El primer discurso de Carles Puigdemont en el parlamento catalán siguió las pautas previstas. Sólo hubo una aportación, el juego de palabras entre nación y resignación. El esperpento continúa. Tras las solemnes honras fúnebres oficiadas por el propio difunto político, Artur Mas, el foco alumbra al alcalde de Gerona, independentista de primera hora y nuevo ariete de la Generalidad contra España en el golpe de Estado institucionalizado.
En síntesis, leyó trozos del discurso de Mas en su frustrada investidura y la integridad de los compromisos asumidos con la CUP, desde la Hacienda y la Seguridad Social catalanas hasta los espías. Se comprometió también a cumplir la "hoja de ruta" soberanista, salvo el espinoso asunto de una cuestión de confianza pasados 18 meses. "Si no somos nación, seremos resignación", declamó Puigdemont.
Mas y los principales dirigentes tenían pavor a una repetición de las elecciones, de ahí el movimiento de última hora, el sacrificio del expresident Mas a favor del pulso con el Estado. "A veces hay que tomar decisiones inesperadas en momentos culminantes", justificó Puigdemont respecto al apaño de última hora. Tras dar las gracias a media humanidad, Junts pel Sí y la CUP, se refirió a Mas. Ya habían pasado diez minutos de su discurso. Tal vez por eso los ditirambos fueron excepcionales e incluso se comprometió a contar con su concurso en el proceso, pero sin concretar de qué manera.
Puigdemont invirtió 50 minutos en un discurso que fue en su mayor parte leído y en el que prometió todos los objetivos de la CUP, renta garantizada de ciudadanía incluida y hasta un "estatuto del artista". Se mostró como un digno sucesor de Pujol y de Mas, retórica patriótica, promesas de toda clase, épica y el mismo callejón sin salida, un proceso ilegal y una sesión de investidura recurrida por el PP, dado que el Parlament habría incumplido su propio reglamento. Domingo por la tarde en Barcelona. Ni toros, ni fútbol. El pleno de la desconexión.
La corrupción, fuera del guión
Al no salirse del guión, Puigdemont se evitó hablar de corrupción, de pujolismo y de tres por ciento. Horas antes del pleno, Benet Salellas, el enésimo compareciente de la CUP, se vanaglorió de haber "enviado a la papelera de la historia a Mas, Puig (consejero de Industria), Boi Ruiz (sanidad) y Rigau (de Enseñanza) y al sistema del pujolismo". Fue un espejismo, un cálculo fallido. Puigdemont es una cuña de la misma madera.
Mas pronuncia sus propios obituarios políticos
Las honras fúnebres de Mas duraron 23 horas, desde las 18:00 horas de la tarde del sábado hasta las cinco de la tarde del domingo 10 de enero. El finado político se hizo dos obituarios, el discurso de dimisión de presidente de la Generalidad y un discurso en el Consell Nacional de Convergencia del domingo por la mañana. "Nunca había recibido tantos aplausos", dijo Mas. Su renuncia causó un verdadero alivio en el mundo separatista y en su propio partido. "Me di cuenta de que formaba más parte del problema que de la solución". Una caída del caballo en pocas horas al que sucedió un "sí" de Puigdemont en pocos minutos. Pura lírica.
Jòdar y Busqueta, dos peones por una reina
La CUP, por su parte, organizó una rueda de prensa para dejar claro que de lo dicho por Mas, algo pero no tanto. Benet Salellas anunció que Baños no se reintegrará y que la purga de dos diputados afecta a Julià de Jòdar, el primero en insinuar un "jodarazo", y Josep Manel Busqueta, el exasesor de Cháves, pastelero y detractor de Mas. Dicho lo cual, aclaró que la teórica integración de dos diputados de la CUP en el grupo parlamentario de Junts pel Sí sólo vincula a los antisistema a los pasos de la desconexión, no a las políticas sociales.
Por tanto, Anna Gabriel, el objetivo de las iras de los masianos, permanecerá en el Parlament. De entrada, será la encargada esta tarde noche de pronunciar el discurso de la CUP en el pleno de investidura.