El 13 de septiembre de 1974 la banda terrorista ETA provocaba su primera masacre haciendo explotar una bomba en la cafetería Rolando de la calle del Correo, muy cerca de la Puerta del Sol en Madrid. La cafetería era frecuentada por policías de la Dirección General de Seguridad y por ello se convirtió en objetivo de la banda asesina.
La bomba, compuesta por unos treinta kilos de dinamita, además de tuercas de unos dos centímetros que actuaron como metralla, fue colocada en los aseos del establecimiento. La explosión, que se produjo en torno a las 14:30 horas, fue brutal: el techo de la cafetería se derrumbó, sepultando materialmente a los clientes y los empleados de la misma, provocando la muerte casi en el acto de once personas, de dos más posteriormente, y heridas de diferente consideración a otras sesenta personas. La metralla causó gran cantidad de víctimas y muchas de ellas quedaron atrozmente mutiladas. La onda expansiva afectó también al autoservicio Tobobán, en la calle Mayor, donde estaban unas treinta personas, muchas de las cuales resultaron heridas. La potencia de la explosión fue tal que varias víctimas aparecieron totalmente desnudas y uno de los cuerpos fue lanzado contra la DGS.
Once de los heridos eran miembros de la Policía, y uno de ellos, el inspector Félix Ayuso Pinel, sobrevivió casi dos años y medio al atentado, falleciendo el 11 de enero de 1977. Se convertía así en la víctima número trece de la masacre y en el único policía muerto en el atentado. A uno de los policías, el inspector José Ángel Adquisiano Bardón, tuvieron que amputarle una pierna. También falleció días más tarde, el 29 de septiembre, Gerardo García Pérez, camarero de la cafetería.
Las otras once personas asesinadas eran civiles, clientes y empleados de la cafetería. Hasta el atentado de Hipercor en 1987, la masacre de la cafetería Rolando ostentaba el triste récord de ser el atentado con más víctimas mortales de la banda asesina. Las personas fallecidas el mismo día 13 de septiembre fueron: ANTONIO ALONSO PALACÍN, y su mujer MARÍA JESÚS ARCOS TIRADO; FRANCISCA BAEZA ALARCÓN; BALDOMERO BARRAL FERNÁNDEZ y su mujer, MARÍA JOSEFINA PÉREZ MARTÍNEZ; ANTONIO LOBO AGUADO; dos de los tres empleados de la cafetería que fallecerían en el atentado: FRANCISCO GÓMEZ VAQUERO y MANUEL LLANOS GANCEDO; LUIS MARTÍNEZ MARÍN; CONCEPCIÓN PÉREZ PAÍNO y la estudiante MARÍA ÁNGELES REY MARTÍNEZ.
La masacre de la cafetería Rolando provocó un terremoto en el seno de ETA, que nunca reivindicó el atentado, quizás porque lo que se pretendía, matar policías, no se había conseguido. Los duros, partidarios de la violencia indiscriminada, continuaron como ETA militar-V Asamblea. Los que estaban en contra de la violencia indiscriminada, pero seguían apoyando la violencia selectiva, se agruparon en ETA político-militar. En 1982, ETA pm VII Asamblea anunció su disolución, integrándose sus miembros en Euskadiko Ezkerra.
El atentado fue planeado por ETA casi un año antes, cuando un grupo de asesinos de la banda vinieron a Madrid para, de la mano de Genoveva (Eva) Forest, mujer del dramaturgo proetarra Alfonso Sastre, realizar los preparativos del asesinato del almirante Carrero Blanco. Se fijaron en la cafetería Rolando porque era frecuentada por policías, debido a la cercanía de la DGS. Recopilaron toda la información y el 13 de septiembre de 1974 dos etarras, un hombre y una mujer, colocaron la bomba en los aseos.
Los dos asesinos llegaron directamente de Francia y contaron en todo momento con la ayuda de Eva Forest, alias Vitia y Tupamara. No sólo los llevó hasta la cafetería sino que los alojó posteriormente en uno de los pisos de seguridad que tenía en Alcorcón. Los etarras, tras estar unos días escondidos, regresaron a Francia.
