Dos comisarios y un policía municipal y el fallecimiento del guardia civil Fernando Trapero
A las dos y veinte de la tarde del 5 de diciembre de 1978, la víspera del referéndum de la Constitución, la banda terrorista ETA acribillaba a balazos en un bar de San Sebastián al subcomisario de Policía GABRIEL ALONSO PEREJIL, al policía municipal ANGEL CRUZ SALCINES, y al comisario de Policía JOSE MARÍA SARRAIS LLASERA.
Los tres amigos tomaban habitualmente el aperitivo en el Bar Urgull de la capital donostiarra, cercano al cuartel de la Policía de Aldapeta y a la comisaría de San Sebastián. El 5 de diciembre entraron en el bar y se colocaron en la barra, al fondo del establecimiento. En ese momento había en el local otros siete u ocho clientes. A las 14:20 horas tres individuos a cara descubierta penetraron en el bar y, mientras uno de ellos ordenaba a los camareros y clientes que se tirasen al suelo, los otros dos acribillaron a balazos a los tres policías. Gabriel Alonso murió en el acto; José María Sarrais fue herido e intentó refugiarse en la cocina, pero uno de los asesinos lo siguió y lo remató con un nuevo disparo. El tercero, Ángel Cruz, fue trasladado gravemente herido al Hospital Nuestra Señora de Aránzazu, pero falleció durante el trayecto.
Una vez cometido el triple asesinato, los tres etarras armados huyeron precipitadamente mientras gritaban "Gora Euskadi Askatuta". En su huida utilizaron dos coches que tenían aparcados, con otros dos terroristas al volante, en las proximidades de la confluencia de la calle Reyes Católicos, donde se encontraba el bar, con la de Prim. Dos de los terroristas subieron a un Seat 132 y el tercero lo hizo en un Renault 7, de color granate. Un sexto terrorista participó en el atentado, quedándose fuera del bar para cubrir la fuga de los asesinos.
Los cuerpos sin vida de los dos miembros del Cuerpo General de Policía quedaron cubiertos en el suelo con manteles de papel hasta las tres y media de la tarde, hora en la que el juez de guardia ordenó el levantamiento de los cadáveres y su traslado al depósito judicial.
En el lugar de los hechos se recogieron una decena de casquillos de bala del calibre 9 milímetros parabellum. Momentos después del atentado, y de forma ininterrumpida durante toda la jornada, la capital donostiarra fue escenario de un espectacular despliegue policial. En cumplimiento del plan decretado por el Gobierno con motivo del referéndum constitucional, fueron alertadas todas las compañías de la Policía Armada y de la Guardia Civil que se encontraban en Guipúzcoa y se establecieron estrictos controles. Las salidas de San Sebastián fueron también bloqueadas por las FOP lo que provocó grandes atascos en los accesos a la capital donostiarra. Aunque este dispositivo no dio resultado inmediato, diez días después la Policía logró desarticular el grupo Donosti de ETA, cuyos miembros eran los autores del triple asesinato.
En la tarde del 5 de diciembre la Consejería de Interior del Consejo General Vasco, cuyo titular era el socialista Txiki Benegas, difundió un comunicado para condenar el atentado, cuyo texto decía: "Las muertes de dos comisarios y un policía municipal registradas hoy en San Sebastián, han venido a unirse a la tan larga serie de fuerzas del orden víctimas de la violencia. Con las víctimas estará siempre nuestra solidaridad y dolor compartido. Quienes con una consulta democrática en puertas apelan al atentado y el crimen atacan directamente a dos principios básicos de la soberanía popular: el derecho fundamental a la vida y la libertad de espíritu en el ejercicio del derecho al voto. En lugar de la democracia pretenden establecer como método de acción política la fuerza de la violencia. La Consejería de Interior llama a todo el pueblo vasco a rechazar la muerte, a respetar el derecho a la vida y a construir pacíficamente el futuro de nuestro pueblo".
