ETA asesina a cuatro guardias civiles y a un policía nacional
A las seis de la mañana del 9 de mayo de 1978 el guardia civil MANUEL LÓPEZ GONZÁLEZ, acompañado de otros tres compañeros, entre ellos su hermano Francisco, resultó herido de gravedad en un atentado perpetrado por miembros de la banda terrorista ETA en Pamplona. Regresaban de realizar un servicio en la estación de Renfe en la capital navarra y se dirigían en un vehículo oficial hacia la Comandancia del Instituto Armado.
Cuando se encontraban cerca de los Jardines de la Taconera explotó una bomba depositada junto a una farola que fue activada a distancia. La explosión arrancó de cuajo la farola y levantó varios metros de bordillo de la acera. La carga -unos cinco kilos de Goma 2- destrozó materialmente el Land Rover de la Guardia Civil, afectando principalmente la parte delantera y lateral.
Resultaron heridos, además de Manuel, el cabo 1º de la Guardia Civil Juan Díez Resano, de 29 años, natural de Carcastillo (Navarra) y casado; Agustín Hernández Martín, de 31 años y natural de Villasbuenas (Salamanca); y el hermano de Manuel, Francisco López González, cacereño de 27 años, casado y con un hijo. Fueron atendidos por otros cinco guardias civiles fuera de servicio que, en el momento del atentado, se encontraban por la zona en otro automóvil. Ellos mismos trasladaron a Manuel al Hospital Provincial. La metralla le había alcanzado la artería aorta y se encontraba en estado muy grave. A pesar de los esfuerzos de los médicos, falleció pocas horas después.
Su capilla ardiente se instaló en el cuartel de la Guardia Civil de Pamplona. ETA reivindicó el atentado manifestando "su firme decisión de poner todos los medios militares a su alcance, para evitar que el pueblo trabajador vasco se vea imposibilitado a acceder a la verdadera democracia política". A día de hoy no se sabe quién asesinó a Manuel.
El 10 de mayo se ofició un funeral en la Iglesia de los Paules de Pamplona, al que asistieron el subdirector general de la Guardia Civil, el capitán general, gobernadores civil y militar y otras autoridades. Al finalizar, unas mil personas se manifestaron bajo la pancarta "No más muertos de ETA". Los manifestantes portaban banderas españolas y corearon gritos de "Unidad nacional" y "ETA cobarde". En la plaza del Castillo apedrearon la sede del PNV y en el Ayuntamiento exigieron que la bandera se pusiera a media asta.
Posteriormente hubo incidentes gravísimos en el Casco Viejo protagonizados por grupos de la izquierda radical que posteriormente darían lugar al nacimiento del grupo terrorista Iraultza (Revolución). Este grupo terrorista acercaría posturas políticas con ETA y Herri Batasuna en los ochenta. Los radicales se agruparon en el barrio de La Chantrea, donde cruzaron coches y autobuses y apedrearon a la Policía. Otro grupo de personas, esta vez de extrema derecha, con las caras cubiertas y porras, se enfrentaron a los anteriores. En total se produjeron unas cincuenta detenciones. Durante los enfrentamientos fue reconocido por radicales de izquierda Juan Eseverri Chavarri, subteniente de la Guardia Civil, que iba de paisano. Fue literalmente cosido a puñaladas y pateado en la calle Chapitela. Recibió más de diez puñaladas en tórax, cuello y mano y falleció el 17 de mayo. También resultó herido en los incidentes el agente de policía José Martín, que fue atacado por un grupo provisto de barras y objetos contundentes con los que le produjeron diversas heridas y la fractura de una pierna.
Manuel López González tenía 23 años y era natural de Cáceres. Llevaba sólo un año en la Guardia Civil y se iba a casar el mes siguiente con su novia, natural de Pamplona.
La noche de ese mismo 9 de mayo de 1978 la banda terrorista ETA ametralló un Land Rover de la Guardia Civil que prestaba servicio de protección al acuartelamiento de Intxaurrondo en San Sebastián. El vehículo, con cuatro agentes en su interior, realizaba una patrulla por los alrededores de las dependencias de la Guardia Civil. Al pasar por las cercanías del cementerio de Polloe, el Land Rover fue ametrallado por dos terroristas que dispararon desde una tapia de unos tres metros de altura que se encuentra junto a la carretera. Como consecuencia del tiroteo resultaron gravemente heridos el conductor del vehículo, JUAN MARCOS GONZÁLEZ, que fallecería poco después de ingresar en un centro sanitario, y Miguel Ángel Íñigo Blanco, que lo haría seis días después, el 15 de mayo.
