José Antonio Díaz, albañil, Francisco Casanova y los Vecinos de Paz de Berriozar
A última hora de la noche del martes 9 de agosto de 1994, la banda terrorista ETA asesinaba frente a su domicilio en Bilbao al albañil JOSÉ ANTONIO DÍAZ LOSADA. Hacia las 23:30 horas, el joven regresaba a su casa junto a su mujer y su hija de catorce meses en una furgoneta de su propiedad. José Antonio dejó a su familia frente al portal, mientras él se fue a aparcar el vehículo. Cuando se dirigía de nuevo hacia el portal de su domicilio dos individuos se le acercaron por la espalda y, sin previo aviso, uno de ellos le disparó en la cabeza, mientras el segundo cubría la acción. El proyectil penetró por el pómulo izquierdo y quedó alojado en la cabeza de la víctima.
El cuerpo de José Antonio Díaz quedó tendido en el suelo, aún con vida, mientras los dos etarras escaparon a pie hasta un vehículo donde les esperaba un tercer terrorista. Un miembro de la Ertzaintza, que vivía cerca del domicilio de la víctima y que presenció parte de los hechos, persiguió sin éxito a los dos terroristas. Cuando llegó al lugar la ambulancia de la DYA, el joven aún mantenía las constantes vitales. Falleció durante su traslado al Hospital de Basurto.
La banda terrorista ETA justificó el asesinato acusándole de estar vinculado con el tráfico de drogas. Es cierto que la víctima tenía antecedentes penales por consumo y tráfico de droga a pequeña escala, atentado contra la autoridad, resistencia, desobediencia y robo con violencia e intimidación, según indicaron fuentes policiales y del Gobierno Civil, y en 1993, José Antonio había cumplido un año de cárcel por estos motivos. Sin embargo, vecinos, familiares y amigos coincidieron en señalar que, tras su estancia en la cárcel, había cambiado, había encontrado un trabajo como albañil y vivía dedicado a su mujer y a su niña de poco más de un año.
Su madre, Manuela, comentó que su hijo llevaba una vida muy normal. "Venía siempre pronto a casa, para poder estar con su mujer y su hija", aseguró. Además, no le constaba que su hijo hubiera recibido amenazas de ETA. Todos los vecinos coincidieron en que el joven "se había formalizado y había centrado su vida en los últimos meses" (...) Vivía dedicado "a su familia y su trabajo" como albañil. Uno de sus cuñados dijo que José Antonio "merecía otra oportunidad. Él ya había pagado todas sus culpas. Toda la familia se volcó para que pudiera desengancharse y desintoxicarse. También había cumplido una condena de un año en la prisión de Basauri. ¿Qué más podía hacer? ¿Quién tiene derecho a matarle, sea de ETA o de lo que sea?" (El Correo, 11/08/1994)
En su papel de justiciera contra el tráfico de drogas, presunto o real, de sus víctimas, la banda terrorista ETA contaba con la colaboración de varios grupos de personas que se encargaban de apuntar y señalar a las personas vinculadas con el tráfico de estupefacientes, según fuentes policiales. La arbitrariedad con la que actuaban esta suerte de chivatos de la peor calaña ha sido la causa de innumerables errores de la banda. Por otra parte, y en el supuesto de que efectivamente esas víctimas hubiesen sido traficantes de drogas o tuviesen relación con ese mundo como consumidores, ETA se ha atribuido en estos atentados, por la gracia de Dios, un papel que nadie le ha otorgado. Así se manifestó el Partido Nacionalista Vasco (PNV) en su condena del "brutal y absurdo" asesinato, en un comunicado en el que criticaban que una vez más la banda terrorista "haya asumido las funciones de juez y verdugo dictando y ejecutando penas de muerte contra personas supuestamente relacionadas con el mundo de la droga", y aseguraban que "el peor ‘caballo’ (heroína) que tiene la sociedad vasca es ETA, porque por donde pasa sólo deja sangre y dolor". En el mismo sentido se manifestó la plataforma Gesto por la Paz, que señaló que la banda terrorista "arrebata la vida a quien se le antoja". El portavoz del Partido Popular en el País Vasco, Gregorio Ordóñez, manifestó que el asesinato "deja una familia destrozada y, por eso, los únicos que no pueden hacer de jueces, sino de reos, son los asesinos de ETA".
