A las ocho de la mañana del 23 de marzo Antonio había iniciado precisamente una jornada de trabajo en este establecimiento de fontanería, distribuyendo el trabajo a los ocho empleados del almacén que, al parecer, salieron todos a cumplir con diversas entregas de materiales y encargos. Minutos después de salir el último trabajador penetraron en la entrada del local tres terroristas. Antonio se encontraba dentro de una pequeña oficina, separada del almacén por cristaleras, e intentó defenderse utilizando su pistola, que apareció junto al cadáver. Le dispararon once balas (ocho de munición FN y tres de Geco), varias de las cuales lo alcanzaron en la cabeza y el tórax. Una vez en el suelo, recibió un tiro de gracia junto a la oreja izquierda.
Los autores del asesinato, miembros del grupo Araba de ETA, habían robado un turismo Chrysler, a punta de pistola, en la avenida del Generalísimo. Los propietarios del vehículo, un matrimonio, fueron abandonados en el alto del puerto de Vitoria, a unos quince kilómetros de la capital. El coche utilizado por los terroristas apareció abandonado sobre las once de la mañana en una calle de Vitoria.
Por el asesinato de Antonio sólo ha sido condenado en 1998 Ignacio Arakama Mendia a una pena de 30 años de prisión.
La muerte de Antonio Recio pasó inadvertida para los medios de comunicación, en un momento en que las víctimas del terrorismo se contaban por decenas. Sin embargo, aquel policía fue el primer miembro del Cesid asesinado por ETA, aunque la banda ni siquiera lo sabía.
Lo contó el general Ángel Ugarte, su jefe directo en Vitoria, que prácticamente fue testigo presencial del asesinato. Había quedado con la víctima en el almacén de fontanería a las 9:00 horas para trasladarse a La Rioja, donde tenían abierta una investigación. Llegó a oír los disparos, aunque no pudo ver a los asesinos. "Lo único que pude hacer fue sacarle la cartera, coger el carné del Servicio, el carné blanco con su foto y su nombre, ya sabes, volver a meterle la cartera y dejarlo todo como estaba. Cuando salía me encontré a un inspector de Policía (...) Le dije: ‘Yo no he estado aquí. Encárgate tú. Empieza a moverlo todo. Llama a quien tengas que llamar’" (Ángel Ugarte y Francisco Medina, Espía en el País Vasco. Memoria del primer hombre que negoció con ETA, Random House Mondadori, 2005)
Antonio Recio procedía del Seced, el servicio de documentación de Presidencia del Gobierno que montó Carrero Blanco para controlar la agitación estudiantil. En 1977, el teniente general Manuel Gutiérrez Mellado ordenó fusionar el Seced con "el Alto" (la División de Inteligencia del Alto Estado Mayor) para crear el Cesid, el servicio secreto de la recién nacida democracia española. Por su parte, Ángel Ugarte fue jefe de los servicios secretos del País Vasco. Se convirtió en la Transición en uno de los mejores conocedores del entramado de ETA, logrando desmantelar en 1975 a la cúpula de la banda. Entre otras muchas operaciones, este militar de profesión fue el encargado de infiltrar en el comité ejecutivo de la banda a Mikel Lejarza Eguía, Lobo, el primer topo de los servicios secretos en ETA.
Recientemente Ángel Ugarte declaró en una entrevista al diario El País (26/07/2010) "que ETA no se disolverá voluntariamente y que mantiene la misma táctica que hace tres décadas" (...) "La banda no se ha planteado nunca dónde ni cuándo se va a terminar. Hay que acabar con ella ahogándola con la policía, la colaboración internacional, la justicia, y a nivel económico, que es lo que no se ha hecho nunca". En opinión del exespía, que abandonó el País Vasco tras varios intentos de atentado, es un error pretender sacar ventaja política en las negociaciones con la banda, y pone como ejemplo a Jesús Eguiguren que "ya está de antemano contaminado. Si con ETA se va a buscar un resultado político a corto plazo, ya está uno perdiendo de antemano. Hay que buscar un profesional que no busque ventajas para ningún partido". Ugarte fue una de las primeras personas que se sentó a negociar con la banda terrorista.
