Ni dimitido parecen aliviarse las ansias de venganza de Artur Mas. Sus últimos cinco años al frente de la Generalidad han dejado un rastro inédito de cadáveres políticos.
El primero de la lista fue Pere Navarro, el ex primer secretario del PSC que decidió apartar al partido de la deriva separatista del procés. Mas hurgó en las tensiones internas de los socialistas y no sólo consiguió el abandono de Navarro sino una escisión en el PSC y un reguero de abandonos. Joaquim Nadal, exalcalde de Gerona y exconsejero del tripartito, y Marina Geli, exconsejera de Sanidad también con el tripartito, fueron los promotores de una revuelta de la que a última hora se desmarcó el alcalde de Lérida, Àngel Ros, único superviviente de aquella escabechina.
Tras los socialistas, IC
Joan Herrera y Dolors Camats, el tándem de Iniciativa per Catalunya -los restos del PSUC- fueron los siguientes en la serie de Mas. El primero participó junto a Marta Rovira (ERC) y Jordi Turull (CDC) en la defensa en el Congreso de los Diputados del plan de choque de Artur Mas. Las diferencias internas fueron de tal calibre que el partido ha quedado fagotizado por Podemos y con Herrera y Camats eliminados de la política catalana.
El PP inició la primera legislatura de Mas como sostén parlamentario de CiU en Cataluña. El acuerdo se rompió dos años después, cuando Mas desató el proceso catalán. Alicia Sánchez Camacho, tras la grabación de La Camarga -en la que Victoria Álvarez desveló algunos suculentos secretos sobre las actividades financieras del clan Pujol- quedó desactivada. Su credibilidad, tras una intensa campaña de los medios catalanes, estaba por los suelos como portavoz del PP en el Parlamento catalán. Sánchez Camacho ha logrado recolocarse en el Congreso de los Diputados como miembro de la mesa en pago a los servicios prestados en el frente catalán.
CiU, en la historia
Ni su propia federación, la vieja Convergència i Unió, quedó al margen del alcance letal de los movimientos de Mas. Su proceso dinamitó una alianza que databa del minuto cero de la Transición. El ya exlíder de Unió, Josep Duran Lleida, junto a sus partidarios, fueron sacados a empujones y dejados al albur de dos elecciones, las autonómicas del 27-S y las generales del 20-D, que dejaron al partido "socialcristiano" en el ámbito extraparlamentario tanto en Barcelona como en Madrid.
La querella entre Mas y Duran venía de los tiempos en los que Jordi Pujol deshojaba la margarita del delfinato. Duran optó a la encomienda hasta el último momento, pero el nombramiento de Mas como "consejero en jefe" en el último gobierno de Pujol, en 2002, aguó sus expectativas. Duran se erigió entonces en el gran mediador del puente aéreo y representante del nacionalismo en Madrid. Sus desacertados pronósticos sobre el proceso separatista también contribuyeron a cavar la fosa de quien más veces ha estado nominado a ministro sin conseguirlo.
La CUP y ERC, muy tocadas
Mas también ha sembrado de cadáveres la CUP. Antonio Baños, Julià de Jòdar y Josep Manel Busqueta han sido las víctimas de los antisistema. Los dos primeros, por apoyar al expresident en los últimos tres meses. Busqueta, por lo contrario. De la ruleta rusa se ha salvado Anna Gabriel, tal vez por el exceso de celo de Mas contra la diputada. Gabriel es, casi con toda seguridad, la única pieza que no se ha cobrado la gran escopeta del Prusés.
En cuanto a ERC, a Oriol Junqueras le ha salido el tiro por la culata. Es el cazador cazado. Confiaba hasta el último momento en quedar como única solución al atasco, dada la persistente negativa de la CUP a Mas y de Mas a dar un paso a un lado para salvar el proceso. Sin embargo, el Astut tenía una bala en la recámara. Si la CUP no daba su brazo a torcer, designaría un sucesor en las últimas horas de plazo, el 8 de enero.
La alambicada jugada de comparecer junto a CDC en las elecciones ha resultado un fiasco para Junqueras, que se convierte en vicepresidente de la Generalidad a cambio de renunciar al primer plano y el liderazgo del desafío separatista.
Junqueras no está en mejor situación que Mas, que ha renunciado a su acta de diputado para gozar de las regalías del cargo de exvicepresidente -más sueldo, funcionarios, secretarios y escoltas a su cargo, un despacho, que debería ser el de Pujol, en el Paseo de Gracia- y reflotar la destartalada Convergencia del clan Pujol, el tres por ciento y las sedes embargadas. A diferencia de Duran, Mas no renuncia a seguir en política. Ha vivido y ha muerto matando y no descarta protagonizar una secuela.