En el lugar del atentado se encontró gran cantidad de casquillos de bala tipo parabellum. Los etarras huyeron a través del cementerio hacia la parte trasera, de fácil acceso a la autopista, desde donde emprendieron la huida en un vehículo que les esperaba.
Los otros dos agentes también resultaron heridos. Juan Jiménez Bermúdez, de Corite (Sevilla), tenía 23 años; y José Amado Juan, natural de Huelva, tenía 22 años. A pesar de las heridas, consiguieron saltar del vehículo y repeler la agresión.
En 1982 fueron condenados por este atentado los miembros del grupo Xenki de ETA Antonio García del Molino e Ignacio Apilañez Olalde a 50 años de cárcel cada uno. En la sentencia se establece que ambos estuvieron vigilando durante veinte días el recorrido de un Land Rover de la Guardia Civil. El 9 de mayo se ocultaron junto a la tapia del cementerio de Polloe en torno a las 23:00 horas de la noche. Cuando vieron que pasaba el vehículo con los cuatro agentes, los etarras abrieron fuego disparando varias ráfagas.
Juan Marcos González era de Llanes (Asturias). Tenía 20 años y estaba soltero. Su padre también fue miembro de la Guardia Civil, igual que uno de sus hermanos. Llevaba un año destinado en San Sebastián y estaba a la espera de conseguir el traslado a Galicia. La madre de Juan, María González Rodríguez, se enteró del asesinato de su hijo en su casa de Sarriá (Lugo). En febrero de 2007 recordaba en declaraciones a El Correo que hizo el viaje a San Sebastián por su cuenta "en un taxi que nadie me pagó. Nadie nos arropó, cuando llegamos nos encontramos la caja, nada más". Tiempo después falleció el hermano de Juan, "seguramente a consecuencia de aquello, porque siempre lo tuvo presente en la cabeza", señaló la madre.
A las nueve de la noche del 9 de mayo de 1980 ETA asesinaba en Santurce (Vizcaya) al policía nacional ANTONIO MORENO NÚÑEZ. Antonio se dirigía a su domicilio en Bilbao tras terminar su jornada laborar en la comisaría de Santurce. Circulaba por la calle Cervantes y, al llegar a la altura de la plaza de Vázquez de Mella y detener el vehículo, tres encapuchados que viajaban en otro coche lo acribillaron a balazos.
Antonio fue alcanzado por cinco impactos, uno de ellos en la cabeza. Su coche presentaba varios impactos de bala. Los disparos fueron escuchados por los miembros de una patrulla policial que se encontraba cerca. Cuando llegaron, no pudieron hacer nada por su vida. Los tres terroristas se dieron a la fuga en un vehículo que había sido sustraído a punta de pistola en el barrio de Repelega de la localidad vizcaína de Portugalete.
El cadáver del policía nacional fue trasladado al depósito del Hospital Civil de Bilbao, y la capilla ardiente se instaló en el cuartel de la Policía Nacional de Basauri. El funeral se celebró al día siguiente con la presencia del delegado especial del Gobierno en el País vasco, general Sáenz de Santamaría, y los gobernadores civil y militar de Vizcaya.
Concluido el acto religioso, el féretro fue llevado a hombros por varios compañeros de la víctima hasta el furgón fúnebre, que partió con destino al aeropuerto de Sondica para su posterior traslado, por vía aérea, hasta Málaga. De ahí, fue conducido por carretera a Gaucín, donde recibió sepultura.
ETA reivindicó la autoría a través de una llamada telefónica al diario Egin.
Antonio Moreno Núñez tenía 24 años. Estaba soltero y era natural de Cortes de la Frontera (Málaga). Estaba destinado en Bilbao, donde vivía con su madre, desde dos años antes de su asesinato. Prestaba servicio en la comisaría de Santurce.
El 9 de mayo de 1991, nueve horas antes de que diera comienzo la campaña electoral de las elecciones autonómicas y municipales del 27 de mayo, ETA asesinaba en Ortuella (Vizcaya) al guardia civil FRANCISCO ÁLVAREZ GÓMEZ mediante la colocación de una bomba-lapa en los bajos de su vehículo.
