La otra noche acudí a los premios de poesía "Los Odres" en su primera edición, que prometen ser una referencia prestigiosa, de gran dotación económica y de alcance internacional. Están patrocinados por la fundación López Rejas, vinculada al ladrillo, como casi todo en la estructura productiva española. Por allí andaban desde el académico Gregorio Salvador al cofrade del liberalismo espantado por lo que estamos viendo y oyendo Horacio Vázquez-Rial, o la escritora Dionisia García acompañada de su esposo notario, poseedor de esa sensatez propia de los tiempos en que los hombres eran distinguibles unos de otros y no parecían de molde. A más de una recalcuza de gentes mucho menos respetables y vestidas de color antracita (no falla: o es atavío de Armand Basi, el estilista de Esquerra, o es de mercadillo), cristobitas de la rapsodia que viven de las administraciones del PSOE pero cobran primero de las del PP, que se dan más prisa.
Conforme envejezco y me entero de más cosas (recuérdese aquello de que el conocimiento no hace más tolerante, sino menos) me parece más abominable la idea de sentarme a cenar con un sector o género que supera la impaciencia que me producen los periodistas, y es el de los culturetas. Monté un pequeño pollo público con un ministro periférico de la Kultur, del que por cierto me considero amigo en cuanto se despoje del personaje de exquisito oficial y vuelva a bajarse del "audi" de la consejería, si es que alguna vez lo hace, y a quien siempre he apoyado desde que era pequeñito (él). "Yo es que soy partidario de que el partido viaje al centro", decía el don ministro periférico. "¿Qué viaje es ese? Todo lo que no es liberal o conservador dentro de la derecha es totalitarismo falangista, es decir, socialista; perdona, es que soy un señor muy antiguo que me quedé en el parlamentarismo inglés de los "pelucones" y los "tories", y esto de los experimentos en España no sé de qué va". "Bueno, yo siempre he sido un liberal con matices". Los "matices" deben consistir en recibir en la consejería nada más que a ésos "performancios", todos zapateristas como su propio nombre indica, que expiden oficiosamente el carné de ingenioso y las credenciales de ocurrente, pagados por el PP con auténticos perús procedentes del dinero público de quienes abrumadoramente no les han votado. Para que no quede duda, le he pedido expresamente al ministro periférico de la Kultur que por favor no me compre con ninguna subvención, bufanda ni nada, que yo seguiré ahí para echarle una mano el día en que sus "agradecidos" y supermillonarios culturetas de hoy estén echándola paladas sobre su ataúd político. Viajar al centro. Viaje con nosotros, si quiere gozar. Un "nosotros" que nos está dejando de incluir, de propósito, a demasiada gente. Como cantaba el primer y añoradísimo Gurruchaga, antes de ser abducido por el PSOE: "Y disfrute de todo al pasar, y disfrute de las hermosas historias que les vamos a contar". Más bien historietas, y de las que son para no dormir. Como esa de los socialdemócratas en el PP.
Mi ministro periférico de Kultur me dio la velada y finalmente la cena. Como que me marché tras el pescado y sin esperar a que sirvieran la carne, sintiéndome indispuesto ideológicamente por una mala digestión de lípidos "populares" transgénicos. Me imagino que los libros de poesía premiados, dado que han sido comisariados por el catedrático de literatura por el plan antiguo e ideólogo para una nueva educación en España Javier Orrico, serán excelentes, los criterios de selección serios y los galardones llamados a ser los más apetecibles de España tras el "Planeta". Pero, por comparanza, casi estoy tentado para otra vez de aceptar cenas con periodistas retestinados de los que arreglan el mundo cada mañana (bueno, no mañana, sobremesa, cuando se pasa la resaca), que por lo menos me dejan llegar a los postres. Qué melancolía, qué inmensa melancolía.