El presidente defiende su forma de abordar la cuestión catalana. Con la máxima discreción y, si es posible, sin que nada se filtre a los medios de comunicación. Si de él hubiera dependido, nada se sabría de la reunión que mantuvo el jueves de la semana pasada con Artur Mas. El despacho se celebró en Moncloa y muy pocos en el Gobierno supieron del desarrollo del mismo -en su agenda, por supuesto, no aparecía-. En él, Mariano Rajoy y Mas abordaron la "crisis política" que atañe a la comunidad, pero el jefe del Ejecutivo "en ningún caso le prometió absolutamente nada que no pueda cumplir", según uno de sus asesores.
Rajoy trata por todos los medios de que no se rompan los cauces de diálogo con el líder catalán. Más al contrario, cree que alejado del "ruido" puede intentar reconducir en un contexto mejor las relaciones y que el mandatario regional rebaje sus pretensiones secesionistas. Para salvaguardar esta comunicación, y una vez el diario catalanista Ara desvelaba la cita, el Gobierno envolvió la reunión de un enorme secretismo y en ningún caso dio detalles de misma. Durante toda la mañana, los portavoces de Presidencia se escudaron en la "agenda privada" de Rajoy para "ni confirmar ni desmentir". Moncloa "no tiene por costumbre informar o comentar encuentros" fuera de la agenda pública del presidente, se argumentó, si bien la hemeroteca desmiente este extrema, precisamente con otro despacho con Mas.
"He estado con el señor Mas"
El propio Rajoy se sumó al halo de misterio, alimentando las sospechas sobre posibles acuerdos ocultos a la opinión pública. "¿Qué le ofreció? ¿Han reconducido las relaciones?", le preguntaron en una extensa comparecencia en San Petersburgo, al término del G-20. Pero el presidente, en ningún caso, quiso entrar en la cuestión: "He estado con el señor Mas", confirmó, reiterando el carácter "privado" de la cita. "Yo no voy a dar detalles, ni yo ni nadie, sobre con quien hablo a no ser que haya algo especial. Es una conversación más", llegó a decir.
Para el presidente, lo importante es que la administración central y la autonómica trabajen alrededor "de un proyecto común" y sobre cosas "razonables". Esto es, que Cataluña en ningún caso celebre una consulta en la que se pueda plantear la independencia. Si bien, en lo que parece un nuevo clima, Rajoy no quiso ni tan siquiera mencionar las líneas rojas. Unas "bases", se justificó, "que todos conocen".
En el Gobierno ven síntomas de cambios a mejor en Mas, pero ya se han llevado el chasco otras veces y se muestran cautos. Si bien, aunque en privado se definen escépticos, el tono de las intervención se tornó más suave. Y no sólo por parte de Rajoy, que abogó no destruir los "puentes" de diálogo porque "hablar nunca es malo". Al término del Consejo de Ministros, la vicepresidenta tachó de "positivo" que la Generalidad abogue por medidas que tengan encaje en la Carta Magna.
Soraya Sáenz de Santamaría sí recordó, no obstante, dónde están los límites: "El Gobierno tiene una obligación esencial que es cumplir la Constitución y las leyes". Así lo repitió varias veces en una comparecencia monopolizada por esta cuestión. Preguntada por qué el gabinete rechaza dar detalles del despacho con Mas, la portavoz intentó justificar su postura: "Los encuentros no son privados por los temas de la agenda sino por la publicidad que se le dé a las reuniones". Traducido: es cierto que se abordaron cuestiones importantes, trascendentales, pero Moncloa -en connivencia con la Generalidad- prefiere no dar detalles.
Conocido el despacho, se entiende mejor que la pasada semana, la misma Sáenz de Santamaría anunciara que Mas recibiría contestación por carta del presidente argumentándole por qué la consulta no tiene encaje en el marco jurídico español. Una respuesta, dijo, que aún no está preparada. Ante la plana mayor del PP, en una reunión a puerta cerrada esta misma semana, Rajoy fijó la postura que mantendrá de cara a cadena humana por la independencia: "Diálogo hasta el final", aseguró, pero protegiendo a la "soberanía nacional".