Tras la apertura solemne de la XII legislatura, el Rey Felipe VI tenía otra cita singular anotada en su agenda del jueves 17 de noviembre: la entrega en Barcelona de los premios de la patronal catalana Foment del Treball Nacional. Una cena con el presidente de la Generalidad, Carles Puigdemont, y con Soraya Sáenz de Santamaría, vicepresident del Gobierno. En presencia de la flor y nata de la clase empresarial catalana, con Joan Rosell, presidente de la CEOE, y Joaquim Gay de Montellà, de "Foment", como maestros de ceremonias.
Se esperaba que el presidente de la Generalidad hiciera alusión al proceso separatista, pero no la contundencia con la que se empleó Puigdemont para definir España y el Estado español como lastres de una economía y sociedad catalana que superan en todo a la economía nacional y a los españoles, sea en productividad, innovación, formación o tecnología.
El líder nacionalista describió una Cataluña idílica frenada en sus grandes posibilidades por la intolerancia e incomprensión de España, por la denominada "judicialización" del proceso y por atávicos recelos del Estado en relación a la "pujanza" catalana. Comenzó hablando de los benéficos efectos de los Juegos Olímpicos del 92 sobre el "Estado español" -Ferrer Salat da nombre a los premios de honor de la patronal catalana- y pasó a dar cuenta de unas estadísticas infladas sobre el peso de Cataluña en la economía española y un supuesto milagro económico autóctono: "El 16% crea el 20% del PIB. Cataluña lidera la creación de empleo y la reducción del paro. Contamos con el 45% de las multinacioniales instaladas en España, somos líderes en la constitución de empresas, en las exportaciones, tenemos el 31 por ciento de la inversión extranjera".
"Negligencia del Estado"
Tras la exhibición de poderío, Puigdemont remachó que "todo esto lo hemos sabido hacer sin una política fiscal y laboral propia y con un Estado en contra, que torpedea nuestras iniciativas internacionales. ¿Se imaginan dónde podríamos llegar con el control de los aeropuertos o el corredor mediterráneo?". También acusó al Estado de "desoír a los catalanes", de no ser democrático, de menoscabar las oportunidades de los ciudadanos, de "negligencia" con Cataluña y de no invertir en las infraestructuras necesarias.
El discurso de Puigdemont dejó helados a numerosos asistentes al evento, que calificaron la intervención con epítetos como "arenga", "mitin" y "soflama".
El siguiente en intervenir y cerrar los parlamentos oficiales fue el Rey, que se ciñó al discurso previsto y pasó por alto los ataques directos del presidente de la Generalidad. Felipe VI se congratuló por la apertura oficial de la XII legislatura, ya que juzgó que "es imprescindible para la estabilidad económica" y después glosó los beneficios de la internacionalización de la economía y de la formación. Leyó en catalán un treinta por ciento del discurso, la parte dedicada a los premiados por Fomento, los supermercados Condis y los embutidos Salgot, entre otros, así como los galardones de mérito en recuerdo a Carlos Ferrer Salat al presidente del consejo de administración de Seat, Francisco Javier García Sanz, "empresario del año" al que el Rey se refirió como Paco, y a Javier de Godó, editor de La Vanguardia, por su "trayectoria empresarial". Felipe VI, habló de Godó como "exponente de la tradición empresarial", lo presentó como empresario y conde, pero eludió referirse a su condición de Grande de España otorgada por el Rey emérito, don Juan Carlos.
En la cena, Puigdemont se sentó a la izquierda del Rey y Sáenz de Santamaría, que no intervino en los parlamentos, a su derecha. Es la primera vez que la vicepresidenta del Gobierno visita Cataluña tras asumir la carpeta del expediente separatista, ya sin la competencia del exministros de Exteriores José Manuel García-Margallo.