Hacia la media noche, horas antes de que se abriesen los colegios electorales para votar el referéndum, se produjo una interferencia en la emisora de TVE en Guipúzcoa justo cuando iba a empezar el programa Últimas Noticias. Cuando desapareció la imagen se oyó un comunicado de ETA político-militar contra la Constitución y después sonó el Eusko Gudariak. La interferencia también afectó a parte de las otras provincias vascas.
El mismo día 5 de diciembre se instaló la capilla ardiente de los tres policías asesinados en el Salón del Trono del Gobierno Civil de Guipúzcoa y, al día siguiente, se celebraron los funerales por las víctimas en la Iglesia del Buen Pastor.
En febrero de 1980 la Audiencia Nacional condenó a Miguel Sarasqueta Zubiarrementeria a 30 años de prisión mayor como autor material del atentado, y a José Miguel Azurmendi Albizu a 70 años de reclusión mayor. En 1988 fue condenado Martín Apaolaza Azcargorta a 7 años de prisión mayor como autor de un delito de conspiración para cometer el atentado.
Gabriel Alonso Perejil, subcomisario del Cuerpo General de Policía destinado en la plantilla de San Sebastián, tenía 61 años. Estaba casado y tenía dos hijos. Una de sus hijas, Cristina, había sido campeona de España de salto de longitud. Gabriel iba a jubilarse en febrero de 1979.
Ángel Cruz Salcines, policía municipal de 60 años, era natural de Santander, aunque vivía con su esposa en el País Vasco desde 1947. Estaba destinado en la Policía Municipal de Pasajes. El matrimonio no tenía hijos. Su esposa es uno de los testimonios que recoge Cristina Cuesta en el libro Contra el olvido (Temas de Hoy, 2000). Ese día empezó a inquietarse cuando a las 16:00 horas su marido no se había incorporado aún a su turno en el Ayuntamiento de Pasajes. Cuando llamó le dijeron que Ángel había tenido un accidente y que estaba en el hospital. Fue el personal del centro médico el que le comunicó que su marido estaba muerto. En opinión de la viuda, ETA asesinó a su marido porque estaba con los dos policías, tratando de buscar una explicación a su muerte, cuando sólo el fanatismo nacionalista puede explicar las muertes y el sufrimiento que la banda asesina ha provocado durante décadas. "Al jefe de mi marido [Juan Jiménez Gómez] lo mataron trece días después. Había escrito una carta en el periódico preguntando a ETA por qué habían matado a mi marido. La contestación fue un tiro por la espalda". El dolor y la soledad de esta viuda queda reflejado en este pasaje del libro de Cristina Cuesta:
Yo sólo lo tenía a él, fue mi primer novio, no tuvimos hijos, me dejó sola (...) Muy pocos me ayudaron. La gente, los vecinos, empezaron a huir de mí. A veces fue peor. Llegaron a decirme que me habían pagado el piso. Les dije que el día que quisieran les enseñaba las letras de la hipoteca. Yo he trabajado en casas toda la vida, limpiando, cuidando niños, lo que salía, porque mi marido no ganaba mucho. La mala gente se metía hasta con lo que compraba en la tienda, gente muy envidiosa, y no sé de qué porque cuando me fue mal nadie se acordó de mí. Me quedé con una pensión digna porque reconocieron su muerte como accidente laboral (Contra el olvido, Temas de Hoy, 2000).
José María Sarrais Llasera, comisario de Policía de 56 años de edad, estaba casado y tenía cinco hijos. Era jefe de la comisaría de Rentería, creada poco tiempo antes. Fue enterrado en Madrid.
El 5 de diciembre de 2007 fallece, tras cuatro días de agonía, el guardia civil FERNANDO TRAPERO BLÁZQUEZ, herido en el atentado que la banda terrorista ETA cometió en Capbreton (Francia) y en el que falleció en el acto su compañero Raúl Centeno Bayón.
