Esa calma de la vergüenza
El atentado acabó con nuestra bendita rutina. Desde el 11 de marzo, ¿no debería ser todo 11M? Esa hipoteca histórica de la que nadie quiere responder.
En agosto de 1939, al comienzo de la Segunda Guerra Mundial Inglaterra se encontraba amenazada por las tropas nazis. Se pensaba que los bombardeos masivos en las grandes ciudades con explosivos de enorme potencia o con gases venenosos podía ser inminente.
Mientras tanto, los ciudadanos trataban de continuar con sus vidas, que es precisamente lo que el terror quiere cambiar. Su intención es influir en las decisiones de los individuos mediante el miedo. Los ingleses lo tenían claro: si algo diferencia la civilización occidental y por ende el sistema de libertades que defendemos es la seguridad de que las cosas van a seguir funcionando. Que mañana, con toda seguridad, podremos acercarnos al kiosco a por el periódico, que pondremos la radio y nuestro programa preferido sonará como siempre suspirando por España, que el pan estará preparado como cada mañana en la gasolinera o en la tienda de al lado... En fin lo que alguien denominó como la "bendita rutina". Pues bien, ésa era la misión de los ciudadanos ingleses, no dejarse vencer por el miedo, hacer que cada mañana fuera una mañana más porque era la guerra que podían vencer.
El gobierno británico sabía lo importante que era mantener a los ciudadanos centrados en sus actividades e ideó una campaña. Diseñó unos carteles rojos con grandes letras en blanco coronados por el emblema de la Corona Real donde se podía leer "KEEP CALM AND CARRY ON" es decir, "MANTÉN LA CALMA Y CONTINÚA ADELANTE". Coronando el eslogan aparecía el emblema de la Casa Real que los ingleses identifican inequívocamente con su país. Paradójicamente y pese a imprimirse dos millones y medio de unidades, nunca se distribuyeron masivamente. Permanecieron en el anonimato, haciendo honor a su lema, hasta que en el año 2000 fueron descubiertos y por supuesto popularizados como tocaba al momento mercantil, en multitud de tazas, camisetas, llaveros... Es perfecto, un eslogan sencillo y potente, que encierra un fuerte mensaje.
En la mañana del 11 de marzo la sociedad española fue golpeada, detonada, para evitar que esa "bendita rutina" de nuestra sociedad continuara. Ocurrió tres días antes de las Elecciones Generales, quizá la mayor y más importante rutina de nuestro sistema. Fue en los medios de transporte que con cadencia diaria hacen que nuestra sociedad funcione. No fue un atentado más. Fue nuestro atentado. Iban a por nosotros, a por los que pagamos los impuestos, a por los que abren las ventanillas de la administración, a por los que cuidan de su gente querida. Y en las primerísimas horas España mantuvo la calma y continuó adelante. La conmoción no nos pudo.
Si alguien hubiera vivido aquellos momentos y ese mismo día hubiera partido hacia algún lugar aislado del Planeta donde fuera imposible informarse, y hoy, undécimo aniversario del atentado regresara no podría entender nada de lo que sucede. No podría entender cómo los medios de comunicación (la mayoría de los medios de comunicación con honrosas excepciones como la nuestra), trataron de desviar, tapar, ridiculizar y estigmatizar los sucedido. Cómo la clase dirigente en todas sus vertientes, políticos, fuerzas de seguridad y jueces han sido capaces de tejer otro cordón sanitario con las víctimas y la verdad. Esa persona ausente no podría entender cómo nos hemos quedado, como tantas veces, en la anécdota, en la superficie. Mantener la calma fue importante, pero ésa es sólo la primera parte de la ecuación. Inglaterra, en aquellos trascendentales años de la Segunda Guerra Mundial mantuvo la calma pero mientras luchaba. Sabía que había que sostener esa "divina rutina" porque es la esencia de nuestra sociedad libre, pero que a la vez, había que luchar con sangre, sudor, lágrimas y trabajo. Porque de nada vale continuar adelante escondiendo la cabeza e intentando disimular, como si nada hubiera pasado, porque ha pasado. Si ese alguien ausente durante 11 años hubiera regresado hoy no sé si reconocería a esta España. No sé si pensaría que los que en realidad han ganado son los malos… Nunca es tarde para sumar a alguien más a esta causa, la de la verdad, por dolorosa y vertiginosa que sea. La de la justicia. Cui prodest, ¿quién se benefició? Cómo un juez, presidente del tribunal del 11 m puede decir que "hay cosas tan graves que es mejor que no se sepan". Javier Gómez Bermúdez fue condecorado con dos medallas con distintivo rojo al mérito policial.
¿Desde el 11 de marzo no debería ser todo 11M? Hoy habrá homenajes cortos y madrugadores, pero no vamos a engañarnos, cada aniversario son menores. Muchos creemos que no hay que olvidar lo inolvidable, pero muchos otros, tampoco vamos a engañarnos, empezando por quienes nos representan, saben que no pasa nada, su imagen, su futuro, su popularidad no está hipotecado en este 11 de marzo. Dación en pago.
El mérito hoy es de las víctimas que siguen buscando la verdad, con agotada y mellada desesperación.
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