Mariano Rajoy llegó a su cita anual con José María Aznar en un contexto muy diferente al del año pasado. En vísperas del verano de 2013, prácticamente todo el espacio político y mediático era ocupado por Luis Bárcenas. Incluso se pedía la dimisión del jefe del Ejecutivo y el Partido Popular parecía noqueado e incapaz de marcar la agenda. Mientras, el anfitrión le daba un tirón de orejas por el lado económico y le exigía regresar al programa electoral en materia fiscal para acelerar la recuperación.
Muchas cosas han cambiado, pero no todas. El presidente sigue teniendo problemas, aunque ya no esté contra las cuerdas -el 1 de agosto de 2013, pidió perdón a los españoles por el caso Bárcenas en una sesión extraordinaria en las Cortes-. Tras la debacle en las Europeas, intenta recuperar impulso con su "agenda" de mejora de la calidad democrática, que incluye un capítulo específico sobre la corrupción. La economía ya no es lo único que cuenta -él mismo lo dijo ante el Comité Ejecutivo del PP- y el Gobierno se prepara para un otoño muy duro por la amenaza separatista en Cataluña.
Lo que no ha cambiado, susurran, es el distanciamiento entre Rajoy y Aznar. Ya es una tradición analizar cada uno de sus gestos en la clausura del Campus FAES, que de nuevo se celebró en Guadarrama. Por primera vez, y por teórica falta de tiempo, se acabó de un plumazo con una de las liturgias más arraigadas de este foro: la foto de ambos mandatarios conversando en el jardín, con ropa informal, sobre la actualidad. En esta ocasión, únicamente hubo posado fotográfico y unos minutos de conversación sin cámaras delante.
Los entornos de ambos desglosan todo tipo de agravios para justificar el desapego, pero lo cierto es que, desde que se quedara fuera de la campaña de las Europeas, Aznar ha optado por el silencio -el futuro de su mujer Ana Botella es todavía un misterio- y la tensión pública ha ido a menos. Para certificarlo, este domingo se saludaron sonrientes y bromearon -Rajoy llamó la atención al expresidente porque llevaba corbata- en presencia de un buen número de periodistas.
Aznar no hizo daño, más bien al contrario. A lo más que llegó fue a dejar aviso del "desafío separatista" que sufre España. No citó expresamente a Artur Mas, pero quiso enfatizar: la consulta planteada "pone en cuestión la Constitución, la unidad y la continuidad histórica de nuestro país". Pero se quedó ahí. De hecho, de su breve intervención lo más llamativo fueron sus comentarios sobre Rajoy: "Es el ponente más estable y consolidado" del campus, dijo sonriendo. "Y es una gran satisfacción que lo sea (…) probablemente, el participante más fiel", añadió.
Una nueva batalla política
El presidente recogió el guante con cierta retranca política: "Yo amo profundamente la estabilidad". Y la mayor parte de su intervención estuvo centrada en el ya consabido balance económico. Si bien, puso varias claves encima de la mesa y planteó una nueva batalla. "Hay quien tiene afición a las malas noticias o a explicar lo mal que va todo y se ha querido transmitir a la opinión pública que esto -los ajustes- se ha hecho a costa de la política social", se quejó.
Rajoy se cargó de datos para rechazar de forma tajante que el sistema de bienestar se haya visto dañado durante la crisis: "Lo único rentable en el medio plazo es hacer las cosas bien", y él asegura que se están haciendo, y con creces. "Se atiende a los inmigrantes ilegales en una condiciones, al menos, iguales que a cualquier país desarrollado", planteó en un primero momento. Pero también habló de la dependencia o de las pensiones, e incluso de las becas: "No hay un año en la historia de la democracia en que se hayan destinado tantos fondos a becas", sacó pecho.
A su juicio, son "profundamente injustas" las proclamas de que "aquí se ha aniquilado" el estado de bienestar. "Es una enorme falsedad", se revolvió, abriendo otra vía más de debate. "Yo soy optimista sobre el futuro de la economía: optimista y realista", resumió, no sin sacar a colación la "segunda regeneración de reformas", en esta ocasión centradas en recuperar "la confianza en las instituciones y la política".
En este punto no avanzó nada nuevo. Pero dejó claro que pretende articular una reforma de la ley electoral para que gane la lista más votada en los ayuntamientos. "He lanzado la idea recogida en el programa del PP y del PSOE", apuntó. "Vamos a escuchar a todos", continuó, reiterando la oferta de diálogo hecha el lunes en Génova. En el PP existe la sensación de que, aunque los socialistas se opongan ahora, Rajoy está dispuesto a asumir el riesgo político de cambiar el marco electoral. "También quiero hablar de los aforados, la Justicia…", planteó en el Campus FAES.
Aviso al PSOE
La última parte de su intervención fue la más política e intensa. Contestó a Aznar sobre Cataluña y prometió que el referéndum "no se va a celebrar" por ilegal. Y fue entonces cuando se refirió a la situación que atraviesa el Partido Socialista. Nunca había sido tan claro como hasta la fecha: pidió al sustituto de Rubalcaba que mantenga "una dirección similar" en "el tema catalán" y que no deje el "contacto directo con el Gobierno". "Espero que se resuelva la situación del PSOE", resumió, haciendo patente su preocupación por la deriva de la principal formación de la oposición.
"No nos faltan motivos para tener un patriotismo sereno, cívico y orgulloso de lo que somos", ofreció el presidente a modo de resumen. Los españoles, remató, "somos irreductibles a clichés y tópicos" pese a que "muchas veces tendemos a ser los jueces más severos con nosotros mismos". Y, envuelto siempre en esa bandera de la "estabilidad", incluso destacó: "Podemos hacer la sucesión de la Jefatura del Estado sin que pase nada". Frente a los "fatalismos" y las "dudas", avanzó que en 2015 todo irá a mejor y la recuperación se consolidará por completo. Aznar no puso ningún pero al diagnóstico.