Miajadas es la capital, no sé si europea o mundial, del tomate, pero a pesar de tan meritorio título es un pueblo relativamente pequeño -10.000 habitantes, según Wikipedia- de la provincia de Cáceres, cercano a Trujillo. Sin embargo, en una región con una población tan dispersa como Extremadura Miajadas es importante, y en una campaña electoral con dos, tres o cuatro actos cada día no sólo es el lugar elegido para un mitin del mismísimo José Antonio Monago, sino que será el mitin de la noche, el cierre del día, el acto con más solera, por decirlo de alguna forma.
Hasta allí ha viajado Libertad Digital para sumergirse en una campaña muy lejos –y no sólo físicamente- de la que se desarrolla en las grandes ciudades como Madrid: una campaña atada a la tierra en todos los sentidos, una campaña que baja la política, o la eleva, a los problemas de esos paisanos que se espera que llenen la plaza central del pueblo.
Llegamos un par de horas antes que la caravana electoral: en el centro de la plaza ya está montada buena parte de la parafernalia del mitin: una pequeña grada para dar un fondo adecuado a las imágenes de las televisiones, una moqueta con ese símbolo de la RAF extremeña que ha diseñado el equipo de comunicación del presidente, un pequeño atril y sillas alrededor.
Aunque lo parece, nada es casual, todo responde a un diseño muy pensado: "No hay escenario y cuando habla el presidente no hay ni atril, así se muestra más cercano", nos cuenta la gente de la campaña. "Elegimos plazas con espacio e incluso con bancos, para que la gente pueda escucharlo sin significarse, si alguien está interesado puede escucharlo sin sentirse parte del grupo".
En cada uno de los asientos se coloca una bandera de Extremadura, aunque ya antes del mitin muchas de ellas acaban en destinos insospechados: las ondean los niños subidos al parque de juegos cercano, o dos chavales que se pasean por la plaza con su skate. Luego, una vez en marcha el mitin los asistentes tampoco es que les hagan mucho caso, todo hay que decirlo.
Paisaje y paisanaje
Entre el equipo de montaje y los primeros asistentes que van llegando se pasea Bárbara, o quizá sería mejor decir Discípulo de la Rima, la autora del polémico rap que ha sido uno de los hits de la campaña de Monago.
Alejada de ese rictus de dureza que parece requerir el hip hop –aunque enfundada en unas inequívocas zapatillas y una gran camisa muy hiphoperas- Bárbara es una joven simpática y agradable que nos cuenta que está "muy sorprendida" por el revuelo que se ha montado alrededor de su canción –bastante más suya de lo que podía pensarse- pero a la vez muy contenta por ser parte de un equipo que es "como una familia estas dos semanas" y por su parte del trabajo durante la campaña: abre todos los mítines nocturnos con un pequeño concierto de unos 15 minutos.
Oye, y cómo se lo toma el público, le preguntamos: "Muy bien, incluso en algunos pueblos en los que es todo de viejitos les acaba gustando". Puede que el PP no se convierta en un partido de raperos, pero sí parece que, al final, a la gente en Extremadura tampoco se ha quedado tan descolocada por el formato de un mensaje –la letra del rap la eligió la propia Bárbara entre una serie de frases de Monago que le ofrecieron- que en el fondo les gusta.
La hora del mitin se acerca y la plaza se va llenando: primero algunos mayores que prefieren sentarse en los bancos cercanos y no en las sillas preparadas, luego otros más de partido, aunque la mayoría de la gente no tiene lo que habitualmente entenderíamos como aspecto de militantes del Partido Popular. Llega el precioso Citroën 2CV de campaña popular –debe ser una moda extremeña: en Mérida nos encontramos con uno igual de Ciudadanos- y también pasa el menos glamoroso coche del PSOE local, forrado de carteles, con la megafonía a alto volumen y dos personas que miran el montaje desde dentro con una cara a mitad de camino de la preocupación y la suspicacia.
Se encienden las luces
Cerca de las ocho la caravana popular está ya en Miajadas prácticamente al completo: el presidente de Nuevas Generaciones en la región, Luis Francisco Sánchez, habla con el alcalde, Juan Luis Isidro Girón, un hombre afable y con todo el aspecto regir un pueblo de España, sea cual sea ese aspecto: les apuesto que Juan Luis lo ven ustedes entre varios y también piensan que él es el alcalde.
Ellos serán dos de los cuatro intervinientes, la primera –la rapera Bárbara- ya está prácticamente bajo los focos; el último y gran estrella –el presidente Monago- está a punto de llegar. Lo hace cuando ya suena el contundente sonido del hip hop en la pequeña plaza, se abraza con el alcalde y hace algo de tiempo tomando un café en un bar cercano.
Entre interrupción e interrupción de lugareños que se acercan para hablarle y hacerse una foto –a todos los atiende con una sonrisa de lo más convincente- Monago nos habla de la campaña electoral y de lo satisfecho que está con ella, a pesar de pequeñas incidencias como un agricultor que le ha protestado ese mismo día por no poder quemar los rastrojos. "Le he tenido que explicar que hay una prohibición de la Unión Europea", nos dice demostrando que para ser presidente de Extremadura también hay que saber de rastrojos, "aunque lo más importante es que para negociar en Bruselas tienes que ser una región seria, si me estoy peleando con un finlandés por algo o tengo detrás una región seria o no hay nada que hacer", nos explica.
