El desplome de CiU en las encuestas ha impulsado la "vía Durán". El político democristiano nunca se sintió cómodo con la deriva secesionista que estaba tomando su coalición y tampoco se esforzó por ocultarlo. Él siempre se sintió más cómodo representando el papel del "seny" catalán en Madrid, siendo el enlace clave entre la Moncloa y la Generalidad.
Ahora ve que los sondeos le avalan y que la consulta ha llevado a CiU a un callejón sin salida. Se despeña en las encuestas y da alas a los radicales de ERC. La semana pasada se esmeró en varias ocasiones en invitar a Mas a que pospusiese la consulta. "Hay razones económicas, políticas y sociales que indican que no debemos tener prisa para hacer consulta", llegó el líder de Unió Democrática. Una invitación explícita a dejar el proyecto soberanista en el cajón.
El sábado, sin embargo, llegaba la respuesta contundente de Convergencia. El vicesecretario general de CDC, Lluis Corominas, acusó a su socio minoritario de "ir sembrando dudas" y retiró que "cumplirá sus compromisos" en referencia a la consulta. A las pocas horas, Josep María Pelegrí, secretario general de CDC agitaba el cóctel y aseguraba que "ni el programa electoral de CiU ni el pacto con ERC dicen que Unió debe dejar de pensar y opinar". Aunque lo más alarmante llegaba a continuación, al denunciar "actitudes inadmisibles en política". "Que dejen de amenazar a Unió y a dirigentes de Unió, especialmente en los últimos días a Duran, al que se le ha dicho que `si sigues así acabarás mal´", remachaba enigmático.
Si había alguna duda sobre la procedencia de esas amenazas, el líder de ERC, Oriol Junqueras, decía en Catalunya Radio; "que yo sepa no hemos amenazado a Duran". La pelota quedaba en el tejado de Convergencia. Desde el domingo, el partido de Mas guarda silencio.