Ada y la Diada
Cayetana Álvarez de Toledo masacra el artículo sobre la Diada que Ada Colau publicó en El País.
La presidenta de la plataforma Libres e Iguales, Cayetana Álvarez de Toledo, ha publicado en su web un fisking –un texto en el que se desmenuza otro texto- del artículo que publicó este sábado en El País la alcaldesa de Barcelona. Por su interés, lo reproducimos a continuación. Los comentarios de Cayetana van en cursivas y entre corchetes.
Mañana, con motivo de la Diada, miles de catalanes volverán a expresar en las calles su voluntad de decidir libremente su futuro y su deseo de independencia frente a un estado que ignora sus derechos y libertades nacionales. [Los catalanes, como tales, no tienen derechos y libertades nacionales. Lo que tienen son derechos y libertades que el Estado español, en tanto que Estado democrático y de Derecho, garantiza a todos los ciudadanos desde 1978.] No se cansen en contarlos, serán muchos. Quizás sean más o quizás menos que en los últimos cuatro años. [Serán menos, pero eso es irrelevante. Aunque fueran mayoría, no podrían imponer una reforma unilateral del sujeto constituyente. En democracia, todos los dueños de la soberanía tienen el mismo derecho a opinar.] En cualquier caso, volverán a ser un número suficiente para que cualquier gobierno con vocación de escuchar a la ciudadanía los tenga en cuenta. [Claro que hay que escucharles. Como hay que escuchar a los catalanes que quieren seguir siendo españoles y europeos, y al conjunto de los españoles, que por y para algo son soberanos.] Por desgracia, no será el caso del presidente en funciones. Ya podemos avanzar su respuesta: alabanzas a la "inquebrantable unidad de España" y firmeza para hacer frente al "desafío secesionista". [La unidad de España no es inquebrantable. Pero, al tratarse de una democracia, esa unidad sólo puede modificarse por los procedimientos legalmente establecidos. En cuanto a la actitud del presidente en funciones, ojalá su firmeza no sea, como hasta ahora, puramente retórica.]
El inmovilismo crónico de Rajoy [es cierto que Rajoy ha sido inmovilista, pero no precisamente en perjuicio del nacionalismo.] ha alimentado el mantra de "España es irreformable" entre algunos sectores del independentismo. Se trata de un argumento que no comparto, y que desde un punto de vista ético [el punto de vista ético de quien ha convertido el ayuntamiento de Barcelona en una agencia de promoción personal y colocación de afines es ciertamente discutible] siempre me ha parecido reaccionario. [Lo verdaderamente reaccionario es anteponer sentimientos identitarios a la libertad, la igualdad y la convivencia pacífica.] ¿Quién puede negar a una comunidad política la capacidad y el derecho a ser transformada y mejorada mediante el ejercicio de la democracia y la participación ciudadana? [Nadie, claro. Pero eso no es lo que reclaman los asistentes a la manifestación de la Diada, sino exactamente lo contrario. Lo que exigen es el derecho a quitar a sus conciudadanos el derecho a transformar y mejorar su comunidad política mediante el ejercicio de la democracia y la participación ciudadana.] En cambio, quien sí se ha revelado cómo irreformable es la derecha española, que a lo largo de 150 años ha sido incapaz de desprenderse de una visión centralista, homogeneizadora y trasnochada de España. [Aquí se unen el viejo sectarismo de un sector de la izquierda española, empeñado en identificar al PP con Franco, y una ignorancia oceánica sobre la evolución de la derecha española y la historia de España en general. La derecha decimonónica era foralista y la izquierda, lo contrario. Por no hablar de la CEDA durante la Segunda República y de la derecha desde 1978 hasta hoy. No es que el PP sea férreamente autonomista. Es que incluso ha participado activamente en la centrifugación del Estado: transferencia de competencias básicas, incumplimiento de sentencias judiciales, Estatuto valenciano con su célebre Cláusula Camps, realidad nacional andaluza…] Cada vez que Rajoy amenaza a las instituciones catalanas con medidas penales, no está insultando sólo a los representantes del pueblo catalán, sino al conjunto de la España democrática. [El pueblo catalán como tal no existe; existen ciudadanos españoles de Cataluña. En cuanto a Rajoy, amenazar, lo que se dice amenazar, ha amenazado más bien poco. Y si el Gobierno o la Fiscalía acudieran por fin a la vía penal, lo que estarían haciendo no es insultar a los separatistas sino acabar con el insulto de los separatistas a la ley. Estarían defendiendo al conjunto de la España democrática, y muy principalmente a los ciudadanos de Cataluña, de sus actuales representantes políticos.]
