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El blog de Regina Otaola

A la espera de que se haga Justicia

He tenido la inmensa suerte de pasar unos días de ocio con algunas víctimas del terrorismo, tanto de ETA como del 11-M. Personas, algunas de ellas, a las que conocía por haber coincidido en alguna charla o algún acto. Personas que contaban ya con toda mi admiración y respeto y que ahora cuentan además con todo mi cariño y con mi compromiso personal de no dar un paso atrás en la defensa de la Memoria, la Dignidad y la Justicia que todas ellas reclaman.

Porque no podemos decirles que estamos con ellas, con las víctimas, y luego mirar para otro lado cuando se nos afirma que, por ejemplo, el 11-M es un caso juzgado y cerrado. Ellas mantienen que no está cerrado porque no se sabe realmente ni quién organizó la masacre, ni quiénes fueron los autores materiales, ni cuál fue el motivo de la misma. Quieren la verdad y el Estado de Derecho debe amparar, por lo menos, la búsqueda de esa verdad. Sin la verdad, difícilmente se puede hacer Justicia. Sin la verdad, difícilmente podremos conservar la memoria de lo que representan todas ellas.

Durante estos días hemos compartido vida. Hemos compartido alegrías, paisajes, pueblos palentinos maravillosos. Hemos charlado animadamente de muchas cuestiones, algunas sin trascendencia pero otras con mucha, porque lo que mayor trascendencia tiene para mí es verlas vivir con determinación, con coraje y valentía. Una de estas personas había perdido a su hija, asesinada por no se sabe quién; otra, a su marido, asesinado por ETA; otra, tiene parte de su cuerpo mutilado, como el de su propia hija, por una bomba asesina de ETA; otro quedó prácticamente sordo el 11-M, por lo que además perdió su trabajo; otro sigue viviendo con el objetivo de hacer la vida agradable a todos sus compañeros.

Sentados allí, entre chiste y chiste, yo me decía: "Qué poco hacemos el resto por estas personas, todas víctimas del horror, todas ciudadanas de una Nación democrática en la que, sin embargo, hay que recordar un día sí y otro también las injusticias que se cometen en contra de la Memoria, de la Dignidad y de la propia Justicia.

Porque es injusto, aunque posea apariencia de legalidad, que un sanguinario terrorista como De Juana salga a la calle después de 21 años en la cárcel por 25 asesinatos. Es injusto que un Estado de Derecho permita que se cometan semejantes atropellos por incapacidad a la hora de anticiparse o de desbaratar las triquiñuelas legales de los abogados de ETA; por incapacidad de legislar, ya no a favor de alargar las penas de los terroristas, sino teniendo en cuenta siempre y en primer lugar a las víctimas del terrorismo, sus necesidades, sus carencias sobrevenidas, su condición específica de víctimas de ideologías del odio, cuando ellas son la muestra palpable de las atrocidades que se cometen en nombre del totalitarismo.

Mientras las víctimas no sientan que se les hace Justicia a todas ellas, la Democracia española estará en deuda con ellas y cada uno de nosotros también. Todos los españoles, seamos vascos, madrileños, andaluces... todos nosotros debemos dar la cara y exigir que se busque, que se indague la verdad de lo ocurrido el 11 de marzo de 2004, y además que se legisle para que los terroristas paguen por sus crímenes sin que puedan eludir la acción de la Justicia amparándose en algún resquicio legal. Debemos reclamar que el Estado de Derecho no se deje engañar. No podemos olvidar lo ocurrido porque detrás están las personas, las familias que siguen padeciendo el horror sufrido.

Creo que sería justo y muy necesario que todos los españoles conociéramos en qué circunstancias viven la mayoría de ellas, con qué "monstruos" se enfrentan cuando están a solas... El resto, por muchos problemas que tengamos, jamás nos acercaremos a sus pesares, a sus miedos, a su radical incertidumbre. Pienso que, en este sentido, los medios de comunicación podrían hacer mucho contándonos hasta la saciedad, un día sí y otro también, cómo se vive esperando que se haga JUSTICIA.

Me gustaría terminar mostrando mi agradecimiento a todas estas personas por todo lo bueno y positivo que me han transmitido durante estos días. Hay personas, víctimas del terrorismo o no, que hacen que su comportamiento y su actitud ante la vida nos lleve a otras a seguir creyendo en las personas como tales, con su dignidad intrínseca, sus principios y sus valores por encima de cualquier otra consideración. Son en sí mismas la mejor lección de Memoria, Dignidad y Justicia que poseemos los españoles, y así hemos de considerarlas si pretendemos en algún momento saldar la enorme deuda contraída con todas ellas.

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