El 'bueno', el 'feo' y la 'mala' en la crisis del PP de Sevilla
Juan Bueno, Juan Manuel Moreno y Virginia Pérez protagonizan una escena casi de película en el PP de Sevilla.
El bueno es Juan Bueno, presidente del PP de Sevilla por la gracia del antiguo equipo de Javier Arenas, al que acunó desde su adolescencia. Este equipo compuesto por Ricardo Tarno, ex director general de la Juventud en la etapa ministerial del "campeón de Olvera" y exalcalde de Mairena del Aljarafe; José Luis Sanz, alcalde de Tomares y ex secretario general del PP defenestrado por Soraya Saénz de Santamaría; Jorge Moragas, para fastidiar a María Dolores Cospedal demostrando su descontrol de Andalucía, algo que no pudo hacerse sin el consentimiento tácito de Arenas; Eloy Carmona, ex secretario provincial de Sevilla defenestrado de malos modos por Juan Manuel Moreno y su equipo; y otros como Juan Ignacio Zoido, presidente del PP andaluz ridiculizado por su amistosa relación con Cospedal y aliado agradecido de Sanz, al que propuso como sucesor.
Juan Bueno, que además ejerce de buen talante -a pesar de su traje a la medida del aparato del PP sevillano- consintió que el recién llegado paracaidista Moreno le metiera con calzador a la mala, Virginia Pérez -número tres del PP de Andalucía, portavoz de la Diputación de Sevilla y secretaria general del PP de Sevilla en funciones- como número dos. Para ello contó con el consejo favorable de su amigo Ricardo Tarno, emparentado familiarmente con ella, y la avaló. Pero pronto pudo comprobar que la recién llegada desobedecía a su presidente, por lo que era un torpedo de alguien o álguienes y cabalgaba sobre estrategias ajenas.
Bueno conoció la Operación Manijero en plena Feria de Sevilla de este año, una operación que amenazaba su cabeza y la del conjunto de los dirigentes históricos del PP sevillano. Se trataba de lanzar una operación "reforma" de la cúpula provincial en nombre de la regeneración, pero tras los hilos se adivinaba la mano de Javier Arenas y, más lejos, la de Juan Manuel Moreno.
Entonces Bueno comenzó a reaccionar. Primero, firmando una especie de "paz provisional" con Moreno -para salvar las elecciones generales en Sevilla- donde logró el mejor resultado desde 1979. Segundo, pidiéndole la dimisión por las buenas a Virginia Pérez y, finalmente, yendo a la yugular de la mala -la "camarlenga"- convocando un Comité Ejecutivo Provincial para esta tarde a las seis en un hotel sevillano con el fin de quitarle las funciones de número dos y secretaria provincial.
Moreno trata de suspender la reunión de esta tarde
El feo en este guión es el que se ha hecho a sí mismo Juan Manuel Moreno, que no ha sabido reaccionar a tiempo en esta crisis, que estalla en plenas negociaciones de Mariano Rajoy para formar gobierno y que empañan su estrategia nacional de comunicación. Por si fuera poco, la mala de la película es su número tres en el organigrama del PP andaluz, y vicesecretaria general, y fue metida con un calzador no estatutario en el equipo del PP de Sevilla por Juan Bueno. De hecho, sólo tiene funciones porque no podía tener cargo al no ir en la candidatura de Juan Bueno.
Advertido por Bueno de las intenciones de la mala, quien consintió alejar a Javier Arenas de las candidaturas sevillanas de las elecciones generales, exiliándolo a Almería, razón por la que se ha visto bien poco al ex todo, con la excepción del balcón de Génova demostrando su estrecha relación con Rajoy. Javier Arenas ha contribuido a obtener un diputado más para el PP en Almería, lo que ha encajonado feamente a Moreno entre el PP de Sevilla y la hostilidad de su ex líder.
Confirman a Libertad Digital fuentes muy bien informadas de que el intento de Moreno -a estas horas de la mañana del día 13 de julio- es que no tenga lugar el cónclave provincial convocado a las 18:00 horas en hotel Ribera de Triana de Sevilla. Para ello habría comisionado a la actual secretaria general del PP andaluz -Loles López- para evitar una votación que decapitaría probablemente a su "camarlenga".
Resulta evidente a estas alturas que Juan Manuel Moreno no controla el PP de Sevilla, como tampoco controla otras provincias. Sólo tiene relativa autoridad en Málaga y donde los antiguos amigos de Javier Arenas le dejan hacer. Por ello, se ha hecho un feo a sí mismo por su incapacidad de evitar que la división saltara al tablero nacional, y por dejar en evidencia a sus mentores nacionales para gozo de la cada vez más recuperada María Dolores Cospedal.
La 'mala'
La mala, Virginia Pérez -que lleva camino de ser la malísima- ha incumplido la norma no escrita de la negociación y el consenso internos entre congresos y no se ha avenido a razones, forzando una votación que puede guillotinarla. ¿Fundamento? Cree disponer de la mayoría en el comité de más de cien miembros que va a reunirse -si Juanma Moreno no lo impide- esta tarde.
Por ello, ha exigido dos cosas: votación y secreta, algo inusual en los órganos del PP. Lo de la votación tiene un pase orgánico, pero la exigencia de que la votación sea secreta sentaría un precedente que luego debería aceptar Moreno a escala regional, y ascendiendo, un peligro latente y evidente.
Las pretensiones de Virginia Pérez, mujer de malas formas y escaso tacto -según sus detractores- encontraron eco en los náufragos del equipo de Javier Arenas. Eso ha hecho posible que Moreno haya pensado dejarla caer para no romper su relación con el PP de Sevilla y abrir un melón interno de consecuencias incalculables.
A pesar de sus promesas de reforma, su peripecia electoral no ha sido afortunada. Ha tratado de apuntarse el tanto del resultado de las elecciones generales en Sevilla, pero todo el mundo ha contado votos y sabe que el papel de Juan Ignacio Zoido en Sevilla capital -exalcalde al que ella quiere echar- ha sido decisivo, así como los resultados de José Luis Sanz en Tomares, entre otros.
Juanma Moreno, al parecer y tiene guasa, no debió caer en la cuenta de que la “mala” era, a la vez, su número tres en el aparato regional y que su defenestración por la vía de la votación- aunque secreta, los próximos a Juan Bueno dicen que está ganada- le deja en un pésimo lugar a escala nacional. De ahí su apresurado y tardío intento- acompañado por un sobreañadido bombero Arenas- por sofocar el incendio. Pero la mala no ha cedido. Quiere votación, la quiere secreta- por razones constitucionales argumenta- años después de tragar consensos forzados y votaciones a mano alzada. Y la quiere hoy.
Echa números el grupo Joly y concluye que Virginia Pérez no podrá ganar ni siquiera la votación para decidir si ésta será secreta o no. Sólo cuenta como mucho con el 40 por ciento de los apoyos, tesis que subrayan los partidarios del aparato dirigido por Juan Bueno. El problema es que la votación sobre la votación secreta no será secreta y quedará todo el mundo retratado.
Colofón para navegantes: ya se sabe que, en Sevilla, lo dijera Alfonso Guerra o su porquero, el que se mueve sigue sin salir en la foto, sea en el partido que sea.
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