Solía ir con su cuadrilla de amigos a un bar próximo a la estación de Renfe. Aquel jueves, al salir del bar y subirse a su coche, se activó el mecanismo de la bomba lapa. Eran las 15:00 horas. La violenta explosión arrancó de cuajo el techo del vehículo y lanzó el cuerpo del agente hacia las vías del ferrocarril, a varios metros de distancia de su coche. Vecinos del pueblo y un concejal socialista se enfrentaron a voluntarios de la Cruz Roja ante su negativa inicial a mover al herido, alegando que necesitaban el dictamen de un médico. Francisco fue conducido en una ambulancia al Hospital de Cruces, en Baracaldo, donde ingresó cadáver a las 15:20 horas, según informó una portavoz del centro médico.
La junta de portavoces del Ayuntamiento acordó retrasar 24 horas el comienzo la campaña electoral, prevista para las 12 de la noche de ese día. Los representantes municipales, en ausencia del portavoz de Herri Batasuna, decidieron también suspender durante el fin de semana las fiestas patronales. La ejecutiva de Vizcaya del PNV señaló que ETA había comenzado su campaña electoral "de la única forma que acostumbra, sembrando el dolor y la sangre".
En 1994 la Audiencia Nacional absolvió por falta de pruebas al miembro de la banda terrorista ETA Jesús María Mendinueta Flores. El etarra reconoció ser miembro del grupo Vizcaya de ETA, pero negó su participación en el asesinato del agente Álvarez Gómez. En las fichas policiales de las Fuerzas de Seguridad del Estado figura que el etarra que presuntamente colocó la bomba-lapa fue Juan Carlos Iglesias Chouzas, alias Gadafi. Para ello contó con la información aportada por el etarra Juan María San Pedro Blanco, alias Jon, detenido el 6 de junio de 1991 cuando se disponía a colocar otra bomba lapa en el vehículo de un policía. Cuatro años después, vencido el período máximo de prisión provisional, fue puesto en libertad y se dio inmediatamente a la fuga. Fue detenido de nuevo, esta vez en Francia, en marzo de 1999. En 2004 fue extraditado a España.
Francisco Álvarez Gómez tenía 38 años. Era de La Albuera (Badajoz), donde una calle lleva su nombre. Vivía en el País Vasco desde veinte años antes de ser asesinado. Estaba casado con una vecina de Ortuella, localidad de tradición minera, y allí nacieron sus dos hijos, de 9 y 15 años cuando mataron a su padre. Estaba adscrito al Servicio de Vigilancia Fiscal de la Guardia Civil y prestaba servicio en el Puerto de Bilbao. Su padre también había sido agente de la Benemérita.
Dos días después del asesinato en Pamplona del concejal de UPN Tomás Caballero, el 8 de mayo de 1998, un etarra disparaba en la cabeza al subteniente retirado de la guardia civil, ALFONSO PARADA ULLOA. Trasladado por una UVI móvil al Hospital Txagorritxu murió la madrugada del día siguiente, 9 de mayo. El disparo entró por su sien izquierda y salió por la derecha y, aunque en un primer momento los equipos de urgencias del hospital vitoriano barajaron la posibilidad de una intervención quirúrgica, finalmente la descartaron dada la gravedad de la herida.
Alfonso Parada fue tiroteado a escasos metros de su domicilio por un individuo joven que le disparó a la cabeza a corta distancia. Eran aproximadamente las dos de la tarde. El atentado se produjo en la calle de las Juntas Generales, donde vivía la familia Parada Ulloa, y a menos de cien metros de la comisaría de la Ertzaintza.
El dueño de una tienda situada a escasos metros del lugar del atentado avisó por el portero automático a la familia del herido. Su hijo bajó de inmediato y se mantuvo agachado junto al cuerpo de su padre hasta la llegada de la UVI móvil que le trasladó al hospital. El nieto de la víctima, que se encontraba jugando cerca del lugar del atentado, también presenció la imagen de su abuelo herido y tirado en la calle. El niño iba a hacer la primera comunión el fin de semana siguiente.
La capilla ardiente por el subteniente asesinado se instaló al mediodía del 9 de mayo en la Subdelegación del Gobierno. En ella permaneció unos minutos el presidente del Gobierno, José María Aznar, que había acudido a Vitoria para arropar a Carlos Iturgaiz en su presentación como candidato del PP a lehendakari. Acompañaban a Aznar los ministros de Trabajo, Javier Arenas; Interior, Jaime Mayor, y Agricultura, Loyola de Palacio, además de varios altos cargos.
