He escuchado estos días una afirmación que me parece demencial. Se ha llegado a decir que después de vivir tantos años bajo la amenaza etarra la mayoría de los amenazados aceptarán cualquier final de ETA con tal de que desaparezca la amenaza. Esto dicho así a muchos les puede parecer lógico, pero no nos engañemos, no lo es de ninguna de las maneras.
Si aceptamos el "como sea" estamos dando ya por hecho que aceptamos la derrota ante el terrorismo. Que los años de sufrimiento haciéndoles frente no han servido prácticamente para nada. Porque si después de más de 800 asesinatos y miles de heridos, además de cientos de amenazados directos, resulta que cuando ETA considera que es más eficaz para sus fines dejar de aterrorizar (aparentemente) todos debemos decir amén, significa que se han salido con la suya. Aterroriza que algo queda es la lección que se puede desprender de ese "que se acabe como sea".
Se hace necesario, imprescindible, que cada día se haga una labor pedagógica al respecto. En un Estado democrático como el nuestro, las leyes se han de cumplir, gusten o no, los terroristas han de cumplir sus penas porque la libertad y la vida de los ciudadanos son los bienes más preciados a salvaguardar. Es decir no se puede consentir que los totalitarios y violentos se salgan con la suya. No podemos consentir por ejemplo que se cierre una capilla en la Universidad de Barcelona por las amenazas de unos energúmenos, como tampoco se puede consentir que unos radicales amenacen a un gobierno autonómico como el de Murcia y den una paliza de muerte a un consejero por el hecho de ser un adversario político. A estos violentos se les debe aplicar la ley sin fisuras de ningún tipo. Nadie con responsabilidades de gobierno puede calificar los hechos como de "poca o nula importancia". No se puede permitir la violencia como argumento para machacar al adversario.
Este Gobierno que tiene la responsabilidad de gobernar para todos los ciudadanos debería dedicar tiempo y recursos para que los jóvenes aprendan lo que es el respeto hacia el otro, hacia sus ideas y creencias, y no sólo cuando hablamos de mujeres o gays o musulmanes. Al Gobierno le compete más aún proteger la posibilidad de debate público entre contrarios, porque ésta es la esencia de la Democracia. La violencia como arma o estrategia política liquida la condición previa para que pueda darse, como en el País Vasco donde se halla tan degradada por décadas de acción terrorista.
Ya sé que es como pedir peras al olmo cuando cada día vemos más medidas encaminadas al control gubernamental de aquellos que no les ríen las gracias. Pero es necesario exigirlo, no caer en la desesperanza. La esperanza de una España mejor es lo que nos debe hacer perseverar.