En 2004, el escritor y columnista de esta casa Jesús Laínz publicó un libro de título, le dijeron, agorero: Adiós, España. Casi doce años después, igual alguno piensa que podría firmarlo un notario.
"Hasta mi editor, José Miguel Oriol, de Ediciones Encuentro, dudó en un primer momento, pues le pareció un título demasiado pesimista", rememora Laínz. "Pero insistí, ya que el libro intentaba explicar por qué los nacionalismos vasco y catalán, debido a su naturaleza ideológica, no iban a renunciar a seguir dando pasos hacia la secesión".
La secesión que ya está aquí, proclamada en sede parlamentaria el pasado día 9. Pero hace casi doce años Laínz fijó su atención no tanto en el nacionalismo catalán como en el vasco. "Hay que tener en cuenta que lo que ocupaba las portadas de aquellos días era el Plan Ibarretxe", vuelve a rememorar para aportar contexto Laínz. "Pujol y Beiras iban a remolque del mucho más visible Arzalluz. Además, ETA seguía matando". Ahora bien, la deriva secesionista de los herederos del Evasor no le ha sorprendido lo más mínimo. "La labor de voladura del régimen desde dentro la hacían unos y otros por igual. La falsificación del pasado, la agitación del odio, la deslegitimación histórica y política de España, la utilización de las lenguas regionales como instrumentos de incomunicación, el acallamiento de las voces discordantes, eran las estrategias comunes de todos ellos. Y a los que lo denunciaban, en muchas ocasiones con gran riesgo de sus vidas y haciendas, no les hacía caso nadie. Y el Gobierno, menos que nadie".
Ahí estaba la razón principal del pesimismo que le dictó el título agónico, en "la constatación de la ceguera e incapacidad de los gobernantes de la nación, tanto del PSOE como del PP"; y en la constancia y decisión de los nacionalistas. "Y han demostrado tener una talla de estadistas inconcebible en los inquilinos de La Moncloa, todos ellos unos completos incapaces, sólo preocupados por seguir pisando alfombra tras las siguientes elecciones. Mientras tanto, los separatistas sembraban lo que habrían de votar las siguientes generaciones. Y lo están recogiendo ahora. ¡Eso es eficacia!", exclama con admirada indignación. "Hasta yo me siento tentado de apuntarme. Al menos ofrecen algo, actúan, se mueven, proponen, gobiernan. Frente a ellos, España no ofrece nada".
Casi doce años después, Jesús Laínz –que ha seguido publicando libros sobre la materia (el más reciente, de 2014, lleva también un título poderoso: España contra Cataluña. Historia de un fraude)– sigue siendo pesimista. Más, de hecho, que en 2004. Laínz, en 2015, más que Casandra parece un profeta veterotestamentario, pues no sólo vaticina sino que fulmina a los que habrán hecho posible lo indeseable:
Salvo inesperada reacción, habrá llegado definitivamente la hora del 'Adiós, España'. Pues tras los catalanes irán rápidamente los vascos, ahora muy sabiamente agazapados. Y a medio plazo veremos por qué optan baleares y valencianos.
Pero no echemos la culpa a los separatistas, sino a los bochornosos gobernantes que hemos padecido y seguimos padeciendo. Parecía difícil superar la incompetencia de ZP... ¡pues Rajoy lo ha conseguido! Pero que tenga en cuenta que, debido a su inacapacidad para defender una nación centenaria y su Estado de Derecho, no tardará en desaparecer con ignominia por la cloaca de la historia. Y con él todo el PP, y todo el régimen de 1978, monarquía incluida. Será un desastre, pero algo de justicia se repartirá. Sin duda, estamos viviendo un momento histórico memorable. El 98 fue una broma.