El pasado sábado, mientras participábamos de una mesa informativa que desde la Agrupación de Ciudadanos en Puente de Vallecas habíamos programado en el marco de esta campaña, fuimos objeto de la agresión de un individuo que, dogo alemán en mano (ojalá tuviera el dueño la mitad de nobleza e inteligencia que su perro), vino a intentar expulsarnos de lo que considera su barrio por ser nada más y nada menos que unos "nazis de mierda".
Esta agresión ha salido a la luz pública gracias a la rapidez en la toma de imágenes de algunos de nosotros y a que Twitter rápidamente se volcó en darnos su apoyo y en condenar la actitud del mencionado terrorista. Digo "terrorista" porque lo es, pues sus actos pretendían dominar por el terror. Sin embargo, no es ni mucho menos la primera vez que en nuestro barrio, como ocurre en Cataluña desde hace años y como ocurre en cada vez en más lugares de España, tenemos que padecer que diferentes violentos iletrados vengan a nuestras mesas y actos a intentar que desaparezcamos de sus barrios, en los que muchos de nosotros vivimos desde hace más de treinta años.
Siento decir que, de esta escalada violenta que no para de crecer es, si no autor directo, sí responsable intelectual el señor Pablo Iglesias. Lo es porque lleva años (los que le han permitido las televisiones del presidente Rajoy) sembrando el odio en la sociedad, escupiendo su bilis tertulia tras tertulia, programa tras programa y mitin tras mitin.
Este señor, que ahora se denomina socialdemócrata (eso sí, a la vez que señala que Marx y Engels eran asimismo socialdemócratas, para no dejar dudas a sus bases más fieles de que sigue inmerso en la lucha de clases, en busca de la dictadura del proletariado), siembra odio cada vez que, por ejemplo, lanza un tuit llamando terrorista a Amancio Ortega. A continuación, por supuesto señala que Ciudadanos es el partido del Ibex, para establecer perfectamente pero sin posibilidad de ser denunciado quiénes son los terroristas que han de combatir sus cachorros. Este señor siembra odio cada vez que sale a pedir la libertad de Alfon, afamado terrorista cuya proeza principal consiste en asistir a manifestaciones con explosivos y metralla. Este señor siembra odio cada vez que sale a defender a Bódalo, condenado por agresiones no muy diferentes de las que este sábado hemos tenido que padecer. Si me apuran, este señor siembra odio cada vez que se atribuye la representatividad de lo que él llama "la gente", pues no hace sino identificar al resto de los españoles como no gente, lo que supongo nos despoja de todos nuestros derechos, incluido el de reunión, y la libertad de expresión.
Me es absolutamente indiferente si el individuo de la cresta es o no es afiliado a Podemos, a sus confluencias, a sus mareas, o si se dedica a cabalgar contradicciones a lomos de su precioso dogo. La estrategia del odio, de señalar al que piensa diferente como culpable de todos los males de la sociedad, lo de erigirse como único representante con legitimidad para defender a "la gente", es responsabilidad directa del señor Pablo Iglesias. Y no es nueva, la ha aprendido en su pormenorizado estudio de los totalitarismos de izquierda, que el mundo viene sufriendo desde el siglo XX y cuya única proeza ha sido la muerte de más de cien millones de seres humanos y la desgracia de otros miles de millones, que han tenido que luchar, y luchan, por desprenderse de esa lacra que es el comunismo (no añado "totalitario", pues no hay de otro tipo).
Si queda algo de sensatez en este país, no dejemos que España siga con esta escalada de violencia verbal y no verbal, no dejemos que quien pretende asaltar los cielos nos enfrente. No dejemos que este individuo y su gente sigan crispándonos y llenando nuestras cenas familiares de insultos al que piensa diferente.