Los guiños de complicidad entre ERC, Podemos y las CUP se suceden. Oriol Junqueras declara que la versión catalana de Podemos, 'Catalunya Sí que es pot', debe formar parte del gobierno de la Generalidad que surja tras el 27-S. El candidato podemita, Lluís Rabell, responde que su formación no tendría inconveniente en investir "president" a Raül Romeva. Las CUP, por su parte, afirman que no presentan a las elecciones para apoyar a Artur Mas. La última hora de este idilio a la siniestra de Artur Mas viene de la mano de Rabell, que propone una mayoría de izquierdas que combine el objetivo del "derecho a decidir" con un programa "social".
La candidatura oficial del separatismo es un avispero. No consta por escrito que Mas, que ocupa el número cuatro, sea el candidato a la presidencia y el número uno, Romeva, impuesto por Junqueras, no renuncia a resultar finalmente investido por la suma de votos de 'Catalunya Sí que es pot' y las CUP. A cincuenta días para las elecciones, la fragmentación es el rasgo de la lista unitaria. Cada partido hace campaña por su cuenta y los representantes de la sociedad civil parecen decantarse por "su" candidato Romeva antes que por Mas.
Se mantienen las diferencias sobre los diferentes trayectos hacia la independencia. Mas sostiene que basta con una mayoría absoluta en escaños (68). En cambio, ERC, Podemos y las CUP resultan más moderadas que los convergentes y estiman que se requiere un 55 por ciento de los votos para considerar las elecciones ganadas. Con la ley electoral vigente, los 68 escaños se pueden conseguir con menos del cincuenta por ciento de los votos por el mayor peso electoral de la Cataluña interior frente al área metropolitana de Barcelona. Los partidos de izquierda advierten, además, que si se quiere que las elecciones sean plebiscitarias, el cómputo es en votos y no en escaños.
Convergencia no consigue frenar el rosario de desautorizaciones y descalificaciones contra Mas procedentes de su propia candidatura. El "president" está emparedado entre Junqueras, Romeva y las "independientes" Carme Forcadell y Muriel Casals, sin capacidad de maniobra una vez abandonadas las presidencias de la Asamblea Nacional Catalana y Òmnium. Y en el número seis, Mas ha tenido que tragar con el líder de Súmate (la filial castellanoparlante de ERC), Eduardo Reyes, a quien no dejó entrar en el Palau cuando se gestaba la candidatura.
La sugerencia de Rabell de formar un "frente popular" es una de las muchas andanadas que ha dirigido contra Mas con la complacencia de ERC. Los podemitas acusan al presidente de la Generalidad de intentar camuflar sus siglas, la corrupción y los recortes sociales en una plataforma que le evita hacer frente a las consecuencias de su gestión. El mensaje ha calado, como ha calado la opción de que Romeva se convierta en el candidato de facto frente a un Mas aislado y sin más peones que Josep Rull y Jordi Turull.
La lista "unitaria" es irreversible, pero cunde la sensación en Convergencia de que han sido traicionados por Oriol Junqueras a las primeras de cambio. La relevancia de Romeva y los fluidos contactos de ERC con Podemos avalan las quejas de los convergentes.
El sesgo actual de las encuestas deja a la candidatura de Mas y Junqueras lejos de la mayoría absoluta que le auguraba La Vanguardia cuando presionaba para forzar la lista conjunta CDC-ERC. Mas es un lastre, apuntan los republicanos, y cualquier acuerdo con otras formaciones pasa por su sacrificio. Esta hipótesis se ha convertido en el eje de la precampaña y se plantea abiertamente.