Mariano Rajoy utilizó no más de diez minutos para poner encima de la mesa la más dura de sus advertencias internas desde que es presidente del Gobierno. De hecho, tras más de un año en el poder, pocas veces antes tuvo que dejar de lado su mantra institucional para volver a enfundarse el mono de jefe del partido. Pero la situación interna era (es) insostenible, con el PP convertido en una auténtica olla a presión a la espera de sus palabras. Lo pudo comprobar horas antes de que subiera al atril, en una cena íntima que le había preparado Juan Ignacio Zoido con un puñado de dirigentes que necesitaron "un chute de ánimos", según asistentes consultados.
Muy serio, pero "extraordinariamente tranquilo" -según sus interlocutores directos en Génova-, Rajoy articuló uno de sus discursos más estudiados y calculados. Era consciente de que "tenía que decir algo", según su entorno. Si una idea se repitió en los pasillos del cónclave de cargos municipales del PP es que la "gente está muy cabreada" y el líder "no puede permitir" casos como el escándalo de Luis Bárcenas, hombre de confianza hasta 2009, pero que escondió hasta 22 millones en cuentas de Suiza y podría haber involucrado a miembros de la cúpula con dinero en negro.
Clara defensa de la clase política
Lo primero que hizo el presidente fue una oda a la clase política. Él es un férreo defensor de lo público y sus servidores, y lamenta el distanciamiento enorme -según el CIS- con la ciudadanía. "Hoy, aquí, representáis lo mejor de la política. Una vocación honorable al servicio de los españoles, con unos ideales y el empeño diario de cumplir vuestro cometido con ejemplaridad", arrancó el Rajoy más solemne, que fue recibido con el auditorio puesto en pie y en un sonoro aplauso. "Esto ayuda", admitió.
En su relato, siguió con la defensa de los políticos: "La inmensa mayoría son personas que cumplen su obligación de forma honrada y decente, y hay que decirlo. No es aceptable que se diga que en política todo es sucio, porque no es cierto y porque es injusto", insistió. Y todavía añadió: "No puedo puedo estar de acuerdo con acusaciones generalizadas. ¡No son justas!".
Qué duda cabe que el caso le ha afectado en primera persona: "Él confiaba en Bárcenas, durante muchos años", se confiesa en privado. Previamente, su equipo defendió su cálculo de los tiempos, tras días de silencio. Y también que en crisis como estas lo mejor es "el estilo inglés", y trabajar de puertas para adentro. Se insistió en que, hoy por hoy, las cuentas están "perfectamente" auditadas, y así consta en el Tribunal de Cuentas.
No desmiente los sobres de forma tajante
"Hoy, lamentablemente, nuestro partido es objeto de polémica", afirmó Rajoy en un segundo compás de su intervención, y en un planteamiento ya de por sí histórico -no es habitual en el PP reconocer tan claramente el problema-."Estad tranquilos", prosiguió, "el PP ha reaccionado con transparencia siempre que se han producido comportamiento irregulares".
El presidente se acogió a las declaraciones públicas de Javier Arenas y Ángel Acebes, secretarios generales antes del Congreso de Valencia, y de la nueva cúpula nacional, rechazando todos ellos el cobro de dinero en negro de manos de Bárcenas, para declarar: "Han dicho claramente que las cuentas se han ajustado a la legalidad y no se ha producido irregularidad alguna", a lo que sumar que "cuentan con una trayectoria de honradez y dedicación que es garantía para todos nosotros". No mentó a Francisco Álvarez Cascos, diez años al frente de la Secretaría y amigo personal de Bárcenas, aunque ya no está en el PP y las relaciones son malas.
Unas referencias que, en ningún caso, fueron un desmentido tajante. "Sí, hombre", ironizó ante las preguntas de los periodistas. Más bien se pareció al "no me consta" que utilizó, en la víspera, María Dolores de Cospedal -su gran pilar en el PP- para referirse a la etapa en la que ella no controlaba la Tesorería. Tampoco citó expresamente a Bárcenas, su otrora hombre de confianza. "Hay personas que estaban asumiendo unas responsabilidades en el partido y que ahora ya no están. El partido actuó y se asumieron responsabilidades políticas. Ahora está en los tribunales, lo que es motivo de tranquilidad para todos, una auténtica tranquilidad para los ciudadanos y políticos honrados", fue su referencia más explícita.
Cospedal: "Se volverá a revisar"
Hecho el diagnóstico, duro pero con lagunas en lo relativo a las cuentas opacas, Rajoy lanzó un contundente aviso a navegantes: "Si alguna vez tengo conocimiento de irregularidades o conductas impropias no me temblará la mano. Es una de mis responsabilidades y no menor", sentenció, recuperando los avisos ya lanzados en época de la trama Gürtel.
Así, fuentes del partido aseguran que Rajoy da carpetazo al asunto y se pone a disposición de lo que digan los tribunales. Aunque, sólo minutos después desde Lugo, Cospedal desvelaba la orden interna de "volver a revisar toda la gestión" para así "enseñar las manos limpias". Si esto supondrá abrir las cajas con documentación que todavía hoy Bárcenas tiene en la sede no se confirmó oficialmente: "Paso a paso", en voz de un portavoz oficial.
Sigue la preocupación en el PP
El último mensaje de Rajoy, consciente del creciente malestar ciudadano -de nuevo, decenas de personas protestaban a las puertas del evento ante un imponente cordón policial-, fue el de que "España inaugurará más pronto que tarde un buen ciclo de convivencia en el que se disipen las dudas". Los populares lo aplaudieron a rabiar mientras él descendía de la plataforma. Los cargos consultados por este diario felicitaron las palabras del presidente, pero en privado se reconoce no sin estupor que el caso no está, ni mucho menos, cerrado.
Un presidente autonómico reflexionó, en conversación informal con este diario: "Le estamos pidiendo a los ciudadanos muchos esfuerzos, muchos sacrificios. El propio Rajoy lo ha dicho en Almería. Y no se entiende que este señor tenga una habitación en Génova o la simple sospecha de que alguien del PP se haya lucrado de una forma no legal". El lunes, el presidente reúne al Comité Ejecutivo en Madrid, en el que forman parte los barones regionales, que se declaran preocupados.