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Portazo del Vaticano a una delegación de CiU que quería ir a una misa privada del Papa

El presidente de la Diputación de Barcelona y un abultado séquito pretendían ser recibidos por Francisco para internacionalizar el "proceso".

La Diputación de Barcelona no repara en gastos y pese a los recortes, sus principales representantes políticos no han tenido ningún problema en realizar una excursión a Roma de domingo a miércoles acompañados la mayoría de ellos por sus parejas. La extensa comitiva, según informa el diario digital "e-noticies", estaba formada por el presidente de la Diputación, Salvador Esteve (alcalde de Martorell), y esposa; el vicepresidente primero, Ferran Civil (alcalde de Cercs); la vicepresidenta segunda, Mercè Conesa (alcaldesa de Sant Cugat); y el vicepresidente tercero, Joaquim Ferrer (alcalde de Vilassar de Mar), acompañado también de su esposa.

Según este medio, también formaban parte del abultado séquito el "delegado de Hacienda" de la institución provincial, Carles Rossinyol (concejal de Sabadell), con su esposa; el diputado de Cultura, Joan Carles García Cañizares (alcalde de Tordera); el coordinador general de la Diputación, Xavier Forcadell; y el director de planificación estratégica, Josep Maria Elorduy Vidal, acompañado por dos asesores no identificados en la información.

La totalidad de los agraciados con el viaje a Roma son de CiU y la excusa del viaje era asistir a un homenaje el pasado día 19 al sacerdote Miquel Batllori (1909-2003) en la Pontifica Universidad Gregoriana, de la que fuera profesor. Sin embargo, los desplazados tenían una misión y prolongaron su estancia durante varios días. Pretendían asistir a una misa privada con el papa Francisco y pedirle que visitara Cataluña a fin de reforzar el proceso separatista.

En caso de que lo de la misa privada no fuera posible, aspiraban a ser recibidos en audiencia por el Santo Padre para exponerle la situación política en Cataluña, las ansias democráticas, el derecho a decidir y la opresión española, etcétera, etcétera. Incluso le llevaban un obsequio a Francisco I. Sin embargo, el Vaticano no accedió a sus pretensiones y la delegación provincial hubo de volver a España sin ver al Papa y con el regalo bajo el brazo.

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