Y se hizo el silencio. Se acabó eso de radiar las reuniones en los medios de comunicación o de hacer de la política un "teatro". Con sus 137 escaños en el Congreso, su amplia mayoría absoluta en el Senado y sus cerca de ocho millones de votos, Mariano Rajoy impuso su estilo en esta primera fase de las negociaciones. Su entorno dio por descontado que está descolgando el teléfono y cerrado reuniones con sus interlocutores políticos, pero en su agenda de momento solo consta una. El próximo martes, a las once de la mañana, con el presidente del Gobierno de Canarias.
Rajoy está llevando directamente las negociaciones, a su manera, discretamente. "Sin prisa, sin pausa y sin espectáculo", trasladó la Moncloa a los periodistas. El presidente en funciones espera que, durante esta semana, sus contrincantes políticos hayan podido digerir los resultados para, a partir de ahí, entablar un diálogo "de verdad". A su juicio, unas terceras elecciones supondrían un auténtico ridículo mundial, y quiere creer que en eso están todos de acuerdo. "Y si hubiera otros comicios, seguiríamos mejorando resultados", deslizaron desde su equipo más próximo.
Lo primero que hará Rajoy, en su encuentro a solas con Pedro Sánchez, es testar su voluntad de acuerdo. Si ve opciones de negociación, será generoso y borrará prácticamente todas las líneas rojas. "Se centrará en aquellos puntos en los que es más factible el pacto, y dejará de lado los asuntos en los que somos incompatibles". Y, tal y como ya informó este diario, podría ofrecerle desde entrar en el Ejecutivo -con una vicepresidencia incluida- a la presidencia de las Cortes pasando por una reforma de la Constitución o una modificación del marco laboral. "Tenemos que ser rápidos, diligentes y constructivos", dijo el líder del PP en su última intervención, el pasado miércoles en Bruselas.
En público, Rajoy siempre ha abogado por una gran coalición, aunque el PP reconoce que esa opción es francamente difícil, siendo la más viable un Gobierno en minoría. En este sentido, creen que el mutismo de Sánchez es "un buen síntoma", como también que varios barones socialistas hayan considerado inviable que siga la situación de bloqueo. "Sudaremos la gota gorda, pero creo que lograremos gobernar", en palabras de un miembro de la cúpula nacional. Rajoy afirmó que quería tenerlo todo listo antes de las vacaciones de agosto, pero esto se pone en cuarentena por más de un cargo de puertas para adentro.
Albert Rivera es otro de los interlocutores clave. Rajoy nunca ha tenido una sintonía especialmente buena con él, y la cosa fue a peor cuando en campaña reiteró una y otra vez su veto, pero en el PP hay cargos que le empujan a un entendimiento pase lo que pase con el PSOE. Cristina Cifuentes, que gobierna gracias al apoyo del partido naranja, se lo recomendó públicamente y Pablo Casado recalcó que "estamos más cerca de sus posiciones" que las de cualquier otro partido.
Sea como fuere, Rajoy no protagonizará giros bruscos. Si se topa con el "no" de Sánchez, le culpará de la posibilidad de otras elecciones. Si Rivera también le da un portazo, hará exactamente lo mismo. "Si no hay voluntad de entendimiento, no quiero pensar lo que puede ocurrir", llegó a declarar esta semana. "Escucharé lo que planteen los demás y veremos las posibilidades. Lo más importante es tener la voluntad de dar salida a esta solución", afirmó desde la capital comunitaria.
Este lunes, Rajoy reunirá a la cúpula de su partido y les explicará cuál es su hoja de ruta, después de que la información haya salido a cuenta gotas los últimos días. Si bien, pase lo que pase, el líder del PP se muestra seguro de que los suyos no le rechistarán, y le seguirán allí donde vaya, incluso en caso de otra contienda electoral. Es otra de las grandes diferencias con respecto al 20D: la ausencia absoluta de ruido interno.
Tras los comicios de diciembre, José María Aznar se plantó en Génova y le echó en cara a Rajoy el retraso del congreso nacional. En esta ocasión, lo que recibió del expresidente fue una llamada felicitándole por el resultado, a pesar de que el cónclave se sigue retrasando hasta que se aclare el contexto político. No hubo una voz crítica en el Comité Ejecutivo de esta semana. La ovación fue cerrada, los elogios al líder encendidos y nadie hizo uso del turno de réplica.
No solo fueron Aznar o Esperanza Aguirre. Tras el 20D, algunos barones deslizaron en privado la posibilidad de que Rajoy se hiciera a un lado para desatascar la situación, lo que hizo aumentar una presión mediática que ya era enorme. Pero el presidente en funciones resistió, su equipo le organizó actos en los que fue aplaudido a rabiar –principalmente en Andalucía- y poco a poco la disidencia fue acallada al tiempo que su estrategia se convertía en éxito. "Algunos piensan que son los primeros hombres buenos puestos por Dios en la tierra. Desconfíen", soltó en mayo, ya con todo el PP bajo su control, sobre quienes vetan su continuidad en la Moncloa.