Pensando en el coste de imagen que una masacre de civiles podía tener para la banda, ETA reaccionó negando su responsabilidad y culpando, en un comunicado difundido el 29 de octubre, a "núcleos ultrafascistas estrechamente ligados a determinados medios policiales y políticos del Estado español". Pero era ya demasiado tarde pues, para entonces, había un gran número de detenidos. El 23 de septiembre se culminó una gran operación policial, con ocho detenidos y el descubrimiento de cinco pisos francos que Forest tenía en Madrid.
La pieza clave de todo el entramado era Genoveva Forest, militante del PCE desde 1962. Ese mismo día se informó también de que la Policía de Bilbao sospechaba que el etarra José Manuel Galarraga Mendizábal podría haber sido el que ayudó a construir los "refugios" en Madrid. Además, su presencia, y la de otros miembros de la banda, había sido detectada en la capital días antes del atentado.
Muchos de los detenidos eran del Partido Comunista en ese momento, y otros habían pertenecido al PCE pero ya se habían desligado del mismo. Era el caso de Genoveva Forest, que en el momento de la masacre ya no pertenecía al PCE. La Policía detuvo a gente de la televisión y del teatro, a un piloto de Iberia, a un albañil llamado Antonio Durán Velasco (miembro de Comisiones Obreras y del PC, que era buscado por el TOP desde 1971), a la abogada Lidia Falcón (varias veces detenida por sus actividades comunistas) y a su entonces compañero, Eliseo Bayo (con antecedentes de detención por actividades comunistas)... y a muchos otros más, pues el círculo de detenciones se fue ampliando, e incluso la posibilidad de detención planeó sobre personas tan conocidas, y tan ajenas a todo ello, como Adolfo Marsillach o Concha Velasco. El vínculo era siempre el mismo: bastaba haber tenido cualquier relación con Eva para que tu situación se volviese comprometida.
Sea como fuere, la brutalidad del atentado y el hecho de que muchos detenidos fuesen del PC, desató una reacción anticomunista en la sociedad. Por ese motivo Santiago Carrillo dio "órdenes de que se borrara hasta el más pequeño rastro de que el Partido tuviera nada que ver" con el atentado (José Ramón Gómez Fouz, Clandestinos, Biblioteca Asturianista, 1999).
Lo cierto es que muchos de los más de treinta detenidos eran comunistas y antifranquistas pero no tenían ninguna relación con ETA. O al menos eso creían ellos, porque "el caso es que la tenían [la relación con ETA] pero no se habían dado cuenta", señala la periodista Anna Grau (De cómo la CIA eliminó a Carrero Blanco y nos metió en Irak, Destino, 2011, pág. 82).
El hecho es que Forest y su marido, Alfonso Sastre, tenían una serie de pisos francos en Madrid (ellos los llamaban "jaulas"), y toda la infraestructura de ETA V-Asamblea en la capital se apoyaba en ellos dos, que muchas veces utilizaban a miembros del PCE para otros fines. Por eso muchos detenidos en esos días no eran conscientes, o eso dijeron y dicen, de que su relación con Forest les vinculaba directamente con ETA. Así lo cuenta Lidia Falcón en el libro citado de Anna Grau: "Eliseo y yo nos habíamos comprado un piso en Madrid, en la calle Onésimo Redondo, y Eva Forest tuvo las llaves de ese piso durante un año entero. Nos convenció de que un amigo suyo albañil nos iba a hacer un armario secreto para esconder documentos, papeles, octavillas, etc. Lo que nosotros no sabíamos era que Eva estaba llenando Madrid de armarios secretos de ese tipo y que todos los que teníamos uno seríamos detenidos en relación con el atentado de la calle Correo. Porque ella misma nos delató".