Desde el 1 de diciembre Fernando se encontraba ingresado en el Hospital de Bayona en estado de coma. La gravedad de las heridas y la inexistencia de actividad cerebral hicieron que, desde el primer momento, no se tuviesen esperanzas de que el guardia civil pudiera recuperarse de las mismas. El corazón de Fernando dejaba de latir a las 10:43 horas del miércoles 5 de diciembre.
La familia de Fernando Trapero se quejó, al día siguiente del atentado y mientras el agente se debatía entre la vida y la muerte, de que los dos guardias civiles fuesen desarmados. El ministro de Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, señaló en la Cadena SER ese mismo día 2 de diciembre, que los agentes "iban como siempre". Según publicó el diario El Mundo, en su edición del 3 de diciembre,
Los acuerdos entre España y Francia sobre el trabajo de los policías y guardias civiles en suelo vecino permiten que los agentes lleven armas siempre que lo hayan solicitado previamente a las autoridades galas y que trabajen junto a funcionarios franceses. Según las fuentes consultadas, las autoridades francesas no suelen poner excesivos inconvenientes cuando se presentan este tipo de solicitudes desde España (...) Las fuentes consultadas por este periódico subrayan que los dos trabajaban en un operativo más amplio en el que también intervenían agentes franceses y que, en este contexto, podían haber llevado su pistola reglamentaria sin mayor inconveniente (...) Francia y España aprobaron en 2003 sendas leyes regulando el funcionamiento de los denominados equipos conjuntos de investigación. Se trataba de crear equipos de agentes y de funcionarios judiciales de ambos países denominados "funcionarios destinados" para que actuaran "de manera coordinada, con un fin determinado y por un periodo limitado". La cooperación bilateral ha evolucionado de tal modo que en estos momentos hay dos tipos de trabajo de los agentes españoles en Francia: el correspondiente a los equipos conjuntos de investigación -judicializados-, y el meramente policial destinado a desarrollar operaciones sin la intervención de fiscales o jueces. La operación antiterrorista en la que trabajaban Raúl Centeno y Fernando Trapero era de estas últimas. Podían ir armados si así se consideraba pertinente y los requisitos, según las normas francesas, eran pedir permiso o ir acompañado por colegas del país vecino.
En señal de duelo por el fallecimiento de Fernando Trapero, el Congreso modificó los actos festivos previstos para conmemorar el 6 de diciembre el Día de la Constitución. Los presidentes de la Cámara Baja, Manuel Marín, y del Senado, Javier Rojo, recibieron a los invitados y la conmemoración se limitó al discurso de la máxima autoridad del Congreso. No se sirvió el cóctel que tradicionalmente sigue a la alocución y la ceremonia de la izada de bandera en la plaza de Colón que se celebra todos los días 6 de diciembre, fue un homenaje a la Guardia Civil en recuerdo a los dos agentes asesinados.
El funeral de Estado por el alma de Fernando Trapero se celebró el viernes 7 de diciembre de 2007 en la Academia de Guardias Jóvenes Duque de Ahumada de la localidad madrileña de Valdemoro, donde se había instalado también la capilla ardiente. Sus restos mortales habían llegado a las tres de la tarde del mismo día de su fallecimiento a la base aérea de Getafe procedentes de Burdeos. Cientos de compañeros de Fernando se congregaron en la Academia Duque de Ahumada para asistir a las honras fúnebres presididas por los Reyes y los Príncipes de Asturias, como ya hicieron en el funeral por Raúl Centeno. Desde minutos antes de que comenzara el funeral, centenares de agentes inundaron el patio del colegio, decorado con decenas de banderas españolas, para dar la despedida a su compañero de la 87ª promoción.
Antes de que el féretro con los restos mortales de Fernando Trapero fuera conducido frente al altar de campaña, los 125 alumnos de la 2ª compañía de Guardias Jóvenes le rindieron honores, junto a más de medio millar de agentes uniformados en representación de las diferentes unidades del Cuerpo.
