Fin de fiesta de la república de Colau... al que no va ni Colau
La plaza Llucmajor de Barcelona ya se llama de la República, tras una verbena a la que sólo asisten trescientas personas.
Un fiasco. Los cuatro días de actos, mesas redondas, recitales poéticos y conciertos para celebrar el 85 aniversario de la Segunda República en Barcelona han concluido con un fracaso estrepitoso de público. Los ciudadanos le han dado la espalda a las fiestas republicanas decretadas por la alcaldesa Ada Colau y su equipo. La estrategia de acoso y derribo a los símbolos constitucionales ha tenido un muy escaso seguimiento, a pesar de que El Periódico de Cataluña y algún otro medio han reivindicado la Ley de Memoria Histórica y denunciado su incumplimientos en medio de las opacas celebraciones.
El impacto popular de las fiestas de la república de Colau ha sido muy inferior al que se esperaban los "técnicos" municipales de Barcelona en Común, el partido de la alcaldesa. "Demasiado abstracto", han concluido. La agenda era muy "sutil". De ahí que sólo los más movilizados, unas trescientas personas, se congregara en el entierro de la sardina republicana, consistente en el cambio de nombre de la plaza de Llucmajor, en el distrito de Nou Barris, por el de plaza de la República.
Protesta del PP
Para más inri, el Partido Popular de Barcelona dispone de una sede a veinte metros de la plaza y ha mostrado su protesta con la exhibición de una bandera rojigualda, una senyera constitucional y estatutaria y un rótulo en el que se leía "plaza Llucmajor (en homenaje a la villa mallorquina), veinte metros" con una señal en dirección al enclave. El presidente del grupo municipal del PP, Alberto Fernández, y la concejal de su partido Ángeles Esteller contemplaron desde las ventanas de la sede el paso de la manifestación republicana, decenas de personas con banderas tricolores, de la Unión Soviética y hasta del PSC. Fueron debidamente abucheados e insultados por el escaso público que formaba la columna.
En la plaza, fue el primer teniente de alcalde, Gerardo Pisarello, el encargado de presidir el primer cambio de nombre de la nueva fase política en la ciudad de Barcelona. Casi un año después de que Colau ganase las elecciones, su segundo, un profesor de Ciencias Políticas originario de Tucumán (Argentina) era la máxima autoridad municipal en el acto de fin de fiestas. Ni la alcaldesa y promotora de los eventos ha aparecido en la verbena matinal.
El propósito de la comisión del nomenclátor callejero, en la que sólo hay miembros de Barcelona en Común es el de cambiar todos los nombres con resabios borbónicos. El siguiente jalón será el cambio de la plaza Joan Carles I, en el cruce entre Diagonal y Paseo de Gracia, por el de Cinco de Oros.
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