Y continúa Anna Grau el relato con la reconstrucción de los hechos que hace Lidia Falcón: "Eva Forest recogió personalmente en la estación a los dos chicos (sic) –una pareja- de ETA que venían con la carga explosiva desde Francia. Los llevó al refugio que tenía en Alcorcón, donde ya se habían ocultado los etarras que mataron a Carrero Blanco, y a la mañana siguiente les llevó a ver el panorama para explicarles cómo tenía que hacerse el atentado, que había sido idea de ella. Lo llamaban la Operación Caperucita porque, al ser imposible poner una bomba en la Dirección General, pues se le ocurrió ponerla en la cafetería de la acera de enfrente. (...) Ella hasta les acompañó a poner la bomba, y luego se largaron todos en aquel seiscientos hecho polvo que Eva tenía, con el que había paseado a Argala por todo Madrid y los paseaba a todos...".
Uno de esos "chicos" de ETA de los que habla Lidia Falcón era María Lourdes Cristóbal Elorza, alias Pompadour, autora material del atentado. Hija de exiliados en Francia desde 1936, residía en Bayona, aunque hacía tiempo que no se había detectado su presencia en la ciudad francesa. Había prestado colaboración a ETA V-Asamblea en manifestaciones y diversos actos de protesta, como la huelga de hambre en la catedral de Bayona. Al parecer, la asesina se arrepintió al ver las consecuencias de la barbaridad en la que había participado. Arrepentimiento que, para los asesinados y sus familias, llegó evidentemente tarde.
Igual que hizo tras el asesinato de Carrero Blanco, Genoveva Forest se fue a Francia tras la masacre para contar a la cúpula de la banda de asesinos su "hazaña" en la cafetería Rolando. Pero, a diferencia de lo que ocurrió en diciembre de 1973, cuando pudo comprobar la satisfacción de ETA por el asesinato del almirante, esta vez no ocurrió lo mismo, y tuvo que sufrir todo tipo de reproches por la barbaridad que acababan de cometer. "Así se explica –dice Lidia Falcón- cómo pasó Eva de presumir ante mí de que el atentado de la calle Correo era el acto revolucionario más importante que había acaecido en España desde la guerra civil, a negar que ella tuviera nada que ver" (Anna Grau, ob. cit. pág. 83). De ahí los intentos de desviar la atención hacia grupos de la ultraderecha, pero "por desgracia, subraya Falcón, era difícil suscribir esta tesis desde dentro [del PC], y más sabiendo que algunas detenciones podrían ser irracionales, pero no eran aleatorias" (Anna Grau, ob. cit. pág. 84).
Forest, ideóloga y participante activa en la masacre, no sólo delató a personas que no habían tenido nada que ver con el atentado, sino que fue consiguiendo un trato de favor a medida que iba delatando a sus amigos y conocidos. Así, al menos, lo afirma Lidia Falcón en el testimonio prestado a Anna Grau, asegurando "haber percibido indicios de un progresivo y desconcertante trato de favor" hacia Eva por parte de la Policía.
Lidia Falcón describe a Eva Forest como "un personaje desequilibrado, una especie de bipolar de la subversión, alguien que oscila entre la megalomanía y el pánico a las consecuencias de sus acciones" (Anna Grau, ob. cit. pág. 86). En parecidos términos la describe José María Calleja en Contra la barbarie. Un alegato a favor de las víctimas de ETA (Temas de Hoy, 1997), cuando cuenta por qué se descartó el atentado en la Dirección General de Seguridad y se optó por la cafetería Rolando: "Como esta operación [la bomba en la DGS] resultaba descabellada incluso para mentes tan calenturientas e iluminadas como la de Eva Forest, se rebajaron los planteamientos y se decidió, como casi siempre en la historia de ETA, algo más cobarde, con coste prácticamente nulo para los que colocaron la bomba y elevadísimo riesgo para sus destinatarios y para otras personas que lógicamente iban a estar en el lugar de los hechos por tratarse de una cafetería muy concurrida".
La masacre de la cafetería Rolando quedó impune. Aunque muchos detenidos pasaron meses y años en prisión, nunca llegaron a ser juzgados, porque antes llegó la amnistía de 1977. Eva Forest "consiguió evitar no sólo la pena capital sino incluso el ir a juicio. Pasó tres años en la cárcel pero salió inmaculada (...). El misterio más profundo de todos quizá sea este: ¿cómo consigue Eva Forest salir tan bien librada, no ya del atentado de la calle Correo, sino del atentado contra Carrero?" (Anna Grau, ob. cit. pág. 86). Eva Forest falleció en 2007 a los 79 años en Fuenterrabía, de muerte natural, no sin antes haber dedicado parte de su vida a defender los derechos humanos vulnerados... en Europa, llegando incluso a pedir asilo en la Cuba de Castro en el año 2005. Siguió vinculada con el entorno proetarra, igual que su marido, Alfonso Sastre.