José Antonio Díaz Losada, de 29 años de edad, era natural de Bilbao. Estaba casado y tenía una hija de catorce meses. A su funeral en la parroquia bilbaína de Nuestra Señora del Rosario celebrado el 11 de agosto, sin presencia de autoridades, acudieron cientos de personas, y muchas de ellas tuvieron que seguir la ceremonia desde el exterior.
Un día después del asesinato del empresario José María Korta Uranga, la banda terrorista ETA asesinaba en Berriozar (Navarra) al subteniente de Infantería del Ejército de Tierra FRANCISCO CASANOVA VICENTE. La víctima recibió varios tiros en la nuca a las tres y cuarto de la tarde del miércoles 9 de agosto de 2000 mientras aparcaba su coche en el garaje de su domicilio ubicado en una zona residencial de la localidad navarra. El asesino se introdujo en el garaje tras el automóvil del militar, mientras un segundo terrorista esperaba en la puerta, y le disparó varias veces.
El subteniente Casanova regresaba del acuartelamiento de Aizoain y, tras abrir la puerta del garaje, había enfilado la cuesta de acceso al mismo. Detrás del vehículo entraron en el garaje dos terroristas. Uno de ellos se quedó en la puerta vigilando y el segundo se situó junto a la ventanilla delantera izquierda, sacó una pistola y disparó varios tiros que alcanzaron al subteniente en la nuca. A continuación, salieron a pie del garaje y, en la misma moto en la que habían llegado, emprendieron la huida. La Guardia Civil recogió en el lugar del atentado sólo dos casquillos del calibre 9 milímetros parabellum, marca SF. La esposa del fallecido, Rosalía, y uno de sus hijos, de 11 años, fueron las primeras personas que se acercaron hasta el cuerpo del subteniente, que falleció en el acto. Un vecino que también había salido de su casa al escuchar los disparos contó que vio a la mujer abrazada al cuerpo de su esposo llorando y gritando mientras el pequeño le decía que a su padre "le faltaba un ojo".
Nada más producirse el atentado, la Guardia Civil acordonó la zona mientras realizaba la inspección ocular y la toma de declaraciones a los testigos del asesinato. Además, se instalaron numerosos controles de tráfico en las salidas de Pamplona, controles que también se colocaron en carreteras cercanas a Guipúzcoa. A las seis de la tarde, el juez de guardia ordenó el levantamiento del cadáver que fue trasladado, entre aplausos de los concentrados en la calle Askatasuna, al Instituto Anatómico Forense para realizarle la autopsia.
Este fue el primer atentado que ETA realizaba en Navarra desde que finalizara la tregua de 1998. El anterior, perpetrado el 6 de mayo de 1998, acabó con la vida del concejal de UPN en Pamplona Tomás Caballero.
El Ayuntamiento de Berriozar, con el apoyo de todas las fuerzas políticas salvo Euskal Herritarrok, formación a la que pertenecía el alcalde, José Manuel Goldaracena, presentó en un pleno extraordinario un texto en el que se condenaba de forma "rotunda y enérgica" el asesinato del subteniente Casanova. José Manuel Goldaracena presentó un comunicado alternativo que contó sólo con el apoyo de los cinco concejales de su partido. Semanas después, los cuatro concejales del Partido Socialista (PSOE), los dos de Izquierda Unida (IU) y los dos de Convergencia de Demócratas de Navarra (CDN) presentaron una moción de censura contra Goldaracena, permitiendo que el socialista Benito Ríos se convirtiera en el nuevo alcalde de Berriozar.
En 2004, la Audiencia Nacional condenó a Alberto Viedma Morillas y Mikel Javier Ayensa Laborda, miembros del grupo Ekaitza de ETA, a 30 años de prisión mayor por un delito de homicidio terrorista con el agravante de alevosía, porque actuaron por la espalda y sin posibilidad de defensa, "con una frialdad que repugna a todo ser humano".
