En el fondo, el presidente entiende las posturas encontradas de sus barones aunque le supongan un disgusto político de envergadura. Cada uno se preocupa por lo suyo y lo defienden. La misión de Mariano Rajoy, dice su equipo, es ser lo más ponderado posible y llegar a un acuerdo consensuado por todos y, a ser posible, también aplaudido. Este lunes tiene una prueba de fuego decisiva, de cara al aún no convocado Consejo de Política Fiscal y Financiera.
No conseguir una fotografía de unidad sería una catástrofe en términos políticos, admiten sin medias tintas. Juan Vicente Herrera, barón histórico ya de salida, advirtió recientemente ante el líder: "Tenemos que mantener la necesaria cohesión y coherencia de nuestro mensaje en toda España, algo que nos fortalece, y que ha sido siempre muy valorado por los españoles". Una idea que, aunque desapercibida a tenor de la sacudida que provocó su entrevista, también lanzó José María Aznar: el déficit a la carta, dijo, es "una expresión del problema español de la segregación".
El Gobierno intenta defender ese déficit diferenciado en que "la flexibilización conseguida a nivel nacional" tiene que repercutir "en las comunidades, principalmente en aquellas que peor lo están pasando". Todo ello, aseguran, con un control estricto de que están haciendo los deberes y no gastando el dinero en partidas superfluas, véase embajadas por el mundo. "Lo importante no es el objetivo sino la senda marcada y mantenida. Y los que ya han cumplido, pues mejor para ellos. Es el verdadero símbolo de que son serios y fiables", resumen un ministro consultado.
Esto, en sí, no le es suficiente a Rajoy para lograr un acuerdo. Ni mucho menos. Este mismo argumento lo ha esgrimido sin cesar el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, en conversaciones con consejeros homólogos y la respuesta de los cumplidores -esto es, de las regiones que sí han llegado a la meta exigida por Moncloa- es siempre la misma: un mismo objetivo, sin excepción, para todos.
Las contrapartidas para lograr acuerdo
Así, el presidente ofrecerá, ya lo está haciendo vía telefónica, una serie de contrapartidas. Se habla de un reparto ventajoso de ayudas comunitarias a aquellas comunidades que son ejemplo de control del gasto, pero un barón mostraba, en conversación informal con este diario, sus reservadas: "Esto y nada es lo mismo. Las palabras de las lleva el viento".
Otra pata clave de la negociación son las infraestructuras que, aunque pocas, puede hacer el Ejecutivo. El martes, la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, se trasladaba a Mérida y mantenía un despacho privado con José Antonio Monago para "hablar de pasta", según de las partes implicadas.
No es casualidad que, ni más ni menos, la dos del Gobierno se trasladara a Extremadura. Su barón es uno de los más claros en este asunto: "No se puede estar saltando de criterio de año en año, en muchas ocasiones no porque sea el interés general, sino porque es interés muy particular de los de siempre", se resistió después de reunirse con Sáenz de Santamaría. También ante la vicepresidenta, el madrileño Ignacio González pronunciaba el lunes: "Debe haber un objetivo común" porque, en caso contrario, "se beneficiará a algunos, precisamente a los que no cumplen".
El pacto "no será a cambio de nada", resumen todas las partes. Todas y cada una de ellas, por encima de todo, entonan el qué hay de lo mío, y dicen que harán valer su palabra este lunes, en el almuerzo que mantendrán con el presidente a partir de las 14.00 horas en la sede nacional. Previamente sus consejeros de Presidencia se verán con María Dolores de Cospedal, en calidad de secretaria general, y una delegación del Ejecutivo, encabezada por Soraya Sáenz de Santamaría y Montoro.
Feijóo pide "discriminación positiva"
Si bien Rajoy ya ha conseguido antes de la cita, no sólo que rebajen el tono, sino que algunos ya vayan modulando su discurso. Alberto Núñez Feijóo era el primer en acuñar el término "discriminación positiva" para admitir un trato "generosidad" con las incumplidoras. Al barón gallego, líder natural de sus colegas, se han sumado otros: el cántabro Ignacio Diego acepta "alguna singularidad" y el decano riojano Pedro Sanz apuesta por una solución "de consenso" sin reservas. Incluso González y Herrera, a pesar de ser firmes defensores del déficit único, se muestran dispuestos a negociar si es bajo la bandera de la lealtad.
En el bando de los no cumplidores el denominado eje mediterráneo. De las cuatro comunidades que lo componen, tres son del PP. La restante es Cataluña. "Ante un trato desigual en la financiación, es razonable pedir un trato desigual en la obligación del control del déficit", argumenta el murciano Ramón Luis Valcárcel, otro histórico, y a él se suman sus homólogos de Baleares y Valencia.
A todos, Rajoy les pedirá altura de miras. Lo hará un marco distendido, una comida, lejos de la estructura fija de las reuniones orgánicas. Todos pueden hablar sin pedir el turno, de forma más relajada. Café y puro en la mano, como es previsible. Así suele resolver el presidente los problemas con los suyos, lo ha hecho cada vez que han sido de envergadura, y así espera que vuelva a ocurrir.
La sombra de Aznar
En Moncloa, se muestran convencidos de que esa fotografía de líderes bien avenidos se acabará produciendo, aunque sólo sea un escalón para alcanzar el pacto final. Con conseguirla se dan por satisfechos ya que, explican, la letra pequeña le tocará a Montoro.
Rajoy quiere, ansía, unidad. Más aún después de la enmienda a la totalidad de quien le situara al frente del PP. Todo está más que relacionado: "Imagínate que el presidente no logra esa fotografía, sólo días después de que Aznar dijera lo que dijo basándose en el sentir de las bases y a pocas horas de volver a hablar", reflexionan varios cargos. "Sería el inicio del resquebrajamiento", exponen. Nadie, o casi nadie, cree que este extremo pueda producirse: "Mariano tiene el partido bien atado", creen de forma mayoritaria.