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Pedro Sánchez se conjura contra las encuestas para "sacar tarjeta roja" al PP

Doble cierre: primero en Barcelona; después en Fuenlabrada, donde los socialistas comenzaron a desvelar sus nervios.

La campaña se acaba y con ella el teatro de quince días de negacionismo demoscópico. El 'vamos a ganar', tenemos posibilidades y "aún podemos ser primera fuerza" comenzó a resquebrajarse en las últimas horas de la campaña electoral cuando los socialistas empezaron a notar que se acabó el pedir el voto y empezó la hora de la verdad. Pocos o ninguno confiaba ya en la victoria sino en una diferencia "moderada de tres o cuatro puntos" con el PP, si bien seguían defendiendo que se estrategia a la ofensiva contra Mariano Rajoy en el debate "ha movilizado muchísimo", no sólo a los propios "sino a todo el votante progresista", mayoría según Ferraz, en el 40% de indecisos del CIS.

Sostienen que este colectivo en quien confiaba el PSOE para consolidar su liderazgo en la izquierda frente a Podemos, se ha rebajado del 40 al 18% de voto. Motivo por el que el mantra hasta ahora era que "hay partido", que "todo está muy abierto" y que había "posibilidades". Nadie lo repitió en los corrillos previos al cierre de campaña en Fuenlabrada en Madrid.

Un juego de cartulinas de colores, sujetas por los 4000 militantes del polideportivo Fernando Martín, dibujaron en blanco sobre rojo la palabra 'presidente' en el escenario de una forma tan difusa que apenas podía leerse. Un buen símil de las expectativas socialistas contra las que se conjuró el candidato del PSOE a lo largo de su maratón de recta final.

Sánchez salió agotado, tras una maratón de campaña que amaneció en Málaga, siguió a Madrid, Zaragoza, Barcelona y de vuelta a Madrid, donde pidió, como en los últimos días de la campaña, "llevar algo rojo en las elecciones del domingo" para seguir la tradición navideña y que le de suerte al PSOE. Y a Mariano Rajoy, "sacarle tarjeta roja para echarle del Gobierno".

Fueron los mismos mensajes de los últimos días, con una única salvedad, los agradecimientos personales. Como si de una despedida se tratara, sabedor de que el domingo se la juega, Sánchez agradeció el esfuerzo "a mis padres, padres de mis mejores valores; a mi mujer Begoña, mi mejor compañera; a mi hermano, mi primer coompañero; y a mis hijas que estáis ahí, cariños, os quiero mucho".

Sacando pecho del "orgullo" de ser el candidato por el PSOE y su secretario general, sacó pecho anticipadamente como un aviso a navegantes de que "este partido está en pie" preparado "para ganar las elecciones". O las expectativas socialistas.

El mal presagio de Gabilondo

Mal presagio fue también el de su 'referente moral' como llaman en el PSOE al 'independiente' Ángel Gabilondo. El ex candidato que se quedó a las puertas de la Comunidad de Madrid y acabó siendo el portavoz en la Asamblea, ejerció de telonero de su mentor recordando las palabras de un republicano en un mitin en 1936: "Pongámonos en la hipótesis de que perdemos las elecciones", dijo citando al republicano, "y entonces alguien gritó en el público: '¡Muerte a la hipótesis!'". El público rió, también Sánchez, mientras Gabilondo animaba a los presentes a "no resignarse" porque "sólo nos queda una pequeña cosa que es creérnoslo" y "no podemos permitirnos ése lujo". Una mala idea verbalizar el temor públicamente. Excusatio non petita, acusatio manifesta. Más aún en la recta final de la campaña electoral.

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