Las principales autoridades del Estado también se desplazaron a Valdemoro para presentar sus respetos al guardia asesinado. José Luis Rodríguez Zapatero, presidente del Gobierno, estuvo acompañado por la vicepresidenta, María Teresa Fernández de la Vega, y los ministros Alfredo Pérez Rubalcaba, José Antonio Alonso y Elena Salgado. El secretario de Estado para la Seguridad, Antonio Camacho, y el director de la Policía y la Guardia Civil, Joan Mesquida, encabezaron la nutrida representación de las fuerzas de seguridad del Estado, a las que se unieron mandos de los tres ejércitos, la Ertzaintza, Mossos d'Esquadra, Renseignements Généraux galos y la Policía Judicial y Gendarmería Francesa. Asimismo asistieron los presidentes de las dos cámaras legislativas, Manuel Marín y Javier Rojo, la presidenta del Tribunal Constitucional, María Emilia Casas, el presidente del Poder Judicial, Francisco José Hernando, el fiscal general Cándido Conde-Pumpido, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, y el embajador francés en Madrid, Bruno Delaye. El PP estuvo representado por Mariano Rajoy, Eduardo Zaplana e Ignacio Astarloa, que estuvieron acompañados por los socialistas José Blanco y Diego López Garrido, así como por el líder de IU, Gaspar Llamazares.
A las doce en punto, el rey Juan Carlos, con uniforme de capitán general, y el príncipe Felipe, de comandante del Ejército de Tierra, acompañados de la Reina y la Princesa de Asturias, se dirigieron a dar el pésame a los padres del guardia civil asesinado, Fernando Trapero y Estrella Blázquez, a su novia, Miriam, y a su hermana. Justo detrás de la familia del agente se situaron los padres de Raúl Centeno, que también fueron saludados por los monarcas. La Marcha Fúnebre de Chopin acompañó la entrada del féretro cubierto con la bandera española y sobre el que descansaba un tricornio. En medio de una persistente neblina, el ataúd fue portado a hombros por ocho compañeros del Grupo de Apoyo Operativo (GAO), unidad a la que pertenecía Fernando Trapero. Las caras desencajadas de los compañeros que portaban el cadáver conmovieron a los familiares, que igual que los guardias civiles no pudieron contener el llanto.
Tras la celebración religiosa oficiada por el vicario general castrense, Ángel Cordero, el Rey depositó sobre el féretro la cruz de oro al mérito de la Guardia Civil y la medalla de oro al mérito policial, las dos máximas condecoraciones de las fuerzas de seguridad del Estado. La familia de Trapero rompió a llorar mientras sonaba el Himno del Instituto Armado. La emoción se hizo más intensa cuando los guardias de gala rindieron el homenaje a los caídos mientras sonaba La muerte no es el final y una salva de honor atronaba en el patio. Poco después, se hizo entrega de la bandera, el tricornio y las condecoraciones a la familia. La madre, entre sollozos, se abrazó a la enseña y al sombrero de charol. El Adiós Polilla, la canción de despedida de los alumnos ('polillas') del colegio, fue también el adiós al féretro de Trapero. Cientos de voces entonaron el himno, mientras sus compañeros del GAO, que portaban el ataúd, trataban de cantar entre las lágrimas.
Dos horas después de que finalizase el funeral la comitiva fúnebre llegó a la localidad de El Tiemblo (Ávila) localidad natal de los padres de Fernando Trapero. Aunque Fernando era natural de Madrid, sentía un apego especial hacia el pueblo de El Tiemblo y allí acudía cada vez que tenía un día libre. Por ello, nada más conocerse su fallecimiento, el Ayuntamiento decretó tres días de luto oficial y su alcalde volvió a leer el manifiesto que habían aprobado, un día antes, cuando se decidió conceder a Fernando la Medalla de Oro de la villa y dar su nombre a una calle.
