Cuenta Suetonio que Gayo Julio César cruzó el Rubicón, río frontera que no podían cruzar los generales porque se interpretaba como un ataque contra Roma, gracias a un prodigio. Estaba meditando sobre si retroceder o no, porque seguir adelante significaba la guerra, cuando tuvo una visión. Se trataba de un hombre que tocando la flauta, luego una trompeta robada a un soldado, atravesó el río y llegó a la otra orilla. César, iluminado, dijo: "Marchemos a donde nos llaman los signos de los dioses y la iniquidad de los enemigos. La suerte está echada". Cruzó el Rubicón y tuvo éxito en sus propósitos. A Susana Díaz, la cesarina andaluza mutatis mutandis, le ha sobrevenido la visión de un joven llamado Pablo Iglesias cuando ya tenía cruzado la mitad de su Rubicón. Pero es una visión confusa. ¿La anima a que llegue a la otra orilla o la seduce para que retroceda?
No cabe duda de que después de lo ocurrido en el pasado Comité Federal del PSOE, la posición de Susana Díaz ya no era la acampada en la orilla pacífica de su Rubicón. Desde hace mucho y desde luego durante toda la reciente campaña electoral, ha desafiado la autoridad de un Pedro Sánchez que la traicionó postulándose como candidato socialista al gobierno de la Nación cuando su acuerdo con el PSOE andaluz que lo aupó a las primarias a la secretaría general era otro. Cuando marcó la gran línea roja del previsible pacto con Podemos, que era la única tabla de salvación para un Sánchez derrotado con el peor resultado del PSOE en unas elecciones generales desde la transición, Susana Díaz, lo supiera o no, estaba cruzando su Rubicón. Pero se detuvo a mitad del camino y no dio el paso definitivo que hubiera sido exigir la convocatoria inmediata de otro Comité Federal y proponer abiertamente la salida de Pedro Sánchez de la secretaría general en un congreso ordinario, extraordinario o mediopensionista.
Dicen los clásicos que las aguas del Rubicón eran, por entonces, torrenciales por lo que mantenerse en el centro del río podía ser peligroso, sobre todo en invierno y con riadas. En el centro de los remolinos de la corriente, Susana Díaz se encuentra en el momento más peligroso de su vertiginosa carrera política en el seno de un PSOE desvencijado y sin figuras de relieve.
Por una parte, las expectativas de su volando voy a Madrid ha desatado las expectativas de su sucesión en el virreinato andaluz. No se puede ser secretario general del PSOE en España sin controlar férreamente la federación andaluza, una federación castigada sucesivamente por defenestraciones aparatosas. La más grave, la de Manuel Chaves, un histórico acosado por el caso ERE en el que está imputado y que se siente traicionado por Susana Díaz a la que acusa de haberlo dejado a los pies de los caballos por su conminación a dejar los cargos aforados. La batalla interna, que comenzó José Antonio Griñán, dejó numerosos heridos en diferentes provincias, sobre todo Sevilla y Cádiz.
Para la sucesión podrían postularse con derecho propio Mario Jiménez, mandamás del PSOE onubense donde ha tejido una "telita de araña" particular. Es portavoz parlamentario del PSOE andaluz y número 3 de la jerarquía. Es un personaje de formas deslenguadas, Tigelino de las bambalinas o Sejano armado cuando se trata de liquidar sin temblores a los adversarios. Pero ni tiene carrera ni tiene demasiados amigos. O sea, una incógnita. Por un lado podría ser el lugarteniente fiel, pero por otra puede ser un peligro para la integridad futura de la líder ascendente.
En una playa más tranquila, en La Barrosa de Chiclana, nació Manuel Jiménez Barrios, exalcalde de Chiclana que dejó miles de viviendas irregulares, pero elemento clave de la batalla en clave interna que primero Griñán y finalmente Susana Díaz dieron al conocido clan de Alcalá que lideraba la mano derecha de Manuel Chaves, Luis Pizarro. Finalmente, Susana Díaz impuso su ordeno y mando dejando a los chavistas arrinconados y fuera, relativamente, claro, de los circuitos de poder. Jiménez Barrios es el vicepresidente de la Junta en estos momentos y ha ejercido como titular en el trance del parto de Susana Díaz el pasado verano. Tampoco tiene carrera superior aunque su trayectoria en la administración es muy superior a la de Mario Jiménez.
