El artículo de Arturo Pérez-Reverte de esta semana en su sección del dominical XLSemanal tiene como protagonista a Gabriel Rufián, el diputado de ERC con el que ya ha tenido algún encontronazo dialéctico por Twitter.
Pérez-Reverte escribe a partir del increíble discurso que Rufián pronunció en el segundo día de la sesión de investidura de Pedro Sánchez en el Congreso, una intervención para la que no ahora calificativos: "A medio camino entre la retórica cursi de Paulo Coelho y el humor surrealista de Tip y Coll, pero en plan serio".
Cuenta el escritor su reacción ante la retórica del diputado de ERC: "Llegué a preguntarme si se había preparado antes de subir a la tribuna con algún reconfortante volátil o espirituoso", aunque la conclusión es aún peor: "Negativo. Aquél era el estilo propio, el tono auténtico. El individuo".
Según Pérez-Reverte, no obstante, las culpas hay que buscarlas en "un sistema educativo –el catalán- que tiene por objeto cercenar cualquier vínculo, cualquier memoria, cualquier relación afectiva con España" y que es posible por el "disparatado desconcierto que es la educación pública en España, con diecisiete maneras de ser educado y/o adoctrinado".
No obstante, hay unos culpables anteriores, porque este desbarajuste hace que "gracias al pasteleo de Aznar, la estupidez de Zapatero, la arrogancia de Rajoy, generaciones de Rufiancitos han ido creciendo, primero en el miedo al entorno y luego como parte de él".
Todo hace que Pérez-Reverte sea muy pesimista: "A estas alturas del disparate nacional no queda sino negociar y salvar los muebles", porque "la imbécil y cobarde España que hizo posibles a jóvenes como Gabriel Rufián, merece de sobra irse al carajo. Y ahí nos vamos, todos, oigan. Al carajo".