Ayensa Laborda fue el que se introdujo en el garaje y realizó los disparos, mientras Viedma Morillas le daba cobertura. Ambos etarras admitieron en dependencias policiales su participación en el atentado, aunque en el juicio se negaron a declarar. Ayensa reconoció, tras ser detenido por la Guardia Civil en Navarra en febrero de 2002, que intentaron acabar con la vida del militar en siete ocasiones durante los Sanfermines de ese año, pero que no pudieron hacerlo debido a que el militar debía de estar de vacaciones. En agosto, añadió, fueron otro día, pero tampoco apareció Casanova por su domicilio. El día 9, sin embargo, lograron su objetivo. Las declaraciones autoinculpatorias de los dos asesinos se produjeron con asistencia de letrado, con todos los derechos que la ley concede y sin objeción alguna, según precisaron los jueces en la sentencia condenatoria. La misma recoge que los dos procesados decidieron "de común acuerdo terminar con la vida" de Casanova. Para ello efectuaron diversas vigilancias del militar y comprobaron sus horarios de salida del cuartel de Aizoain, desde donde se trasladaba directamente hasta su domicilio, ubicado en la urbanización Zortziko de Berriozar, en la calle Askatasuna. De esta forma, alcanzaron la convicción de que "el lugar más idóneo para ejecutar la acción criminal" era el garaje de su vivienda.
Francisco Casanova Vicente, de 46 años, había nacido en la localidad riojana de Igea y desde su niñez vivió en Castejón (Navarra), pueblo del que eran naturales sus padres. El fallecido estaba casado con Rosalía Sáinz-Aja, y tenía dos hijos, Javier, de 11 años, y Laura, de 7. La familia residía desde diez años antes en Berriozar, localidad cercana a Pamplona. Casanova Vicente pertenecía a la escala básica de suboficiales de Infantería y estaba destinado en el acuartelamiento de Aizoain, donde realizaba tareas administrativas. Este cuartel se encuentra a unos pocos kilómetros de Berriozar y es base del Regimiento de Cazadores de Montaña América 66. Sus restos mortales fueron inhumados al día siguiente en el cementerio de Castejón, donde aún vivían sus padres. Previamente se había celebrado el funeral en la Iglesia de San Francisco Javier de la localidad con la asistencia de centenares de personas, entre familiares, militares, políticos y vecinos. La víctima pertenecía al grupo de jotas Ecos de Navarra de Berriozar, y en los días previos a su asesinato había estado ensayando para las fiestas municipales. Desde 2001 se celebra en Berriozar el Encuentro de Jotas Francisco Casanova en memoria del subteniente asesinado. Además, y desde 2003, la escuela de música de Berriozar lleva el nombre del militar asesinado.
Tras el asesinato de Francisco Casanova, Paco para sus vecinos, se constituyó en Berriozar el colectivo Vecinos de Paz, que tiene como objetivo denunciar y combatir el terrorismo etarra. En su carta de presentación dicen: "Somos personas con diferentes ideas políticas e inquietudes, como cualquier vecino de cualquier pueblo o ciudad, pero algo en común nos une: el posicionamiento en contra del terrorismo y de toda ideología que lo ensalce, disculpe o justifique; nos une la defensa de la vida y la libertad, y el apoyo a las víctimas". Gracias a Vecinos de Paz, y a las aportaciones privadas procedentes de toda España, se construyó en el pueblo un monumento en homenaje a las víctimas del terrorismo, que ha sido atacado en varias ocasiones. Además, el colectivo realizó el documental Berriozar: Puerta de la Libertad, que recoge las experiencias vividas tras el asesinato de Francisco Casanova y los esfuerzos para erigir el monumento a las víctimas. Entre otras cosas, se cuenta cómo las piedras con las que se levantó el monumento tuvieron que ser transportadas por un camionero de Cantabria porque el miedo a las represalias hizo que ningún transportista de la zona quisiera hacerlo. "Desde esa amarga y calurosa tarde de agosto, dijimos que Paco no quedaría en el olvido. Es por eso que desde el 2000, cada 9 de agosto, los Vecinos de Paz de Berriozar, le homenajeamos con jotas y música, aficiones que a Paco entusiasmaban", puede leerse en la página web del colectivo.