El atentado se produjo en el portal de su domicilio en Baracaldo. Según la reconstrucción de los hechos, ya que no hubo testigos directos, Modesto Carriegas había salido de casa hacia las ocho, como hacía cada mañana, para dirigirse al Banco. Bajó por la escalera hacia el portal y, al llegar al pie de la misma, junto al ascensor, dos jóvenes encapuchados, que le esperaban escondidos en una escalera que conduce al sótano, situada a la izquierda del ascensor, le interceptaron el paso y le dispararon, a muy escasa distancia, cuatro tiros de pistola, dos de ellos en la cabeza y el estómago. Únicamente los vecinos y la propia familia pudieron escuchar con nitidez las cuatro detonaciones. Los empleados del Banco Pastor, cuyas oficinas se encontraban situadas puerta con puerta con el domicilio de la víctima, confirmaron el número de disparos. Fueron los primeros en acudir en auxilio de Modesto, que aparecía casi tumbado en el suelo, con una de las manos sobre el estómago. En ese momento bajaba precipitadamente las escaleras la propia esposa de la víctima, que, al escuchar los disparos, se imaginó inmediatamente lo que había ocurrido. Así lo recordaba su hijo Rafael:
"Mi padre se levantaba a las 7:30, se afeitaba con su maquinilla, desayunaba y antes de marchar siempre miraba en mi habitación y luego en la de mis hermanos. Yo oía desde la cama todos sus movimientos y recuerdo perfectamente el instante en que aquel día puso su mirada en nosotros. Salió de casa y minutos después mi tía Carmen vino corriendo sobresaltada, gritando: ‘Vuestro padre se ha caído por las escaleras’. Yo pensé: ‘Bueno, si se ha caído no será para tanto’. Me levanté rápido y cuando salí a la escalera, ella me dijo: ‘No puedes pasar de la puerta’. Entonces me asomé a la ventana que daba a la plaza y vi una ambulancia. Instantáneamente –no sé por qué- lo supe: ‘Le han matado’" (Iñaki Arteta y Alfonso Galletero, Olvidados, Adhara, 2006).
Los asesinos iban encapuchados y, tras cometer el atentado, salieron corriendo del portal y se introdujeron en un Seat 127 de color blanco que les esperaba con el motor en marcha y un tercer terrorista al volante. El vehículo, que había sido robado a punta de pistola, fue localizado horas más tarde por la Policía Nacional en la calle de Vicente Durana, de Portugalete.
El 27 de enero de este mismo año 1979, Modesto Carriegas había sido víctima de un atraco y posterior secuestro por ETA político-militar en la sucursal del Banco Hispano Americano. Cuatro etarras entraron en el banco y se hicieron con diez millones de pesetas. Para que los empleados de la sucursal retrasasen la denuncia del robo, se llevaron a Modesto como rehén hasta la estación de Baracaldo. Tomaron con él un tren, en el que viajaron hasta Bilbao, donde le liberaron en un bar, advirtiéndole de que permaneciera allí hasta las nueve de la mañana y regresara luego al Banco.
"... Nunca supimos de nadie que fuera detenido por aquel robo y secuestro. (...) Matar era muy fácil y muy cotidiano en aquella sociedad atenazada por el miedo y falta de referentes morales sanos (...) El 13 de septiembre del año 1979, al día siguiente de su 47 cumpleaños y meses después de aquel secuestro, mi padre –cuenta Rafael- fue asesinado por un terrorista de ETA" (Iñaki Arteta y Alfonso Galletero, ob.cit.).
Tras el asesinato, la familia recibió una carta de ETA, conminándoles a abandonar Baracaldo. Además, el banco, propietario de la vivienda en la que vivían, indicó a la viuda de Carriegas que iban a nombrar a otra persona para sustituir a Modesto, por lo que tenían que dejar libre la vivienda.
