Es la primera victoria de Pedro Sánchez... y quizás, la última. Así parecía leerse en su rictus serio y desencajado, de lo más comentado en los pasillos: "Menuda cara que tenían Pedro y Luena...". Secretario general y secretario de Organización se marchaban tras una sesión constitutiva que sirvió para hacer visible quiénes son y con qué cartas quieren jugar sus colegas de Podemos. Espectáculo en el flanco izquierdo y una exigencia en el flanco derecho, que no da su brazo a torcer: Ciudadanos insiste en que la presidencia de Gobierno debe tener un color político distinto a la del Congreso.
Así las cosas, la designación de Patxi López como presidente del Congreso gracias al acuerdo alcanzado por PSOE, Ciudadanos y el PP en la tarde del martes, se convierte en la línea roja principal esbozada por Ciudadanos para que Pedro Sánchez sea el próximo presidente del Gobierno. Salvo que Patxi López abandone el cargo para el que acaba de ser nombrado. Algo que el flamante presidente no está por la labor de hacer.
Preguntado por Libertad Digital en el patio del Congreso, minutos después de su nombramiento, Patxi López descartó esta posibilidad porque, a su juicio, ambas presidencias socialistas "no son incompatibles". "No creo que me parezca una exigencia incuestionable", dijo la tercera institución del Estado que no baraja dejar de serlo: "No contemplo dejar de ser presidente", dijo entre risas.
Sin embargo, y según Ciudadanos, el PSOE habría aceptado este extremo en la negociación hasta el punto de asumir que los socialistas abandonarían la presidencia de la cámara baja en el caso de alcanzar un pacto por La Moncloa. Una posición favorable que, en palabras de Albert Rivera, "no quisieron cerrar eso por escrito" ni PP ni PSOE.
Una insinuación que elevó en los pasillos del Congreso quien será nombrado mañana su secretario general de Ciudadanos en el Parlamento, Miguel Gutiérrez: "A lo mejor es que el señor Patxi López contempla que el presidente del Gobierno sea de otro partido".
Declaraciones del guión de una negociación para la formación de Gobierno que aún no ha comenzado, si bien las posiciones están claras. El puzzle no encaja para nadie, salvo que alguna de las partes decida saltarse una línea roja fundamental de su discurso político. O el PSOE acepta la gran coalición -poco probable-, o cede la presidencia -igual de improbable-, o Ciudadanos rebaja sus exigencias sobre la separación partidista del legislativo y el ejecutivo, y la negativa a permitir un Gobierno de Podemos. Todo altamente improbable.
Así las cosas, el escenario de gobernabilidad es un sudoku en el que o alguien mueve ficha, o la única alternativa posible es la repetición de elecciones.