Monago es un hombre afable, que gana en la distancia corta a pesar de que lo primero que se podía decir de él es que es igual en una mesita de bar que en un atril parlamentario, pero de cerca ese estilo directo resulta más franco, mucho más natural, más atractivo.
"Hay que ir, presidente". Su jefa de protocolo le llama, ha calculado el tiempo a la perfección para que tras otras cuatro interrupciones y tres fotos llegue a la plaza en el momento justo para anunciarle. En el camino explica lo bien que están resultando los mítines, y me enseña fotos en su propio móvil, un iPhone que no es de última generación: "Mira, mira cómo estaba Trujillo", nos dice con el mismo tono orgulloso de alguien que enseña imágenes de su familia o sus últimos trabajos de artesanía.
El mitin
Finalmente empieza el mitin, toma la palabra el joven oficial -el presidente de NNGG-, que rápidamente se coloca en un tono mitinero un tanto exaltado y gritón. Su intervención es breve y trata de aprovecharla al máximo, hay que dejar huella.
Mucho más tranquilo es el tono del alcalde, al que se le ven un poco los nervios –es el gran día de la campaña en Miajadas y está delante el presidente- mientras hace un detalladísimo repaso a la gestión municipal: han sido los cuatro primeros años en el ayuntamiento del PP y el bueno del alcalde no quiere dejarse nada.
Unos aplausos inesperados, los primeros, surgen cuando el alcalde habla de una bajada en ciertos impuestos municipales relacionados con… sucesiones y donaciones. Se nos saltan las lágrimas: resulta que ese es también un tema que preocupa en un pueblo tan pequeño y tan lejano.
Acabado el repaso a lo hecho el alcalde emprende el de lo que queda por hacer. Sus promesas van de la perrera a las papeleras y también hay un momento en el que se compromete a construir canchas de pádel y una pista de atletismo. "¡Una pista de atletismo, chaval!", salta como un recorte uno del grupo de seis jóvenes que sigue el mitin junto al kiosco de la plaza, dos de ellos montados en sus bicicletas.
Por fin llega el momento estelar: Monago va a hablar, se retira el pequeño atril y se queda el presidente de pie, con uno de esos micros que se sujeta sólo junto a la boca y sin papeles. Y empieza el discurso. ¿Discurso? No exactamente, Monago habla y habla y habla pero parece más una conversación que un discurso; una conversación en la que sólo interviene él, claro, pero que parece fluir como si alguien le estuviese preguntando: oye, cómo ves lo de Podemos, qué te preocupa, habrá pacto después de la votación… De hecho, en la mayor parte de los mítines de la campaña se aceptan preguntas del público al final, aunque en este no se hará porque hay un considerable retraso.
Aún sin papeles el presidente de Extremadura se sabe bien la lección, desde el gran rendimiento por hectárea de los cultivos de tomate en la zona hasta el pacto, que da por seguro, entre los socialistas y los de Pablo Iglesias: "¿Habéis oído alguna crítica de Podemos al PSOE o del PSOE a Podemos? No, verdad, porque está hecho", asegura reclamando a Fernández Vara que lo reconozca: "Si estás tan seguro de que eres un bloque preséntate con ellos, ve con Podemos, Guillermo, ve en coalición, díselo a los extremeños".
Monago no eleva la voz sino en contados momentos, gesticula con suavidad, provoca los aplausos cuando quiere y los corta cuando le interesa hacer énfasis en la siguiente cuestión. También repasa sus cuatro años en el gobierno, por supuesto, recuerda su capacidad para gobernar sin mayoría e insiste en que no será presidente sino otros cuatro años, ni uno más.
Dos ideas parecen pesar más que ninguna otra cosa en el discurso de Monago: la primera que el suyo es el único partido que de verdad conoce a la región y al que no le han hecho el programa fuera, ya sea "en la Facultad de Políticas de la Complutense", en referencia a los líderes de Podemos; ya "en la London School of Economics", por Luis Garicano, asesor de Ciudadanos. Y la segunda: que debe gobernar la lista más votada, y para ello hasta se compromete a que si esa lista es la de Fernández Vara "yo me abstengo y no pasa nada".
De selfis y de besos
Monago termina su intervención tras estar hablando unos 40 minutos, les recuerdo que sin un mísero apunte y, por supuesto, sin las modernas pantallas semitransparentes de alta tecnología que tantos grandes discursos han dictado.
Pero el mitin no acaba ahí: quedan otros 20 minutos de besos, abrazos, selfis, reclamaciones sectoriales –"tienes que pensar también en el sector del transporte, no todo es el tomate", le exige una mujer por lo demás entregada, "¡y los servicios y los servicios!" apunta otra igualmente extasiada por la proximidad del líder-, gente a la que recordar, niños a los que hay que besar… A todo responde Monago con una cercanía que va más allá de la profesionalidad o que muestra un grado de excelencia en la profesionalidad que no es fácil encontrar.
"¿Qué te ha parecido?", me pregunta cuando por fin la pequeña multitud se ha dispersado, al retomar la conversación donde la dejamos antes del mitin. Una conversación que, después, ya volviendo en el coche me he dado cuenta de que ha llevado exactamente a donde él quería. Ya es noche cerrada cuando volvemos hacia Mérida y en el coche soy yo el que me pregunto: ¿Y si tras este tipo campechano y franco que sabe de rastrojos y tomatera estuviese uno de los políticos más sagaces del momento? La próxima ocasión tendremos que tener la guardia más alta.