"Seguimos viviendo en esa casa, que era la casa del director del Banco Hispano Americano, no nuestra, durante un año más después de la muerte de mi padre" relató Rafael. "Mi madre nunca nos ha dicho que el banco la echara pero lo que sí es cierto es que el banco no fue muy delicado con el trámite y nos insinuó que otra persona iba a ocupar la vacante de mi padre y que había que dejar el piso. También en ese espacio de tiempo ETA le mandó a mi madre una carta diciéndole que se marchara de Baracaldo. Así que todo obliga a nuestra madre a tomar la decisión de dejar la casa y salir del pueblo con sus cinco hijos a cuestas. La familia queda muy tocada, naturalmente" (Iñaki Arteta y Alfonso Galletero, ob.cit.).
Modesto Carriegas Pérez había cumplido 47 años el día antes de ser asesinado. Estaba casado y tenía cinco hijos. Era muy conocido en los medios bancarios, a los que había accedido treinta años antes desde el puesto de botones en una oficina del Banco Mercantil e Industrial. Cuando la entidad fue absorbida por el Banco Hispano, pasó a trabajar para esta nueva firma, pasando por diferentes puestos hasta llegar a director de sucursal. En las últimas elecciones legislativas, la víctima había ocupado el segundo lugar en la lista de candidatos al Congreso de los Diputados de Unión Foral, federada con Alianza Popular y liderada por el industrial Luis Olarra, aunque Modesto no estaba afiliado a este partido. No obstante, la víctima no era especialmente conocida en los ambientes políticos, donde se consideraba circunstancial su participación activa en la política. Al parecer, al igual que otros candidatos de Unión Foral, había recibido amenazas de ETA y la noche anterior al asesinato, se habían recibido amenazas en los domicilios de algunos dirigentes de AP, aunque ninguno de ellos se encontraba en los mismos, pues estaban en Madrid asistiendo a la reunión del comité ejecutivo del partido. Su hijo Rafael tomó el testigo político de su padre, dentro ya de las filas del Partido Popular:
"Trabajando en Briviesca, donde conocí a mi mujer y me casé, el alcalde y vicepresidente de la Diputación de Burgos en aquel momento me dice: ‘Oye, ¿por qué no te vienes de concejal conmigo?’ Y estuve de teniente de alcalde en el Ayuntamiento desde el año 91 hasta el 95 en el que me presento ya para concejal en Baracaldo y de número uno en las Juntas Generales de Vizcaya por el PP. (...) Unos días después de tomar la decisión asesinan a Gregorio Ordóñez. Pero ya no había marcha atrás para mí. Ese órdago personal es 100% en homenaje a mi padre" (Iñaki Arteta y Alfonso Galletero, ob.cit.).
Testigos presenciales, empleados en los comercios situados frente a la farmacia, contaron que oyeron dos detonaciones seguidas y luego vieron cómo un hombre, que llevaba aún en la mano la pistola envuelta en un jersey, y una mujer, a cara descubierta, se dirigieron a pie por la misma acera de la farmacia hacia un callejón a la izquierda del establecimiento. En la calle de Ambrosio de Meabe, justamente en la trasera del edificio donde estaba la farmacia, un tercer terrorista les esperaba a bordo de un Seat 124, de color blanco, con el que se dieron a la fuga. El vehículo había sido robado una hora antes a punta de pistola en el centro de Durango.
La Policía encontró en el interior de la farmacia dos casquillos de bala del calibre 9 milímetros parabellum, marcas SF y SB, lo que significaría que en el asesinato intervinieron los dos etarras utilizando sus pistolas casi al mismo tiempo.
El alcalde de Durango, Francisco Zubicarai, afirmó tras el atentado que José María Urquizu "era una persona normal, seria y respetada". Al poco tiempo de conocerse la noticia de su asesinato, todas las farmacias del Duranguesado, incluidas las que estaban de guardia, cerraron en señal de condena del atentado. El Ayuntamiento de la localidad, reunido con carácter de urgencia, condenó el asesinato e hizo un llamamiento a la paz ciudadana, con la excepción habitual de Herri Batasuna (HB).
