Mariano Rajoy responsabilizó a Pedro Sánchez de la posibilidad de que España esté abocada de nuevo a las urnas. A sus ojos, desde el principio, el líder socialista ha optado por dinamitar todos los puentes. Y, al menos de momento, no ve margen de maniobra con él al frente de Ferraz. "Es que no hablamos", lamentó en una charla informal, antes de su breve e infructuoso encuentro del pasado lunes. Tras su intervención de investidura, en Moncloa se reafirmaron: "No ha dejado resquicio de duda, no habrá abstención".
Así las cosas, en los pasillos del Congreso, en paralelo a los discursos, la hipótesis de otros comicios se convirtió en el tema estrella. El PP lo utilizó como arma de presión, en un intento de que los barones territoriales del PSOE acaben moviéndose y fuercen un Comité Federal tras la votación del viernes. "Con Sánchez al frente, no hay nada que hacer", aventuraron los más drásticos. "Es Pedro quien empuja hacia las terceras elecciones", denunció Fernando Martínez-Maíllo, número tres de la formación. Todos los cargos populares le siguieron a coro. "Sería una malísima noticia", terció Soraya Sáenz de Santamaría, para reclamar que todos se miren "en el espejo". "Responsabilidad" fue otra de las palabras más utilizadas en las filas populares.
Una vez Rajoy también fracase en la segunda votación, cosa que se dio por descontado, en su entorno admitieron que el siguiente capítulo importante se vivirá tras las vascas y gallegas, el próximo 25S. Y, en este sentido, un sector de la formación se resistió a dar por imposible el entendimiento con el PNV, a pesar de que Aitor Esteban, el portavoz de la formación nacionalista en la Cámara, ofreciera pocas esperanzas. "El PNV ha estado moderado", llegó a declarar un miembro de la dirección nacional, para quien, en su momento, habrá que explorar esa vía. Según las fuentes consultadas, Rajoy se cuidó de incluir a los nacionalistas vascos en el grupo de quienes quieren "romper España".
Sea como fuere, la consigna en el PP fue culpar a Sánchez de otras elecciones, que en teoría se celebrarían el 25 de diciembre. "Incluso con el PNV, nos faltaría uno. La llave la tiene el PSOE", se dijo oficialmente. Y volvieron a denunciar el muro que representa Sánchez. "Ha venido a una especie de ajuste de cuentas, hablando de cosas que ya fueron decididas en las urnas", expuso Maíllo en conversación con este diario. Remató su diagnóstico: "Pasará a la historia como quien ha provocado unas terceras elecciones en España".
La sintonía con Iglesias
Dentro del hemiciclo, la tensión se respiraba. Rajoy esquivó los duros calificativos para apoyarse en la ironía con su interlocutor socialista. Suficiente, en todo caso, para constatar la distancia total entre ambos y para que la bancada popular se desahogara contra el rival. En ocasiones, los gestos del presidente en funciones lo decían todo. "Si soy tan malo, ¿cuánto de malo es usted? ¿pésimo?", le espetó en un momento dado. "Ya he entendido todas las partes del no, tranquilícese", le contestó nada más empezar.
Una brecha que quedó aún más de manifiesto cuando llegó el rifirrafe de Rajoy con Pablo Iglesias. De nuevo, el líder del PP usó la retranca para ridiculizar el discurso del representante de Podemos, pero se le vio más cómodo. Una percepción que alimentaron desde las propias filas populares. "Al menos, Pablo es listo", llegó a soltar un asesor gubernamental. Desde el equipo de Rajoy aún afirmaron más, y explicaron que la sintonía personal "del jefe" es mayor con Iglesias que con Sánchez.
Por supuesto, en el PP pusieron el acento en que se referían a las formas y no al fondo -Rafael Hernando fue durísimo con Podemos-, pero no dejaron de poner el énfasis en ello. "Es usted estupendo, a veces quiero ser como usted", comenzó Rajoy su réplica a Iglesias. "¿Hay alguien que tenga algo bueno además de usted? ¿Es usted el único demócrata de esta Cámara? ¿Considera usted que yo no soy demócrata? ¿Es el único honrado?", continuó, socarrón, el jefe del Ejecutivo en funciones.
Antes de fracasar en la votación, Rajoy se despidió asegurando que seguirá dando "la batalla" en defensa del interés general. "Creo que nos vamos a llevar bien", trasladó a Albert Rivera, aunque el viernes no espera sumar más de 170 escaños, y en teoría el pacto se convierte en papel mojado. Mientras, en los pasillos, la alianza con el partido naranja pareció quedar a un lado ante el escenario de que, en Navidad, haya otra vez elecciones.