La actual desafección catalana con el Estado español tiene un detonante, la Sentencia del Tribunal Constitucional contra el Estatuto, [la "desafección catalana" es otro sintagma-trampa; el desafecto es de un sector, desde luego importante, de la sociedad catalana y sus orígenes son previos a la sentencia del TC. Son el resultado de 30 años de hegemonía nacionalista en la cultura, los medios y la educación. De Pujol en adelante, la clase dirigente catalana se ha dedicado, prácticamente en exclusiva, a generar desafecto hacia España. Y eso incluye a los gobiernos tripartitos presididos por los socialistas Maragall y Montilla. En cuanto a la sentencia del TC, se limitó a anular los preceptos inconstitucionales más burdos, y con una perspectiva impúdicamente corporativista: basta ver el antes y el después del capítulo judicial] y un principal responsable, el Partido Popular, que de forma insensata y por puro interés partidista prefirió explotar la vía del enfrentamiento territorial y el recurso a los tribunales. [El Partido Popular cumplió con su obligación política de recurrir ante los tribunales un texto no sólo manifiestamente inconstitucional, sino también obsesivamente intervencionista. Lo insólito es que no lo hiciera también el Partido Socialista, presunto abanderado de la igualdad y la solidaridad.] De esos polvos, estos lodos. La actitud claudicante del PSOE tras la Sentencia [El PSOE ha claudicado, sí, pero ante la retórica y los objetivos nacionalistas. Y no hace falta remontarse a Zapatero, Maragall y Montilla. Véase su programa para las próximas elecciones vascas, en el que figura la modificación del Estatuto de Guernica para incorporar el reconocimiento de Euskadi como nación.] y el proceso recentralizador impulsado por el PP [Venga. Un ejemplo. Solo uno.] han convertido el autonomismo en una vía muerta. [El autonomismo está muy erosionado, pero no por la recentralización sino precisamente por lo contrario: por la dinámica centrifugadora en la que han participado todas las comunidades autónomas. Aun así, sigue siendo la única vía viable. La única capaz de asegurar hoy un consenso igual o parecido al de 1978. Lo demás son proyectos de ruptura o entelequias de laboratorio.]
Una parte muy importante de la población catalana, y del conjunto del Estado, ya no se siente representada en el pacto constitucional de 1978. [¿Una parte muy importante? Venga, un esfuerzo de concreción: a buscar encuestas que respalden la necesidad de cargarse la Constitución.] El país ha cambiado. [¿Y por eso hay que abordar un proceso constituyente e inventar un nuevo sujeto de soberanía? Estados Unidos sí que ha cambiado desde su fundación, hace 250 años, y tiene la misma Constitución. Y para los astutos: enmiendas no son reformas.] Es necesario y urgente ampliar el reconocimiento y garantía de los derechos civiles y sociales, incluyendo también el derecho a decidir del pueblo catalán [El derecho de una parte de la ciudadanía a decidir al margen, o incluso en contra, del conjunto simplemente no existe; y su defensa entra en conflicto frontal con los derechos civiles y sociales] a fin que éste pueda decidir libremente cuál tiene que ser su relación con España, sea ésta federal, confederal o de independencia. [O sea que los catalanes tienen derecho a decidir si España es un estado federal, confederal o mutilado. El resto de españoles, no. Dígase así.]
