Alberto Núñez Feijóo se convirtió en el primer presidente que, en tiempo de crisis económica, no solo revalidó su cargo sino que mejoró sus resultados electorales. Los ciudadanos avalaron su gestión de la crisis, una mezcla de austeridad salvando principalmente la sanidad y la educación, que convierte a Galicia en una de las pocas comunidades autónomas que logra contener el déficit público y no ha pedido ayuda al Estado.
Así, lo primero que hizo nada más confirmar su histórica victoria, fue reafirmarse en el camino andado e incidir en que su principal prioridad será atajar la sangría del desempleo. “Para las personas que no tienen trabajo y sufren las dificultades de la crisis son mi recuerdo y compromiso. Son los primeros a los que me debo”, afirmó, a la par que mandó “un mensaje de esperanza a todo el pueblo de Galicia”.
El PP también destacó la “cordura” de los gallegos, que eligieron entre un proyecto “serio” o un posible Ejecutivo multicolor con idearios diferentes en plena recesión. La campaña, admitieron, salió redonda, y de ahí que una de las mayores ovaciones se le dedicara a Alfonso Rueda, encargado de la estrategia.
Fue una jornada histórica en la que se extremó la cautela. Tanto se había instalado el miedo a otro pinchazo, como el ocurrido en Andalucía, que nadie llegó a creerse las encuestas internas (o eso decían) hasta prácticamente cerrados los colegios. “He vivido muchas elecciones, hay que ser pacientes”, resumía Ana Pastor, que pasó toda la noche con Feijóo. Pero pasadas las siete de la tarde, el tono serio empezó a mutar en sonrisas, con unas israelitas a pie de una que hablaban de una mayoría absoluta no por los pelos, sino más que abultada.
Feijóo llegó a su sede, una discreta primera planta en un edificio de oficinas de Santiago, cerca de las diez de la noche, con las cartas boca arriba. La crisis se impuso a las celebraciones y la pompa brilló por su ausencia. Hubo euforia, claro, pero en la intimidad. Nada de grandes celebraciones. En las andaluzas, se montó una gran fiesta y tuvieron que recogerlo todo. En Galicia lo más que se preparó fueron unos pinchos en la cafetería de al lado, donde estaban los medios.
Claro mensaje de unidad nacional
Pasadas las once, Feijóo comparecía con cuatro años por delante para seguir avanzando en su proyecto económico. Pero también para defender la unidad nacional. Su mensaje fue directo: “Hay quien piensa que avanzar es separarse, yo creo que avanzar es adelantarse”, dijo, con el brazo político de ETA y el PNV arrasando en el País Vasco y los comicios catalanes a la vuelta de la esquina.
El hoy convertido en uno de los barones autonómicos del PP más fuertes aún incidió más en el asunto, toda vez se comprometió a “servir los intereses generales de España, porque lo bueno para España lo es para Galicia y viceversa”. Y en ese discurso a nivel nacional, incluyó una referencia expresa al presidente del Gobierno: “Si ninguna duda quiero referirme a Rajoy. Si los ciudadanos no entendieran que a pesar de estas dificultades, pese a los esfuerzos, se está gobernando con responsabilidad de forma general, esta victoria hubiera sido imposible”.
Así, Feijóo tuvo la generosidad de compartir su triunfo con Rajoy, para quien es la primera buena noticia electoral desde que hace diez meses atravesara el umbral de la Moncloa. El barón logró que el presidente volviera a fumarse su tradicional puro, entre elogios de la dirección nacional del PP al trabajo bien hecho en Galicia: “La política sobria, de decir la verdad, de tomar medidas para salir de la crisis ha sido premiada y recompensada”, proclamó María Dolores de Cospedal desde Génova13.
Por segunda vez -ya lo hizo en 2009-, Feijóo sacó las castañas del fuego al jefe, y su figura vuelve a elevarse en la esfera nacional. En el PP admiten que de no haber ganado, “hoy nos estaríamos enfrentando a un problema muy grave de puertas para adentro”. Este lunes, el Comité Ejecutivo Nacional agradecerá al candidato que haya vuelto a sacar a flote el barco popular (será por la tarde, y no faltará absolutamente nadie).
Feijóo, que tuvo emotivas palabras de recuerdo para el fallecido Manuel Fraga, concluyó: “Soy muy consciente de la responsabilidad que supone el caudal de enorme confianza. Desde el primer día trabajaré para estar a la altura de las circunstancias”. Algo, reconoció, que “no es habitual en una crisis”, por lo que puso el acento en “la inmensa gratitud”.