Las idas y venidas de dirigentes separatistas catalanes a la cárcel de Logroño, donde estaba recluido Arnaldo Otegi, no sólo eran visitas de cortesía y de cara a la galería. Joan Tardà, de ERC, y David Fernàndez, el exdiputado de la CUP que se abrazó con Artur Mas el 9-N de 2014, aprovecharon su penúltimo desplazamiento a la prisión riojana para cerrar un calendario conjunto de actos entre los separatistas catalanes y los vascos.
El proceso catalán es el nuevo manual de los proetarras, un movimiento "popular" que intentan implantar en el País Vasco dados los avances conseguidos por los nacionalistas de CDC, la CUP y ERC en su pulso al Estado. El nacionalismo catalán ha pasado de admirar al vasco a ser el espejo donde se miran los "abertzales", que han intentado montar los grandes despliegues de masas de la Assemblea Nacional Catalana (ANC) con escaso éxito de convocatoria.
La vinculación entre el nacionalismo catalán y el proetarra viene de lejos. Las Candidaturas de Unidad Popular (CUP) se inspiraron en el "ideario" y en la "estética borroka" durante los años noventa y los primeros de siglo. David Fernàndez era el embajador de Otegi y los demás dirigentes batasunos en los círculos nacionalistas catalanes, seducidos por el pasado de "El Gordo" y su estela de violencia.
Una prueba de esta férrea relación es que la CUP está vinculada a las marcas batasunas en las elecciones europeas y en la "unidad de acción" y "objetivos comunes" con el separatismo vasco. También ERC mantiene una antigua relación con el entorno etarra y hasta con la propia banda. La reunión en Perpiñán de Josep Lluís Carod-Rovira con Josu Ternera, en 2004, sirvió para fijar una tregua terrorista sólo para Cataluña, pero de la que quedaban excluidos agentes de la autoridad y miembros del PP.
Oriol Junqueras no sólo ha mantenido las buenas relaciones de ERC con ETA y sus aledaños sino que el diputado Tardà ha sido un dinamizador de los contactos. La delantera, sin embargo, la lleva la CUP, pero hasta destacados miembros de CDC se han manifestado a favor de Otegi en los últimos tiempos. Este martes, Lluís Llach, número uno de la lista por Gerona de la coalición entre CDC y ERC, estuvo presente en la "fiesta" montada a la salida de la cárcel de Otegi y reiteró la tesis de que "en el Estado español hay presos políticos". La misma teoría sostienen destacados analistas políticos asimilados a Convergència como Xavier Antich y Salvador Cardús, ambos con tribuna en La Vanguardia y otros medios catalanes del "mainstream" del proceso.
La tesis dominante en Cataluña es que con Otegi al frente del nacionalismo vasco, la pinza periférica será definitiva para desmontar un Estado sin Gobierno o con un Gobierno débil condicionado por la comunión con el "derecho a decidir" de Podemos y la asunción general de la reforma constitucional para satisfacer las aspiraciones catalanas. En ese contexto, las elecciones vascas de otoño con un Otegi candidato a lehendakari serían una nueva oportunidad para poner sobre la mesa el "problema catalán".
Todos los nacionalistas catalanes bendicen a Otegi, le celebran como un mártir del Estado "totalitario" español, eluden su pasado criminal y aluden a su experiencia carcelaria como una muestra del carácter antidemocrático del sistema. Las tornas, sin embargo, han cambiado. Ahora la punta del ariete separatista y la avanzadilla de la vanguardia separatista son los nacionalistas catalanes, no los "gudaris", un motivo de orgullo para Tardà, Rufián y Anna Gabriel, la líder cada vez más indiscutible de la CUP y que no faltó a la "performance" en las puertas de la cárcel.