Antonio Recio Claver tenía 50 años y dos hijos: un joven de 16 años y una chica de 14. Inspector de Policía de la Brigada de Información, había nacido en Zaragoza, pero llevaba trabajando en Vitoria más de veinte años. Allí contrajo matrimonio con Marisol Laza, hija del dueño de la fontanería que regentaba desde que murió su suegro, en la que realizaba labores de contabilidad.
La madrugada del 23 de marzo la banda asesina había colocado una bomba-lapa, adosada mediante imanes, bajo el asiento del conductor del vehículo, un Citroën AX que figuraba a nombre del padre de Juan José Carrasco. La colocación del artefacto, compuesto por unos dos kilos de explosivo que se accionarían mediante un dispositivo de movimiento, se realizó de madrugada. El vehículo solía ser utilizado por Juan José para ir a trabajar, aunque a veces también lo utilizaba su padre.
Juan José Carrasco salió sobre las nueve de la mañana de su casa, situada en el quinto piso del número 1 de la Glorieta del Puente de Segovia. Saludó al portero de la finca y se dirigió al coche para desplazarse a la empresa Prisma Soft S.A., donde trabajaba desde hacía poco tiempo. Al ponerlo en marcha, la bomba estalló. La explosión arrancó las piernas al joven y lo hirió gravemente en el abdomen, según declaró el comandante Esteban Bracero, residente en la misma finca que la familia Carrasco. "Pese a tener el cuerpo destrozado, el chico trataba de levantarse y llegó a incorporarse un poco", añadió.
El coronel Félix Carrasco, padre del joven, también escuchó la violenta detonación y, tras asomarse por una ventana, vio su automóvil envuelto en humo. Horas después declaró a Antena 3 que "sólo con la ayuda de Dios podré quitarme la imagen de Juanjo destrozado en la calle". Y pedía a los españoles que rezasen "porque Dios es el único que puede arreglar todo esto". Juan José era su hijo pequeño, el sexto, y el que más compañía le hacía. Utilizaba el coche del padre a diario para ir al trabajo. Miembros de la banda terrorista habían hecho labores de vigilancia sobre su objetivo y tenían localizado el coche del coronel Félix Carrasco, por lo que sabían que era un vehículo que utilizaba habitualmente su hijo.
Fuentes de la lucha antiterrorista tuvieron en ese momento el convencimiento de que a los etarras no les importó asesinar a un familiar, y recordaron la carta interceptada en enero, donde la banda aseguraba que "la vida de uno de nuestros luchadores vale cien veces más que la de un hijo de un txakurra".
El delegado del Gobierno en Madrid, Segismundo Crespo, y el alcalde, José María Álvarez del Manzano, pidieron a los militares y policías, además de a otros grupos de riesgo, que duplicasen sus medidas de autoprotección y que, antes de arrancar su automóvil, comprobasen los bajos. Las personas que vivían en el mismo bloque que la familia Carrasco comentaron que era "muy fácil" colocar una bomba en sus coches, que suelen estacionar en las proximidades.
El funeral por Juan José Carrasco tuvo lugar a las once de la mañana del día siguiente, 24 de marzo, en el hospital militar Gómez Ulla de Madrid. Lo ofició el vicario general castrense, José Manuel Estepa, y lo concelebró un hermano sacerdote de Juan José, Carlos Carrasco. Con el acto empezado llegó otro hermano, el capitán de la Legión Félix Carrasco, procedente de El Salvador, donde estaba destinado como parte de la fuerza internacional de paz ONUSAL.
Como autor de este atentado fue condenado en 2003 el etarra Ignacio Echevarría Martín, alias Mortadelo. La sentencia recoge que Echevarría actuó "probablemente auxiliado por otras personas no identificadas". Mortadelo fue detenido en Pontivy en febrero de 1996 y extraditado a España en 2001. Fue también condenado como autor material, junto a Gonzalo Rodríguez Cordero y José Gabriel Zabala Erasun, por el atentado con coche bomba en la Plaza de la Cruz Verde de Madrid que costó la vida a cinco militares el 6 de febrero de 1992.
Juan José Carrasco Guerrero tenía 26 años y había terminado recientemente la carrera de Ciencias Económicas. Desde poco antes de ser asesinado trabajaba en la empresa de informática Prisma Soft S.A.