José María Urquizu Goyogana, teniente coronel del Cuerpo de Sanidad, tenía 55 años. Estaba casado con Mercedes Aranaga y era padre de cinco hijos. Natural de Durango, estaba destinado en Burgos y esta circunstancia le obligaba a permanecer parte de la semana en aquella esa ciudad. En la farmacia familiar, que regentaban su hermano y su cuñada, realizaba análisis todos los sábados por la mañana. Estaba muy implicado en actividades sociales, siendo fundador y miembro de muchas asociaciones, como la Sociedad de Pesca y Caza y el Club Alpino de Durango. Vascoparlante y socio del Athletic de Bilbao, no se le conocían afinidades con ningún grupo político concreto y había rechazado la escolta. Se negó, por otra parte, a irse del País Vasco, porque era su tierra. Mercedes falleció cuatro años después del asesinato de José María.
El 19 de enero de 2006, Javier Urquizu Aranaga escribió en el diario El País un artículo en el que, con el título ‘Recordando a José María Urquizu Goyogana’, no sólo contaba cómo fue ese asesinato, sino que transcribía el testimonio de su madre en el que se aclaraban los motivos por los que ETA lo asesinó:
"Recientemente se han cumplido 25 años desde que nuestro padre fue cobardemente asesinado por unos miserables en nombre de ETA. Entraron a la farmacia familiar con el pretexto de hacer analizar una muestra de sangre. Cuando nuestro padre se inclinó sobre el microscopio para hacerlo, recibió un tiro en la nuca y la sangre que inundó la farmacia fue la suya propia. Nuestro abuelo (su padre), de 90 años, estaba en la habitación de al lado. Después de aquello, no vivió mucho más. Los asesinos, cumplida su misión (con la obligada complicidad, evidentemente, de unos chivatos no menos cobardes y miserables que ellos) huyeron. Su crimen sigue impune a fecha de hoy. Nuestro padre era un hombre bueno, honrado, valiente, generoso, justo, coherente y profundamente respetuoso, como pueden atestiguar todos los que le conocieron. La farmacia Urquizu, con él, con nuestro tío, y antes con nuestro abuelo Pascual, prestó servicio en Durango durante varias generaciones. Todos los que le trataron le apreciaban y querían. Muchos siguen viviendo para dar fe de ello. Y, en privado, la dan; en público, por alguna misteriosa razón, cuesta un poco más (cosa rara, dada la libertad que aquí gozamos). Antes que nuestro padre cayeron otros; después, también. Por cierto, ni el lehendakari de 1980 ni nadie de su Gobierno se dignó a mandar siquiera un simple telegrama de condolencia.
Hoy, para recordarle, quisiéramos transcribir algunas palabras que nuestra madre, Mercedes Aranaga, escribió pensando en él. Con ello rendimos también un homenaje a tantas viudas que, como ella, quedaron profundamente deshechas y a las que tantas veces y en tantos sitios se les negó una voz, un consuelo y un homenaje que no hubiera sido tan difícil de dar:
‘Jose Mari era una de esas piezas de artesanía que se fabrican por casualidad y ya nunca podrá repetirse porque el molde ha sido destruido. (...) He pasado días maravillosos a su lado, días sin prisas en los que era imposible imaginar que iba a suceder algo tan tremendo. (...) Pudiste haber salvado tu vida entregando un dinero que te pedían. Tu conciencia no te permitió ni considerarlo siquiera. Sabías que ese dinero que hubiera salvado tu vida iría destinado a comprar armas que segarían otras vidas. Aunque destrozada, te quiero aún más si cabe por tu valentía’.
El corazón de nuestra madre latió durante cuatro años tras la muerte de nuestro padre, pero fue una prórroga; en realidad, la bala que asesinó a nuestro padre comenzó también a matar ese mismo día a nuestra madre. Hoy, 25 años después, estamos orgullosos de ellos, de su ejemplo, e intentamos permanecer fieles a los valores éticos y humanos que nos inculcaron" (El País, 19/01/2006).