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El PP se ve superado por los frentes internos a dos meses de las generales

Otra vez, a dos meses del 20D, el PP se vio incapaz de marcar agenda y quedó atrapado por los incendios de Quiroga, Montoro y Álvarez de Toledo.

De nuevo, crisis interna. Otra vez, rencillas y críticas publicadas en los medios de comunicación. Y, todo ello, a dos meses de las elecciones generales. El partido en el Gobierno, ante el mutismo de Mariano Rajoy -que regresaba de su viaje oficial a Nueva York-, se tambaleó innegablemente, mostrándose incapaz de tomar las riendas de la situación. El PP quería hacer balance de las principales reformas de la legislatura, pero acabó atrapado por los dardos de Cristóbal Montoro, el estrepitoso adiós de Arantza Quiroga y la durísima carta al presidente de Cayetana Álvarez de Toledo, que no formará parte de las listas.

Tres frentes políticos en apenas unas horas, y que convirtieron al partido en un caos con ministros y altos cargos tratando de sofocar los incendios en un momento en el que, en teoría, se pretendía dar una imagen de estabilidad y buen gobierno. "Nos crecen los enanos", acertó a decir un histórico de la formación a media mañana, con todos las tertulias de radio y televisión abordando, casi en exclusiva, los problemas del partido.

Sin duda, el del PP vasco es el más grave de todos esos problemas. El martes, María Dolores de Cospedal citó a Quiroga en Madrid para pedirle que resistiera, pero ella se negó. Tras ser obligada a retirar su polémica ponencia sobre la banda terrorista ETA, con la que pretendía dar un impulso a su liderazgo, corroboró lo sola que estaba políticamente. Alfonso Alonso -además de ministro, responsable del partido en Álava- y Borja Sémper -Guipúzcoa- le dieron públicamente la espalda. En privado, fueron muchos más, y ella optó por desaparecer durante una semana mientras su jefe de prensa ni tan siquiera cogía el teléfono.

Desde hacía meses, en Génova se daba por descontado que el futuro del PP vasco no pasaba por Quiroga, de la que siempre se ha puesto el acento en su teórica debilidad. Si bien, la secretaria general -prácticamente su única valedora- quería que aguantara, al menos, hasta la celebración del próximo congreso regional, que se celebrará en 2016. Entonces, según el plan de algunos actores clave del partido, Javier Maroto se haría con las riendas. Un mirlo blanco, con asiento también en el Comité de Dirección. Pero Quiroga dijo que no, que no iba a pasar un minuto más al frente de unas estructuras que una y otra vez se le han sublevado, y el PP vasco tendrá que buscar ahora un líder de transición.

Maroto no se cae de la terna de candidatos, pese a que él lo niegue. Pocos nombres más se barajan internamente. En el PP vasco, hay quienes hablan de Iñaki Oyarzábal, el enemigo político de Quiroga y hoy distanciado de Cospedal. En las quinielas, también, Javier de Andrés. El ministro Alonso no quiere oír hablar de dicha posibilidad. Sea como fuere, a toda prisa se ha convocado el próximo vienes a las seis de la tarde una Junta Directiva regional para no estar más tiempo sin presidente.

Por si no bastara el caos en el PP vasco -según lamentan en Génova de forma recurrente, "son ocho y están todos enfadados entre sí"-, el ministro de Hacienda irrumpía en escena con una demoledora entrevista en el diario El Mundo. Ya el martes por la noche, se sucedieron las llamadas mientras los cargos del partido se reenviaban la portada del periódico a través de sus teléfonos. Montoro, apartado de los mítines "porque no da un voto, sino que te lo quita" -según un barón autonómico, antes de los comicios regionales-, habló del PP. Y provocó un nuevo incendio.

El titular de Hacienda disparó contra José María Aznar y José Manuel García-Margallo, y lamentó que "hay compañeros que se avergüenzan de ser del PP". Una entrevista-bomba que dejó en un segundo plano lo que ocurría en el pleno del Congreso, la penúltima sesión de control, para convertir en noticia lo que se vivía en los pasillos. La pregunta era si "se sentía orgulloso o no de ser del PP", y ministros y diputados se lanzaron en tromba a contestar que sí.

En paralelo, en el mismo lugar (la Carrera de San Jerónimo), el PP había montado un acto -catering incluido, con grifo de cerveza- para defender de sus logros con Sáenz de Santamaría como invitada estrella. "Frente a quienes nos critican por dónde estamos hay que poner en valor dónde hemos llegado", dijo la vicepresidenta a los suyos, subida en el atril. Si bien, a los periodistas, lo que les interesaba era su respuesta sobre Montoro: "Creo que es una entrevista sincera de una persona que ha trabajado mucho a lo largo de estos años para que en España se vuelva a crecer", contestó. Ana Pastor, Alonso e, incluso, Margallo trabajaron por cerrar la hemorragia. "Cristobal es un guasón (…) es una broma que acepto de muy buen grado", contestó el jefe de la diplomacia española.

El Ejecutivo y el PP se afanaron en vender que no hay ningún problema con Montoro, aunque en privado se admitió que entrevistas como las suyas no ayudan, y menos en precampaña. Y, para rematar, también llegó la misiva de Álvarez de Toledo a Rajoy. "No encuentro argumento para defender la gestión del Gobierno", afirma en la misma, para a renglón seguido comunicar su deseo de no formar parte de las listas electorales.

Inmediatamente, fuentes de la dirección precisaron que "ella sabía perfectamente" que no tendría cabida ni en la candidatura de Madrid "ni en ninguna otra". Si bien, la portavoz de Libres Iguales hace daño, en tanto en cuanto su diagnóstico casa con el de una parte del votante tradicional de la formación. "Estos desahogos de última hora no sé si dejan bien a quien lo escribe", se revolvió Javier Maroto.

Finalmente, por la tarde, llegó el momento de tensión en el Congreso: una diputada del PP increpó a Álvarez de Toledo, y los socialistas quisieron aprovecharlo sacando una foto. "Si no le gusta lo que ha hecho el PP, no sé por qué ha tardado tanto en irse. Aquí hemos aguantado todos", se le recriminó por parte de un sector del Grupo. Otros, de manera afable, despacharon con ella sobre sus motivos tomando un refresco en cafetería.

Una demoledora fotografía para el PP en un día en el que, en teoría, iba a sacar músculo por su proyecto reformista. Y de ahí el pesimismo que en privado volvieron a transmitir algunos cargos de la dirección, que lamentan cómo intentan de forma insistente salir del bucle pero "cada día hay algo nuevo que nos perjudica" mientras que Ciudadanos sigue subiendo en las encuestas.

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