Discurso de puro trámite, aunque España esté ante una verdadera "encrucijada". Mariano Rajoy se definió como el candidato del pueblo, pero con desgana, sin empuje. "Son los españoles los que me traen a esta tribuna", proclamó en su investidura, casi siempre leyendo. "El país necesita un Gobierno con urgencia, es un clamor popular", declaró nada más subir al atril, antes de pedir la confianza de la Cámara. No regaló ningún gesto de cariño a su aliado, Albert Rivera. Salvo al final, no hubo grandes ovaciones, pese a que la plana mayor del PP se congregó en el Congreso.
El candidato, que en principio dejó la vehemencia para sus rifirrafes de este miércoles, se limitó a sacar pecho de los 170 escaños que le acompañan para tratar de superar la votación de investidura. Pero su equipo dio por descartado que se estrellará contra el muro del Partido Socialista el viernes, y él mismo dio muestras de cierto cansancio. "Sin la abstención del PSOE, nada de esto sirve, es todo un mero espectáculo", reconocieron desde la dirección nacional. Y prácticamente todos en el PP emplazaron a después de las elecciones vascas y gallegas, que se celebran el 25 de septiembre.
Así las cosas, Rajoy llegó a la Cámara Baja consciente de su previsible fracaso, y de ahí que expuso con desgana las líneas maestras de su programa de Gobierno. La economía lo ocupó prácticamente todo en su intervención. Incluso recuperó la prima de riesgo y la herencia recibida. "Hemos pasado de la parálisis económica a un modelo más sólido", razonó, para enfatizar que todo puede irse al traste si la parálisis continúa. A sus ojos, hay "avisos" dentro y fuera de que todo puede torcerse, y puso como única solución que él siga en el poder. "Todo tiene un límite, y esto -la recuperación- puede cambiar (…) Las cosas se podrían torcer y evolucionar a peor", incidió.
La "aventura de mil colores"
"Las razones por las que he aceptado el encargo del Rey son tres: España necesita un Gobierno con urgencia, los españoles han señalado con claridad su preferencia por el PP y no existe alternativa razonable", resumió el candidato en su puesta de largo en las Cortes, con un tono bajo -conciliador, según los suyos- que retrasó la llegada de los aplausos. A su juicio, el país vive una "anomalía democrática", y suplicó que se le deje gobernar. "Así lo han dispuesto los españoles, que quieren que gobierne el PP", fueron sus palabras. "El resultado electoral ha sido inequívoco", y recordó los 52 escaños que le separan del Partido Socialista.
De nuevo, Rajoy vendió la idea del PP o el caos. Toda alternativa es, en su opinión, un auténtico disparate: tanto la celebración de otros comicios, que en teoría se celebrarían el día de Navidad, como la posibilidad de que Sánchez lo intente de nuevo. Esto último, lo calificó como una aventura "de mil colores, radical e ineficaz" y, a renglón seguido, se erigió de nuevo como el único candidato capaz de mantener la estabilidad económica y política. "Mi propuesta es la única razonable en las actuales circunstancias", se reafirmó. "El Gobierno no es un fin en sí mismo, es un instrumento para dar respuesta a los problemas de España", arguyó, en otro toque velado a los socialistas.
Por supuesto, Rajoy agradeció su apoyo a Ciudadanos, pero no quiso dar protagonismo a Rivera. "Están haciendo lo que hoy es mejor para los españoles", se limitó a declarar, equiparando al partido naranja con Coalición Canaria. Nada más. En todo caso, las palabras "pacto" y "acuerdo" fueron de las más usadas por el líder del PP, que evitó en todo momento la confrontación política. De hecho, en ocasiones parecía más un pleno relativo a un Consejo Europeo -ejemplo puesto por un veterano parlamentario- que un debate de investidura.
Apenas utilizó unos pocos minutos para referirse a la lacra de la corrupción, y fue para poner en valor lo hecho por su gabinete en la anterior legislatura. Por el contrario, utilizó largo tiempo en reclamar pactos por la educación, por la I+D+I, por la energía, contra la violencia de género, por el futuro de las pensiones y contra el desempleo.
Defensa de la unidad de España
La bancada popular despertó cuando Rajoy apeló a la unidad nacional,ya prácticamente al final de su intervención. "Nadie puede privar al conjunto del pueblo español de su derecho a decidir sobre su futuro. Ni el Gobierno, ni esta Cámara, ni ningún otro poder del Estado pueden hacerlo", avisó, y se trasladó al día de san José de 1812, hace doscientos años, "cuando, por primera vez en España, el mando supremo, que hasta entonces correspondía exclusivamente al monarca, fue asumida por los españoles, que dejaron de ser súbditos y se convirtieron en ciudadanos".
En este sentido, también abogó por un pacto de Estado -con el PSOE como actor fundamental- en defensa de la vertebración nacional. "Estamos hablando de la unidad, no de cualquier cosa. En toda nación, la unidad es el primero de sus valores por ser el fundamento de los demás", dijo. "La unidad es la casa que habitamos, es nuestra fuerza, la que nos permite forjar proyectos y realizarnos, la que nos abre paso en el mundo y el marco que alberga nuestra igualdad", fue otro de los argumentos.
Hora y cuarto después de iniciar su intervención, llegaron sus referencias más claras al PSOE, aunque sin citar a Sánchez directamente. "Vivimos una situación excepcional, tenemos que actuar en consecuencia. Y esta responsabilidad compromete especialmente a quienes desde el gobierno de España hemos contribuido, con planteamientos distintos, a engrandecer nuestro país", planteó. Sin Gobierno, no hay oposición, añadió, sin perder el perfil plano. Y repitió: "Lo que las circunstancias reclaman en este momento es que nos pongamos todos al servicio del consenso, que es tanto como decir al servicio de los españoles". "¿Alguien aquí está pensando en convocar a los españoles a las urnas?", preguntó en un momento dado.
Cabizbajo, Rajoy salió del hemiciclo seguro de que no tiene ninguna oportunidad, al menos de momento. "¿Por qué no ha pedido la abstención el PSOE?", le preguntaron los periodistas. No obtuvieron respuesta. Dentro, sus últimas palabras a los parlamentarios fueron las siguientes: "Espero que, al final del debate, demostremos que hemos sido capaces de anteponer el interés de todos al interés particular y, en consecuencia, pueda salir de aquí el gobierno que los españoles están esperando. Ustedes, como representantes de la soberanía nacional, tienen la respuesta". Lo que no cambió fue la ovación final de los suyos, todos en pie.