Un piquete de honor de guardias jóvenes y cientos de personas se agolpaban a las puertas de la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, donde a las 16:00 horas se celebró otro funeral, al que asistió, entre otras personalidades, el presidente de Castilla y León, Juan Vicente Herrera. Pese a que la familia quería que esta ceremonia religiosa fuera íntima, miles de personas se congregaron para despedir entre vivas a la Guardia Civil al agente asesinado. A la salida de la Iglesia, minutos antes de que Fernando Trapero fuera enterrado en la intimidad, cientos de voces entonaron, una vez más, el Adiós Polilla. Una cerrada ovación fue el último homenaje espontáneo que los vecinos de El Tiemblo rindieron al guardia civil.
El capitán que mandaba la formación en el funeral del guardia civil Fernando Trapero Blázquez, en el Colegio de Guardias Jóvenes de Valdemoro escribió esta sentida crónica:
Fue un día muy gris y muy triste. Frío, como corresponde al otoño tardío de estepa castellana que es Valdemoro. Después de haber velado su cadáver la tarde y noche anterior en la capilla ardiente, que fue instalada en el Salón de Actos, llegó la hora del funeral. Los turnos de escolta del féretro fueron establecidos desde que llegó. Siempre, cada 15 minutos: un componente del Gao, un Policía Nacional, otro de la Jefatura de Información y un Polilla de mi Compañía. Fueron unas horas llenas de pena, de inmensa pena, donde nadie era capaz de encontrar consuelo. Una de las innumerables coronas que acompañaban al féretro era de mi Compañía. Los Polillas habían hecho entre ellos, sin que nadie les dijese nada, una colecta y habían recaudado 139 euros que se habían gastado en una sencilla corona que significaba su homenaje a quien entregó lo más valioso que poseía, su propia vida, por España, tal y como había jurado en nuestro Patio apenas tres años antes (...) Cuando empezamos a cantar el Himno del Cuerpo ya no puedo más y me derrumbo. No físicamente, que los viejos Polillas estamos hechos de una madera creo que especial. No, me derrumbo emocionalmente. Y las lágrimas me afloran por los ojos, me resbalan por las mejillas. Estoy al límite, esto es demasiado. Y llega el momento más difícil, yo me lo temía e incluso lo había pronosticado. Cuando los Polillas cogen el féretro, me vuelvo y le ordeno al Cornetín: "Toca presenten y entrada al Himno Nacional" y me contesta una voz de 20 años, humilde y sana... que apenas puede contener un profundo sollozo que le sale del alma: "Si puedo mi Capitán, si puedo..." Y le contesto, todo ello en voz muy tenue porque estamos en formación: "Tienes que poder Polilla, él se lo merece". Suena el Cornetín como si lo tocase el mismo Arcángel San Gabriel. Suena la Marcha Real y entonces, un escalofrío, que nada tenía que ver con la gélida temperatura ambiental, nos sacude a todos cuantos llenamos el Patio. El Comandante Director Músico se pone enfrente de la formación para dirigir la Banda que comienza con los acordes del ‘Adiós Polilla’ (...) Ya nadie disimulaba, ni falta que hacía. ‘Adiós Polilla, ya del Colegio te vas...’ Impresionante (...) Nunca una canción que nació con vocación de marcha tuvo mayor significado emocional en una despedida, un adiós como éste para el que no fue compuesta. (...) Adiós Fernando, descansa en paz y que los que han cometido este crimen tan horrendo y el de tu compañero Raúl no tengan nunca ni el descanso ni el perdón. Ni ellos ni quienes les alientan, les ayudan, les ‘comprenden’, o los justifican y están dispuestos a pactar con ellos otra cosa distinta que no sea cuándo y dónde entregan las armas para someterse al imperio de la Ley. Dios mío danos consuelo, que ya no podemos más. Que es una prueba demasiado grande, que ya son 207 muertos los que nos han hecho estos canallas en casi 40 años... que esto es una prueba demasiado grande (...) Inmediatamente, una de las tres Secciones de la Compañía se embarca en el microbús rumbo a El Tiemblo para asistir al sepelio de Fernando. Allí, en el cementerio, hermanados todos los Polillas de cualquier edad y condición, por expreso deseo del padre, vuelven a cantar más con el corazón que con la voz, que la mayoría ya tenían rota. ‘Adiós Polilla...’ Y cuentan los que asistieron, que allí estaba el pueblo entero y que nadie tenía consuelo. Que Dios te bendiga Fernando, Polilla, discípulo, amigo... Y a nosotros que nos dé fuerzas para seguir en esta lucha en la que tantas veces nos sentimos tan solos. Que tu memoria, la de tu compañero, nuestro compañero Raúl Centeno y la de los demás Guardias Civiles que han sido víctimas de tanta maldad a lo largo de tantos años, pervivan entre nosotros por siempre. Creo que desde que enterré a mi padre, allá en 1970, cuando apenas me faltaban tres meses para salir del Colegio, nunca había vivido una mañana tan triste y tan desconsoladora.
