en un lugar ingobernable, sometido al dictado de una burguesía cleptómana y donde los derechos de la mayoría son pisoteados con total impunidad.
¿Cómo entender, si no, que en el apartado dedicado a la educación ninguno de los siete candidatos pronunciara una crítica, siquiera leve, a la persecución permanente de las familias de los niños castellanohablantes, a pesar incluso de las abundantes sentencias judiciales que declaran vulnerado el derecho constitucional a educarse en español? ¿Cómo interpretar que a la hora de tratar los problemas de la enseñanza pública en Cataluña ninguno denunciara que los manuales y los planes de estudio inoculan a los niños el odio a España con carácter transversal? Tan solo Albiol mencionó este asunto, pero únicamente para decir que hay casos de adoctrinamiento político si bien de carácter muy puntual. El complejo de los políticos no separatistas es tan acusado que el candidato del PP ponía juntas las manos en gesto de pública contrición cuando los separatistas protestaban por sus palabras, porque ningún buen catalán puede admitir que algo en Cataluña funcione peor que en el resto del Estado español.
De creer anoche a los candidatos a presidir la Generalidad, el único problema de la educación en Cataluña es que hay niños que estudian en aulas prefabricadas. Albiol también parece haber detectado algún caso de adoctrinamiento, pero de carácter marginal. Eso en una región donde niños de infantil cantan en el patio a favor de la liberación de los "presos políticos", se persigue a los niños cuyos padres quieren para ellos una educación en español, se insulta a los hijos de los guardias civiles y a los más mayorcitos se les lleva con banderas esteladas a participar en manifestaciones ilegales a favor de la independencia.
El decorado de La Sexta para la ocasión fue un fondo de garabatos de colorines sobre un fondo en blanco y negro. Una estética muy apropiada para un debate en el que los intervinientes se perdieron en embrolladas líneas argumentales para no entrar en lo esencial. Ni los independentistas mencionaron la independencia ni los constitucionalistas la necesidad de desmontar un régimen nacionalista fundamentado en una inexistente superioridad.
A la vista del debate de anoche, los siete partidos principales que concurren a las elecciones catalanas están de acuerdo en preservar la política lingüística Pujol y exigir más privilegios financieros a costa del resto de españoles. Tal vez sea la única manera de ganar votos en Cataluña, pero también es la muestra más evidente de la enfermedad moral de toda una sociedad.