Claro que Susana Díaz podría optar por nombrar directamente a su sucesor o sucesora. Ya ha salido el nombre de la actual consejera de Hacienda, María Jesús Montero, que no es una socialista pata negra porque tienen en su haber una procedencia "cristiana". En cualquier caso, está claro que ocurra lo que ocurra, el elegido o la elegida deberá controlar simultáneamente PSOE andaluz y Junta de Andalucía si no se quiere que el conflicto interno a medio plazo aflore de manera virulenta.
La aparición de Pablo Iglesias
En medio de su Rubicón, a Susana Díaz se la ha aparecido Pablo Iglesias. Pero al contrario que la visión de César que fue tan clara que cruzó el Rubicón y marchó hacia Roma, el prodigio "Iglesias" presenta claroscuros. Nadie duda de que el líder de Podemos, que se ha quemado un poco en Cataluña, que no tiene muchos amigos en Andalucía, que se oculta bajo siglas separatistas en Galicia y Valencia y que sufre de descrédito en otras regiones, está intentando terminar con el PSOE y con IU usurpando sus espacios políticos de un plumazo en la que es, seguramente, su única y última oportunidad. Pablo Iglesias ha mandado un mensaje al PSOE: Susana Díaz, la insensata, es igual al PP y Pedro Sánchez es igual a Podemos. ¿Cuáles van a ser las consecuencias?
Lo primero que hay que recordar es el vaivén mezquino de unos barones que hasta anteayer apoyaban sin fisuras a Susana Díaz. El trasfondo es sencillo si lo contamos crudamente. Con apoyo de Podemos, en Valencia, Castilla la Mancha y Extremadura, por poner los tres grandes ejemplos, el PSOE gobierna en estas Comunidades, ha colocado con libertad a los suyos en los cargos de libre designación (Podemos no está en gobierno) y en otros muchos derivados consolidando el poder interno de sus titulares. A ninguno de ellos les conviene prescindir de Podemos en sus ecuaciones porque si Susana Díaz ha eludido el dogal podemita gracias a Ciudadanos, ellos ya sufren la asfixia del primer apretón presupuestario que les han dado. O sea, que hay peligro interno a la vista.
Segundo, ¿va a ser tan fácil quitar a Pedro Sánchez? ¿Lo que ha hecho Pablo Iglesias al señalar a Susana Díaz como enemiga principal es beneficiar a Pedro Sánchez o lo condena como felpudo de Podemos? O viceversa. ¿Lanza Pablo Iglesias a Susana Díaz como candidata irreversible y le anima a cruzar definitivamente la otra mitad del Rubicón o pretende apartarla sibilinamente de la batalla por el espacio de la izquierda española?
Tercero, Susana Díaz, sometida a la presión de las corrientes en mitad del río prohibido, no parece estar segura de poder ganar al PP - ni siquiera de sacar más de 90 diputados- en unas hipotéticas e inminentes elecciones generales aunque, de nuevo, Pedro Sánchez le ha metido el dedo en el ojo postulándose sin más como candidato socialista. No aparecen síntomas de un vuelco electoral. Al contrario. Las señales que emanan de las urnas y de la crisis catalana es que el voto ciudadano puede apuntalar a PP y Ciudadanos en detrimento de Podemos y PSOE infectados por el espectáculo separatista. O sea.
Cuarto. Las embestidas de las aguas del Rubicón ponen a Susana Díaz en la tesitura de si será mejor esperar o no ante la magnitud de lo que perdería de poder orgánico y territorial si cede la Junta y su cetro socialista andaluz, por muy atado y bien atado que deje el Sur. Por otra parte, no está del todo resuelto el problema judicial de las corruptelas socialistas andaluzas, con varios frentes abiertos de los ERE al fraude de la formación, Invercaria y otros que pueden desacreditar su liderazgo nacional.
Resumiendo. Susana Díaz está en el Rubicón pero no ha llegado a la otra orilla por lo que la suerte sigue sin estar echada. En el meollo de sus aguas turbulentas, no le va a ser fácil retroceder como ya hizo dos veces anteriores. Una vez, vale. Dos, no parece casual. Tres, ya puede ser demasiado truco. Pero tampoco va a ser fácil llegar a la orilla nacional. Tendrá que tener mucho cuidado y algún salvavidas en la mochila o conejo en la chistera no vaya a ser que las aguas rojas de su Rubicón terminen por ahogarla en una crecida imprevista.