El pleno que celebró el Ayuntamiento de Vitoria por la mañana para convocar la manifestación y decretar el duelo oficial tuvo momentos tensos. El portavoz del PP, Alfredo Marco Tabar, amigo íntimo de la víctima, fue el más duro con los ediles de HB. "Mientras no oiga de vuestros labios una expresión no ya de condena, pero al menos de lamento, no oirás de los míos otras que el desprecio y no volveré a escuchar las tuyas", le espetó al edil de Batasuna José Enrique Bert. Cuando el portavoz radical fue a intervenir, los populares y los del PSE y UA se volvieron de espaldas. Todos los grupos mostraron su indignación e insistieron, sin resultado, en que HB pronunciase una condena. Cuando el alcalde, José Ángel Cuerda (PNV), ordenó traducir al castellano las palabras en euskera de Enrique Bert, los populares dejaron la sala.
Ese mismo 9 de mayo centenares de ciudadanos de toda España salieron una vez más a la calle para mostrar su repudio y su condena por los últimos atentados de ETA. Unas 35.000 personas, según fuentes de la Policía Municipal, recorrieron el centro de Vitoria tras celebrarse el funeral por el alma de Alfonso Parada. El llamamiento efectuado por la mañana por el Ayuntamiento de la ciudad encontró la respuesta masiva de los ciudadanos. El lehendakari, José Antonio Ardanza, recibió críticas por no participar ni en la manifestación ni en el funeral, alegando que tenía que estar presente en la marcha contra el trabajo infantil, que ese mismo día llegaba a Vitoria. No obstante en representación del Gobierno vasco acudió el vicelehendakari, Juan José Ibarretxe, quien estuvo acompañado por varios ministros, entre ellos el de Interior, Jaime Mayor Oreja. Una pancarta con la leyenda en euskera y castellano "Nahikoa da. Bakea nahi dugu" (Basta ya. Queremos la paz) encabezaba la manifestación. En varias fases, los ciudadanos rompieron el silencio para gritar "ETA mata y el diálogo remata" y "No son vascos, son asesinos". En Madrid, Sevilla, Zaragoza, Gijón, Valencia, Burgos y otras ciudades se celebraron concentraciones silenciosas encabezadas por presidentes autonómicos, alcaldes y dirigentes de todos los partidos políticos democráticos.
La Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT) criticó ese mismo día al presidente del Gobierno, José María Aznar, por "lanzar ofertas de generosidad a los terroristas". Luis Delgado, secretario general de la asociación, criticó además al PNV por mantener contactos con Herri Batasuna y denunció que, a juicio de la AVT, hay "víctimas de primera y de segunda. Para unas la clase política sale, se manifiesta y arropa a la familia o a la víctima, y en otros casos apenas reciben el apoyo obligatorio por parte de los dirigentes de este país", afirmó.
En 2002 la Audiencia Nacional condenó a José María Novoa, Igor Martínez de Osaba Arregui y Alicia Sáez de la Cuesta a 29 años de prisión como autores materiales del asesinato de Alfonso Parada. El autor del disparo mortal fue Igor Martínez de Osaba, mientras Alicia Sáez de la Cuesta le cubrió en la acción. José María Novoa les esperaba en un coche para emprender la huida.
Alicia Sáez de la Cuesta fue también condenada por el intento de asesinato del entonces presidente de la Xunta de Galicia, Manuel Fraga Iribarne. Ella y la etarra Nerea Garaizar San Martín tenían previsto realizar el atentado mediante la utilización de un coche-bomba. Su detención a finales de marzo de 2001 impidió que el mismo se llevase a cabo.
Alfonso Parada Ulloa de 62 años, era subteniente en la reserva de la Guardia Civil y amigo del portavoz del grupo popular en el Ayuntamiento de Vitoria, Alfredo Marco Tabar. Su nombre había aparecido en varias listas intervenidas a grupos etarras desarticulados, circunstancia de la que Alfonso estaba informado. Sus vecinos desconocían si adoptaba alguna medida de autoprotección, aunque sí señalaron que mantenía "costumbres muy fijas", entre ellas la de salir a primera hora de la tarde y desplazarse hasta una localidad en las afueras de Vitoria para dedicarse a su afición: el cuidado de los pájaros. Era natural de La Melide (La Coruña) aunque vivía en Vitoria desde 1976. Estuvo destinado como comandante del puesto del Abetxuco, y desde 1986, en el cuartel de Sansomendi, en la Unidad de Intervención de Armas y Explosivos. Tres años antes de ser asesinado había pasado a la reserva. Estaba casado y tenía un único hijo, Nacho, de 32 años, que trabajaba como vigilante jurado, y un nieto de corta edad.