El delirante, crispado y ruinoso divorcio de Convergencia y Unió
Convergencia le exige a Unió 1,8 millones por la disolución de CiU y envía un requerimiento al partido de Duran para que reconozcan el 25% de deuda.
CiU no era una federación de partidos bien avenida, sino un apaño entre Convergencia y Unió para repartirse el pastel en la proporción del 75% para los de Pujol y el 25% para los de Duran. Así se confeccionaban las listas, se distribuía el dinero y se compilaban ingresos y gastos. A la hora de la separación, los convergentes han pretendido que los socialcristianos se comieran el cuarto de la deuda generada por la federación, diferente a la de cada partido por separado.
Ambas formaciones están en quiebra técnica, con las sedes en venta y ante un negro panorama económico, pero Unió se lleva la palma. Está a un paso de declararse en suspensión de pagos porque es incapaz de hacer frente a los casi veinte millones que acumula de deuda con los bancos, en la que no se incluye el descubierto con CDC.
La cuenta común en CiU ha arrojado un déficit de 6,8 millones de euros, cantidad que ha asumido Convergencia para poder cerrar el chiringuito cuanto antes, lo que no significa que no reclame a Unió la parte correspondiente. En el partido socialcristiano alucinan de que después de romper por su culpa, Convergencia quiera cobrarse las deudas contraídas en conjunto. Sin embargo, en CDC lo tienen clarísimo y hasta han enviado un requerimiento notarial a Unió para que firme, asuma y se comprometa a pagar lo que debe. En el partido deudor afirman que no tienen con qué pagar, que se han quedado sin representantes en el parlamento catalán, que tampoco tienen diputados en el Congreso y que los concejales de los que disponen en Cataluña están incluidos en los grupos convergentes, por lo que carecen de ingresos.
También afirman que el requerimiento se debe a la tensión convergente de cara a la probable repetición de las elecciones generales y a un intento nada disimulado para que Unió no se presente, dadas las nefastas perspectivas demoscópicas del partido de Mas, Pujol y Puigdemont.
CiU nació en 1976, después de que Pujol se atrajera al histórico partido para dotar a sus siglas de una catalanidad fuera de dudas, acreditada en las vísperas de la Guerra Civil; un enlace con el pasado del que Convergencia carecía. Poco antes de las pasadas elecciones autonómicas del 27-S, Mas dinamitaba la que fue primero coalición y luego federación para echarse en brazos de ERC y formar la lista Junts pel Sí.
Unió se enfrenta a veinte millones de euros de deuda, pero en CDC la situación es todavía más complicada, dada su implicación en el caso 3%, Pujol, Palau y otros, de los que se infieren embargos y fianzas millonarias y un tenebroso horizonte judicial. Por si no fuera suficiente, las encuestas no engañan y Convergencia sólo tiene futuro en comandita con ERC. Fuera de eso, pintan bastos.
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