El PP está en busca de nuevos referentes tras la hecatombe electoral. Y Cristina Cifuentes parece llamada a convertirse en el nuevo modelo, amén de que llevará la voz cantante de los barones si consigue un acuerdo con Ciudadanos.
Pasada la primera semana de luto, tanto la dirección nacional como otros actores clave de la formación la observan con atención, y gusta tanto en el fondo como en la forma. En la madrugada del 24M, Cifuentes fue la única que cosechó aplausos. Ante el sombrío aspecto que presentaba la fachada principal de Génova13, su equipo la arropó en la sala de prensa, ovación incluida al término de las preguntas de los periodistas. Y deslizaron: "La campaña ha sido muy dura, no nos han ayudado".
Un miembro de la cúpula reconoce que es la única que ha podido "asomar la cabeza", a tenor de que Murcia y La Rioja -las otras plazas en las que el PP aspira mantener la mayoría absoluta- tienen muchísimo menos peso que la Comunidad de Madrid. El gallego Alberto Núñez Feijóo, el barón por excelencia, no concurría directamente a las urnas, pero ha visto su poder local muy mermado.
En Génova conceden que, desde el primer momento, entendió que había que dar "la batalla" en los medios. Ya lo hacía cuando era Delegada del Gobierno en Madrid. "Va encantada a esRadio", dicen en la cúpula, pero también contesta a la llamada de Cuatro o La Sexta. Cuando aún no sabía si tendría opciones de gobernar la noche del 24, se acercó a los periodistas para invitarles a un ágape "en la tercera planta", donde le han dejado instalarse Esto es, ni con Mariano Rajoy en su núcleo duro en la séptima, ni tampoco con Esperanza Aguirre en la primera.
Según un primer análisis de la dirección, Cifuentes logra amarrar a un alto porcentaje del votante tradicional -pese a las quejas de los colectivos católicos por su postura con respecto al aborto- y araña votos por el centro. Suele apoyarse en los principios de la formación, pero no deja de tener un aura de moderna que ella misma alimenta. Y desde el entorno de Rajoy ya utilizan su "efecto" para criticar a Aguirre, que todo apunta a que no podrá ser alcaldesa.
"Ha demostrado que era una buena candidata y que su perfil gusta", zanjan los estrategas del PP. Y ello pese a que su poder interno hasta la fecha es más que limitado. El PP de Madrid lo controla con firmeza Aguirre, y ni tan siquiera es miembro del Comité Ejecutivo, al que no asistió el lunes 25 pese a que le reservaron un sitio en calidad de invitada. Igual le ocurre a Pablo Casado, otro de los nombres que más suena para dar un impulso a la dirección nacional.
Poco sonó a nuevo del discurso de Carlos Floriano, que no pudo avanzar detalles sobre los cambios prometidos por el presidente. De hecho, lo que hizo fue acotarlos. "No tengo ninguna duda de que Rajoy "será candidato a la Moncloa" y María Dolores de Cospedal "seguirá siendo" secretaria general, contestó en varias ocasiones.
Por si cupieran dudas, Cospedal volvió a presidir el Comité de Dirección -los maitines dejaron de celebrarse en campaña- para fijar dos prioridades: el estudio exhaustivo del resultado electoral y, más importante todavía, la estrategia de cara a las generales. Y, en este sentido, Floriano anunció comisiones para escuchar "las demandas" de los ciudadanos" y prometió "rendir cuentas" con más presencia en la calle.
Además, el número tres del PP suplió una vez más a Cospedal en una comparecencia de prensa en la que, de nuevo, avisó a las direcciones regionales -y en especial a la de Baleares- que sólo Génova tiene la potestad de convocar los congresos, estos no se celebrarán hasta después de las elecciones generales. Precisamente, será entonces cuando se produzca la verdadera reforma del partido, y Cifuentes va subiendo escalones.