Las primeras concentraciones de repulsa por el asesinato de Fernando tuvieron lugar ese mismo día (5 de diciembre) en las tres capitales vascas. Convocadas por Gesto por la Paz, decenas de personas guardaron quince minutos de silencio. También en Bilbao unas ciento cincuenta personas respondieron al llamamiento de la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT), al que se sumó el Foro de Ermua. Todos los partidos políticos vascos, salvo ANV y EHAK, lamentaron la muerte de Fernando Trapero y exigieron el final del terrorismo.
La AVT celebró también concentraciones similares en Madrid y otras ciudades españolas. Asimismo, la Federación de Municipios y Provincias convocaba para el día siguiente, jueves 6 de diciembre, una concentración silenciosa ante los Ayuntamientos de toda España, que fue secundada por miles de personas en todo el país.
Las principales instituciones vascas organizaron actos en memoria de Fernando y de rechazo absoluto a ETA para el jueves 6 de diciembre. La asociación de municipios vascos (Eudel) convocó para ese día concentraciones silenciosas en todos los municipios vascos y emitió una nota en la que reiteraba que "ETA sobra" y que "sólo quienes reconocen y aceptan que Euskadi es una sociedad plural, serán aceptados y reconocidos en el juego democrático". Eudel, que se solidarizó con la familia y los amigos de Fernando, subrayó que es "intolerable cualquier atentado, amenaza o coacción" por parte de los terroristas y agregó que "quien atenta contra cualquier ciudadano atenta contra la propia sociedad vasca". Otras instituciones, como el Consejo de la Juventud de Euskadi, manifestaron su "más enérgica condena y repulsa". Al mediodía del jueves 6 de diciembre, centenares de personas secundaron, el llamamiento hecho por Eudel y las Diputaciones Forales vascas. El lehendakari del Gobierno vasco, Juan José Ibarretxe, se concentró ante el palacio de la Diputación Foral de Vizcaya junto a más de un centenar de personas, entre ellos los consejeros de Educación, Tontxu Campos, y de Industria, Ana Aguirre.
Fernando Trapero Blázquez había nacido el 19 de septiembre de 1984 en Madrid y se alistó en el Cuerpo, al igual que su compañero Raúl Centeno, en el año 2004. En el momento de su asesinato estaba destinado en la Unidad Central Especial (UCE-1), subgrupo responsable de la lucha contra ETA dentro de la estructura del GAO. Su padre, Fernando Trapero, fue brigada de la Guardia Civil. Fernando estaba soltero, aunque tenía novia. La familia donó sus órganos y al día siguiente de su muerte dos niños franceses se habían beneficiado de esta decisión.
Hombres como Raúl Centeno y Fernando Trapero, cuyos nombres salen a la luz cuando ocurren desgracias, realizan todos los días un trabajo discreto y silencioso, pero imprescindible para garantizar nuestra seguridad. A gentes como Raúl y Fernando tenemos que estar agradecidos, al igual que a los responsables políticos franceses que permiten que los policías y guardias civiles españoles trabajen en su territorio (Florencio Domínguez, El Correo, 2/12/2007).