No se trata de un desafío a la democracia, sino de un desafío democrático. [La típica frase redonda y hueca. Lo que se plantea es, exactamente, un desafío a la democracia. Y frontal. Es la negación del derecho de todos los españoles a decidir su modelo de convivencia, sus fronteras, su ciudadanía.] Se trata de ampliar la capacidad de decisión de la ciudadanía frente a aquellos que defienden una lectura inmovilista y restrictiva del texto constitucional. [De nuevo, es precisamente lo contrario. Se trata de mutilar la capacidad de decisión de la ciudadanía frente a aquellos que defienden una lectura literal, razonable y hasta generosa del texto constitucional.] Ante esta voluntad democrática, la judicialización del conflicto [La judicialización es el resultado inevitable de la ilegalidad; nadie puede estar al margen de la ley; ni siquiera los nacionalistas.] no solo constituye la peor salida posible, sino que trae aparejada una consecuencia todavía más tenebrosa: la politización de la justicia, al convertir los tribunales en una tercera cámara sin control ciudadano. [Es verdad que la justicia española está politizada, pero lo está, justamente, por el control ciudadano a través de los partidos. Hay que despolitizarla otorgando a los propios más poder, no menos. ¿Cómo actuarían estos jueces despolitizados frente al secesionismo? Probablemente con más celeridad y contundencia que los jueces politizados.] Los efectos de esta no-solución son de sobra conocidos: aumento de la polarización, pérdida de confianza en las instituciones y bloqueo político, que en este último ciclo electoral ha alcanzado incluso la gobernabilidad del estado. [Es cierto que el bloqueo político es, en buena medida, consecuencia de la situación en Cataluña. Pero no por un exceso de celo constitucionalista de los partidos nacionales, sino por lo contrario. El bloqueo es el resultado del miedo del PSOE a Podemos y su tentación de pactar con los populistas y los nacionalistas para desalojar al Partido Popular del poder.]
Por supuesto, estamos ante un asunto complejo, que no admite soluciones mágicas. [Esta concesión al pensamiento racional es anecdótica y táctica, sólo para despistar.] Estoy convencida que para abordarlo correctamente son necesarias grandes dotes de escucha y diálogo, actitudes para las cuáles la derecha española, en sus formas más viejas o más nuevas, parece incapacitada. [Si hay un sector al que el PP ha escuchado a lo largo de los años (y en ocasiones con incomprensible condescendencia) es al nacionalismo catalán: véanse, entre otros, los pactos del Majestic, las sentencias lingüísticas incumplidas y el apoyo del PP catalán al Gobierno de Artur Mas en pleno desafío separatista. El pellizco de monja a Ciudadanos lo dejamos sin comentar por inane. Y por vergüenza ajena.] Es urgente una modernización del modelo territorial [Más bien sería una involución del modelo; una regresión, en el mejor de los casos a la época de los Austrias; en el peor, a la implosión yugoslava.] que apueste decididamente por el reconocimiento de la plurinacionalidad y del derecho a decidir. [Intentemos concretar esto de la plurinacionalidad. Evidentemente afectaría también al País Vasco, por eso de que tiene lengua propia, privilegios fiscales y una organización terrorista, y quizás a Galicia. ¿Metemos también a Andalucía? ¿Y a Extremadura y a Murcia? Ah no. ¿Por? Ah, que son de segunda. Humm. ] Sin embargo, en las condiciones actuales, la incorporación a este nuevo modelo [¿Qué modelo? Me he perdido algo.] no puede realizarse a través de la imposición, sino tras el reconocimiento previo de las múltiples soberanías [Insisto, valiente, concreta.] que libre y fraternalmente [¿Se referirá a las amenazas de una secesión unilateral y a los 40 años de chantaje y terror etarras?] decidan sumarse, o no, [Este "o no" tiene que ser un amoroso guiño a Rajoy.] a articular un proyecto común. [Lo de "común" tiene que ser irónico.] Este es el reto que tenemos entre manos; no solo en España, sino también en Europa. [Aviso a Bruselas: también aspira a confederalizar o directamente desintegrar Europa.]
Pasado mañana, cuando las calles catalanas recuperen la normalidad, la cuestión territorial seguirá allí. [Sí, como el dinosaurio de Monterroso. Qué metáfora oportunamente antediluviana.] Las elecciones vascas y gallegas volverán a recordarnos [¿Si Feijóo saca mayoría absoluta también?] que la España uniforme de Rajoy [en la que hay territorios en los que no se puede aprender ni rotular en la lengua común.] es tan sólo un constructo mental. [Por fin una verdad: la España uniforme de Rajoy es un "constructo" mental –digamos ficción; suena menos ortopédico– del nacionalismo identitario.] España es ya un estado plurinacional de hecho. Ahora necesita serlo también de derecho. [Y del revés.]
Ada Colau es alcaldesa de Barcelona. [En sus ratos libres.]
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